Adelaida García Morales, El silencio de las sirenas
Borrar las huellas del camino que nos devuelva a casa y huir lejos de lo conocido para ir en busca de una Antártida imaginaria e inexistente. Un lugar en el que nadie nos pueda encontrar, pues nadie será capaz de articular nuestros deseos más allá de la palabra locura. Una locura que nos llevará a reivindicar el aislamiento, la soledad…, y el silencio. Silencio tatuado con las iniciales de un amor que nadie, nada más que nosotros, cree que existe. Sin embargo, es en esa imposibilidad donde reside el encanto o la magia de nuestra desconexión del mundo real. Así, el amor se nos presenta como una mera ilusión con la que pretendemos llegar a otro mundo en el que las reglas son otras y los sentidos no conocen más fronteras que las de nuestro propio deseo. No obstante, intentar abarcarlo todo para luego quedarnos sin nada nos lleva hasta el final de un camino en el que ya no hay más espacio que recorrer que el de la propia inexistencia. ¿Y si llegamos a ese límite de la montaña donde no existe más terreno que caminar, qué hacemos? Esa es la pregunta a la que se enfrenta Elsa, la protagonista de El silencio de las sirenas, una novela que transita por los límites de ese frío que se apodera de nuestro cuerpo para no dejarle descansar jamás. Novela claustrofóbica y mística a la vez, que trata de buscar respuestas en la oscuridad de las tradiciones más antiguas, porque en ellas sólo existe el poder de la transmutación de los sentidos. Unos sentidos que en Elsa necesitan de una libertad que tampoco encuentran ni salida ni sentido en un pueblo perdido de La Alpujarra granadina. En ese espacio donde no existe el tiempo, parece que es más fácil flotar en una especie de nube de la que nadie te va a bajar, pero, tampoco ahí, ni la singularidad ni la diferencia serán obviadas por los demás. En ese remoto y oscuro edén es donde Elsa se refugia, pues su utopía es donde ha encontrado mejor acomodo para proyectarse. Allí es donde indagará en el aislamiento de un amor que sólo existe tal y como ella lo ha creado en su psique, y con él tratará de buscar esa libertad que tanto anhela, y de la que sólo podrá disfrutar en otro mundo donde sólo haya que sentir.
A través del mito de las sirenas, y de otras referencias literarias, pictóricas o culturales, Adelaida García Morales recrea el universo de la búsqueda de la propia identidad fuera de los que podríamos denominar como cauces normales, pues sitúa a Elsa, su protagonista, en un pueblo aislado, perdido, desde el que poder ir en busca de aquello que la hizo escapar fuera de la civilización. Tampoco es casual el universo de misterios y oscurantismo a los que Elsa se someterá, hasta que, por fin, ni unos ni otros serán suficientes para encontrar respuestas a sus preguntas, sólo entendibles en la nebulosa de la reinterpretación de sus sueños. No obstante, la autora busca una cierta distancia de ese abismo, y lo hace a través de María, la narradora de la historia, que se comporta como ese reflejo que nos devuelve el espejo y que ella nos cuenta y nos reinterpreta sin apenas matices, porque la desnudez del estilo narrativo de Adelaida es otra de las características de esta novela que nos sitúa en el abismo del silencio que busca el amor. Sencillez narrativa que se extiende a la elección de las palabras y a la ejecución de una trama que sólo busca poner sobre nuestros ojos la superficie de una vida cuyo verdadero significado y valor alcanzan sentido más allá de lo que se nos cuenta. En esa aparente calma y aislamiento Adelaida García Morales cimenta una leyenda que el tiempo se ocupó de deslizar a su propia vida, cargada de ausencias, silencios y enigmas que ella nunca se molestó en descifrar o ahuyentar, quizá porque su universo fue otro, como otro es el universo de la protagonista de esta novela escrita a lo largo de cinco años en un pueblecito de La Alpujarra. Un espacio y un lugar donde la autora se refugió a escuchar el silencio de las sirenas, y desde el que seguir alguno de los dictados del relato del mismo nombre de Franz Kafka del que se extrajo el título de esta novela, «… de haber tenido conciencia, las sirenas habrían sido destruidas aquel día…», para, a través de ellos, esquivar el abismo del silencio que busca el amor.
Ángel Silvelo Gabriel