Mis pies debieron regresar.
Deshicieron el camino
hasta muy atrás, cuando
entonces cualquier afán
era apenas una lánguida falena
en la penumbra, ya brizna
de polvo disuelto bajo la luz.
Pero hoy a veces aún me obstino
en encontrar el rastro
de aquel desbaratado sendero,
para seguir siendo sólo el regazo
en el que venir a hacer acopio
de tu pobreza.
Y aunque hayan acudido otras manos
a posarse en tu frente de arcilla
para aquietar sus dedos
en una cruz
como insignia que cela tu osario,
aguardarán pacientes mis oídos
la llegada de un rumor desazonado
que las incite a alejarse.
Y mientras, habrá quedado cuajada
tu memoria como una piedra dura
en mi errátil espera.
© Juana Fuentes
Qué triste, pero qué hermoso…
Gracias, querida Elena. Será cierto que aun en el dolor existe la belleza…
Un abrazo.