Leí Escarnio, segunda novela del onubense Coradino Vega, de un tirón al bordo de un tren, sin que el hipnótico paisaje de olivos que cabalgaba al otro lado de los cristales ni el insistente parpadeo de la televisión me hicieran apartar la vista de sus páginas. ¿El motivo principal? Quizás que, cuando leemos, nos gusta reconocer algún aspecto de nosotros mismos en quienes deambulan por el texto, y, aunque nunca viví la experiencia de estudiar fuera de casa, sí la escuché de compañeros que venían precisamente de la provincia vecina en circunstancias muy semejantes a las de ese Carlos García que protagoniza la historia.
El sentido de la responsabilidad; la pequeñez y la seguridad del lugar de procedencia; el peso enorme de responder a las expectativas de los padres y de los profesores; el proceder de una clase trabajadora y sacrificada que te recuerdan a cada instante lo que supone mantenerte, y más fuera de casa; el miedo a lo desconocido; la falta de aceptación en círculos de los que te separan años luz; el descubrimiento del amor…, todo ello se desenvuelve en un clima en que la política entraba en las aulas como una asignatura pendiente, junto a las novatadas humillantes y escandalosas y la violencia más furibunda; en que la amenaza de ETA era continua y verdadera y desembocaba en atentados en despachos y en el fantasma perpetuo del temor.
La cercanía de ese Carlos García y de sus padres, tan humanos y preocupados por su único hijo; la altivez de los compañeros de colegio mayor y de clase; la hipocresía del director de la institución; las contradicciones de Ainara, se narran con solvente pulcritud, con descripciones acertadas de hombres y espacios en buen equilibrio con los vivos diálogos que nos acercan a unas voces tan reales como que las hemos escuchado hace apenas veinte años, en esa larga etapa «post-Expo 92» de decepciones y crisis que parece no tener término. Y, por supuesto, la narración en primera persona contribuye a acercarnos aún más a la historia.
Pero la realidad, en especial la del hombre, es más compleja de lo que pensamos y es difícil presentarla en tan solo unas páginas. Resumir Escarnio como la historia de un desclasado y calificarla como una novela política, si es que el género existe, es simplificar demasiado, aunque el reflejo de una parte de la historia de España a través de la vida universitaria y todo lo que la rodea ofrecen una buena perspectiva de ciertas ideas candentes aún hoy, como el concepto de Europa que se desarrolla en la conferencia del catedrático Torres-Navarro. Sin embargo, no hay que obviar la parte más íntima de la historia, la evolución de seres de carne y hueso como don Andrés; la dificultad doméstica que supone elegir el futuro por vocación («Tú sabes bien que Filología no tiene salidas»); y, por encima de todo, el descubrimiento de una realidad nueva que es la base de una novela de aprendizaje como la que Coradino Vega nos ofrece, en la que los conceptos de esfuerzo y justicia de Carlos García se derrumban ante el modelo de juventud que puebla el colegio mayor donde aterriza.
Por todos estos motivos, además de por su palpable calidad, creo que a los lectores de nuestra generación esta novela no los dejará indiferentes, y desde aquí la recomiendo a quienes se pasen por aquí y a quienes sientan la inquietud de conocer algo de nuestra historia interminable.
Elena Marqués
Coradino Vega (Riotinto,Huelva, 1976)
Licenciado en Derecho, cursó estudios de literatura comparada y filosofía en la Universidad de Sevilla y en la París VIII. Residió en Madrid durante varios años trabajando para diferentes editoriales y en 2010 publicó su primera novela, El hijo del futbolista (Caballo de Troya, 2010). Ha participado en la antología Libro del fútbol (451 Editores, 2010) y colabora en medios digitales como Culturamas y Estado Crítico. Actualmente es profesor de literatura y vive en Sevilla.
Apuntado está el título. Y la reseña, estupenda. Como siempre.