Por un puñado de «Likes»
La CNN hizo hace unos meses un documental sobre un nuevo e inquietante fenómeno. Entrevistaban a diversos cirujanos plásticos que explicaron cómo van cambiando las modas en esto de hacerse un lifting o variar de aspecto. “Hasta hace poco” –explicaba uno de los entrevistados–, “lo habitual era que los pacientes nos pidieran los labios de Angelina Jolie, las orejas de Scarlett Johansson o la barbilla de George Clooney, pero esto pertenece al pasado. Ahora quieren que los convirtamos en su propio selfi. Sí, vienen a la consulta con una instantánea muy photoshopeada de sí mismos y dicen: «Mire doctor, así es como quiero que me deje»”. Según el documental, otros pacientes (todos jovencísimos, por cierto) les mostraban la foto de algún muñeco o muñeca de su gusto. Las chicas la de una Barbie o una Bratz; los chicos la de algún superhéroe, como Capitán América. Cuando se les preguntaba por qué querían parecerse a un ser irreal y de plástico, contestaban que precisamente por eso. “Porque solo un muñeco es perfecto, sin defectos y por eso fotografían súper guay; así es como quiero yo salir en mi perfil de Instagram”. Aquí el reportaje llegaba a otro punto aún más inquietante del fenómeno. Explicaba que si bien no todos los jóvenes –o no tan jóvenes– tienen el delirio de pasar por el quirófano con el afán de convertirse en su mejor “Yo” virtual, todos sin excepción hablaban del número de seguidores que tenían en internet y de cómo esa circunstancia condiciona sus vidas. El Proyecto Autoestima, una macro encuesta destinada a estudiar cómo se perciben los adolescentes, descubrió hace unos años que el 67 por ciento de las niñas entre 10 y 17 años se sienten presionadas por la necesidad de ser bellas. A pesar de que el porcentaje varían ligeramente de un país a otro, la tónica general señala que los adolescentes creen que dicha presión viene o bien del entorno o bien de las redes sociales. En ese sentido me parece interesante una noticia aparecida recientemente según la cual los responsables de Instagram están dispuestos a suprimir los likes. Teniendo en cuenta que Instagram tiene nada menos que 802 millones de usuarios, será interesante ver qué pasa. La razón de este cambio según sus responsables es acabar con la tiranía de los “me gusta” y conseguir más atracción hacia el contenido de aquello que se sube a la red. También desean evitar la presión y las inseguridades que crea a tantas personas la dependencia del implacable (y casi siempre caprichoso) veredicto ajeno. La idea es que el titular pueda seguir viendo su número de likes y con quién ha generado vínculo pero el resto de los usuarios, no. Me parece una medida sensata, pero ¿estarán dispuestas estas plataformas a tirar piedras contra su propio tejado? Al fin y al cabo los “me gusta” son la esencia misma y también lo más popular de dichas plataformas. Pero existe otro problema a tener en cuenta. La eliminación de esta métrica dificulta la forma en la que las marcas miden la respuesta de su público y se verían forzadas a depender de otros datos, como el número de seguidores o del caudal de comentarios a pesar de estos son, como bien se sabe , muy manipulables. Teniendo en cuenta toda la vanidad y sobre todo el dinero que se mueve alrededor de estas plataformas, resulta difícil creer que la iniciativa salga adelante. Y mientras tanto, y sin que nadie lo remedie, porque al fin y al cabo a quién le interesa matar a la gallina de los huevos de oro, ahí están los jóvenes y no tan jóvenes dispuestos a lo que sea por sumar likes. Tal vez aquí no seamos tan extremos como en los Estados Unidos y nadie acuda al cirujano para que lo convierta en el clon sexy de su propia foto de Instagram. Pero mirando alrededor me da a mí que hay muchos por ahí que, de tanto poner cara de selfi, a punto están de convertirse en su propio avatar. ¿Se han fijado? Hasta los niños de tres años posan ahora poniendo cara cool. Ellos aún no lo saben, pero en realidad lo hacen por las mismas razones que los personajes del famoso spaghetti western protagonizado por Clint Eastwood. En ese caso, mataban por un puñado de dólares. Como los tiempos adelantan que es una barbaridad, ahora la gente mata por un puñado de likes.
Carmen Posadas