Este poema nunca he sabido si es triste o no; sobre todo porque en el amor, cada uno juega a lo que menos le duele.
Y a esta bruja le parece bien,
porque nunca he pensado que el amor
sea cosa de dos,
sino que cada uno es el responsable
de reventarse el corazón para querer.
Yo quería decirle
que su amor
era como un río,
lleno a veces
y otras vacío.
Yo deseaba escribirle
que a veces
amaba a otro
y no sólo era sexo
–o al menos
eso pensaba
decirle–.
Yo le compré
un saco de besos
con lengua
para que cuando
yo me enfadara
él no me pidiera
tregua.
Yo esperaba contarle
que sus manos
no llenaban mi cuerpo.
Que se quedaban
a medias,
cansadas,
de tanto viaje
ignoto.
Pero descubrí,
un día de penitencia
caduca,
que guardaba
los billetes de avión
de mis escapadas al cielo y
al infierno;
aquellas que yo nunca
confesaba.
Y supe,
ese día
de castigo eterno,
que no tenía
nada
que contarle.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora