Tarde llegas, tristeza, a enarbolar tu espada
y a enmarañar de arena estos ojos.
Si hoy he llorado, sólo de puro amor ha sido,
al ofrecer a ese dios antojadizo
que el destino dibuja a su antojo
mi ser, mi vida a cambio de la intacta alegría
de los míos, la de los de mi sangre
y la de quienes agarraron mi alma,
incluso la de aquellos
a los que, con inocencia, comprendo.
Cruzaría el oscuro túnel a tientas
sin saber si al final encontraría
la luz o quedaría mi alma suspendida
para siempre en la sombra
cual estatua de sal, liviana,
como las plumas de un ángel
a las que no hundiría con su ley
la gravedad.
De este modo podría irme tranquila,
pero sólo si me jurarais además que,
aun con vuestros cansados pies sobre la tierra,
vuestra alegría sería la misma
que la de aquella estatua suspendida entre las nubes
esperando desempolvar sus ojos
para que alguna luz los ciegue.
Juana Fuentes
No sé si llega tarde la tristeza, o si planea ingrávida y por derecho a robar lo que le pertenece; pero es tu voz tan hermosa al abrazarla…
No dejes de escribir nunca.
Muchos besos.
Querida Elena, y tú no dejes de reconfortar con tus palabras, que son siempre el abrazo y la caricia más positivos.
Muchos besos.