Cuántas veces te dije
que de ti solo amaba la poesía;
no el universo limpio de tu piel en lo oscuro,
ni la sombra secreta de tus ojos
alargando mi tarde,
ni el fondo sideral de tu silencio.
No el candente crepúsculo al filo de tus labios,
ni el rumor de palmeras en tus manos,
ni siquiera tu forma sinuosa
de adelgazar mi miedo y mi tristeza.
Yo de ti solo amaba la poesía.
Y una noche de tantas imposibles,
en la que no transitan ni los gatos
y se escucha el gemido de las piedras,
me arranqué el corazón, tibio de penas,
y lo eché a macerar en tu tintero.
Mari Cruz Agüera