Puto julio. Por Anita Noire

Puto julio

 

Puto julio.

    El metro va medio vacío, hace frío aunque julio aprieta con un calor y una humedad imposible. Google te recuerda y, de paso, me envía una notificación para que yo también me acuerde. el pasado bucea entre bit y se queda tan ancho ¡Qué locura! Entra un tipo con un equipo de música más grande que el mismo. Empieza a sonar un ritmo machacón, un chunda-chunda que no presagia nada bueno pero, como no hay posibilidad de escape, habrá que conformarse y reconocer, pasado el primer minuto y antes de llegar a la siguiente estación, que la cosa no está tan mal. Nada mal. El acompañamiento no le acompaña, pero menuda voz. Una estación más y ahora pasa con un sombrerito para la propina y un letrero con sus datos de Instagram. Lo busco, me pongo los auriculares y escucho un par de grabaciones. Le doy a seguir, aumento su lista de seguidores y voy pasando de vídeo en vídeo mientras alucino con el vozarrón. Si eso no es talento yo ya no sé. Pero también es verdad que yo hace mucho que ya no sé nada y que me conformo con asombrarme yo sola aunque eso, que a mi me parece maravilloso, no sorprenda a nadie. Veo y escucho las doce grabaciones que tiene colgadas y me asombro. Lo maravilloso y extraordinario que tiene el talento es que es particular. Y la naturaleza, savia y tacaña, lo reparte con cuenta gotas. Vuelvo al recuerdo de Google, pulso el visto y sigo mientras me froto la frente. Quiero llegar a la siguiente estación, escapar del frío del aire acondicionado y endilgarme un helado, de vainilla a poder ser, que no se lo salta un gitano. Puto julio.

Anita Noire

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