En un lugar de La Mancha, cuyo nombre no podré olvidar, a no sé cuál día de hoy.Teresa mía, todo ha terminado ya, nuestras andanzas, nuestros desvelos, nuestros desasosiegos, nuestras aventuras y nuestras desventuras… Todo ha sido el nuestro un largo camino lleno de sueños que acaban en un catre al compás de la vida de este hombre a quien la justicia humana nunca le hizo tal. Sentado aquí, al lado de un frío cadáver ya, que no cuerpo, siéntome triste al pensar que con él acaban las ilusiones puestas en un mundo mejor que ya no tendrá quien porfíe por sus venturas.
Mi señor ha muerto y con él se van mis inquietudes. Que nos quedaremos más tranquilos, lo sé, pero también te aseguro que añoraré esta vida andante de los últimos tiempos.
Hemos recorrido juntos tierras que jamás pensé pisar, hermosas y grandes llanuras manchegas, paleta de colores ocres, verdes de vides y aceitunas, tonos de vida en flor y de blancos y añiles que dan luz a La Mancha, patria nuestra. Largos caminos polvorientos que agotaban, al final del día, a nuestras cabalgaduras y a nuestras personas, mismamente. Hemos ido encontrando, por estos mundos de Dios, gentes de mala calaña, dispuestas a pisotear la hidalguía de mi señor Alonso, a palos o con grandes burlas, qué más daba, con tal de hacer mofa del honor y de la buena fe de este caballero que consiguió que una moza de taberna, dispuesta a venderse al mejor postor, acabase siendo la gran dama de sus sueños. Y con esos ojos
la vio, con los ojos del hombre enamorado de una ilusión a la que buscó con todo su afán y llegó a encontrar, para su felicidad o su desdicha, en un lugar medio mesón, medio burdel.Muchos han sido los que por este o por otros hechos poco comprensibles se han reído de él, otros en cambio, han sufrido en sus carnes la vergüenza de un pariente medio loco al que nunca llegaron a comprender, y algunos, los menos, han tenido compasión de nuestras personas dándonos posada y condumio. No mucho, no creas, que mi panza de buen yantar comienza a no ser tal y te aseguro que de seguir así habrán de cambiarme el apodo.
Largas jornadas hemos pasado los dos, uno al lado del otro, para lo bueno y para lo malo, cual matrimonio sin sentido.
Oyendo sus palabras me he hecho algo más culto, en dichos y en ademanes que, voto a Dios, ¿de qué me sirven ahora?
Rompo en llanto mi dolor, que no hay consuelo ni lo habrá. Con él se va mi vida… No, no te pongas recelosa, sabes bien que te quiero y lo único que acabará bien en esta historia será el que podamos volver a estar juntos como antaño. La vida que se me va con él es la del trotamundos, la del viajero bohemio, sin otro menester que pasar los días con sus largas noches imaginando mundos más allá de lo imposible, lugares de los que mi señor hablaba como si en algún momento fuéramos a llegar, entrando triunfantes al cruzar el umbral de sus portadas, como los conquistadores allende los mares. Ya no, ya no hay otros mundos, ni gloriosas victorias a gigantes imaginarios, ni mozas de venta convertidas en damas, ni sueños… Con su muerte despierto y esos sueños desaparecen para dejar paso a la insoportable realidad de saber que no veré nunca más a mi señor don Quijote.
La congoja me ahoga, no me deja respirar, las lágrimas se amontonan en mis ojos y manchan este pobre papel que llegará a tus manos como fiel confesor de mis penas. No puedo continuar, confío en que este pesar, que ahora me aprisiona, poco a poco deje paso a la nostalgia y la melancolía. Los recuerdos, dolorosos en el albor, serán cuentos narrados con complacencia a los nietos que los hijos nos darán, estoy seguro, más aquí, mirando sus despojos, no siento consuelo para mi amargura.
Contemplo su rostro, sereno al fin, y no reconozco en él a mi señor. iMi señor entrará nuevamente por esa desvencijada puerta, sable en mano, llamándome a un nuevo entuerto!… Más no, cruel destino. Se ha marchado y con él mis zozobras, dejándome huérfano de lealtades y confianzas.Ha muerto un hombre del que escribirán sus hazañas, al que llamarán por
distintos nombres y del que sabrán más allá de las fronteras, más yo te digo Teresa mía, que lo cierto es, en verdad, que ha muerto un hombre bueno.
Descanse en paz.
Pilar Rodríguez Serrano
Carta Ganadora
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Creo que Sancho Panza no era consciente entonces de que don Quijote no murió entonces, sino que sigue viviendo en todos aquellos que, como él, seguimos soñando.