Vocación de pájaro
Salí un día en la mañana
y no había cima, altura, cielo.
La cúspide era sombra,
y la sombra un tiempo en desvelo.
Pájaros del azul perdieron su perfección y galanura.
Aves de los riscos precipitaron sus colores al vacío.
Plumajes del atavío, de la decoración y del paisaje,
desordenaron sus telares y sus trinos.
Sólo el canto quedaba en el amor y la madera,
vestido de luminosidad, de viento,
de presagio y horizonte.
¡Oh pájaros del canto y del amor!
Salí un día, una mañana, con el corazón abierto,
y los petreles, los nostálgicos gorriones,
los canarios de ropaje amarillo,
las tórtolas que rondan las milongas,
revoloteaban en mi pecho.
Mi alma era un cielo de pájaros volando.
Mi cicatriz de hombre era una cima de plumajes picoteando.
Toda mi piel era un crepúsculo de silbos y cantores.
No tengo vocación sino de pájaro.
Y aunque el cielo se me cierre ante los ojos,
aunque la mirada no contemple sueño alguno,
mi corazón es un cormorán blanco y va en los vientos.
Todo el espacio es una estela hecha gorriones,
un vecindario de águilas y de pichones,
una parvada cincelando vida y substancia,
levadura aérea incorporándome a la cumbre,
donde el cielo brota, no de arriba, sino de mi alma y su alegría.
Salvador Pliego
Blog del autor