«Aquí se aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del Instituto Benjamenta, jamás llegaremos a nada; es decir, que el día de mañana seremos todos gente muy modesta y subordinada». Así arranca esta novela donde el narrador, Jakob, uno de los alumnos del centro, vive una existencia feble y pregonando sin rubor que «de algo estoy seguro: el día de mañana seré un encantador cero a la izquierda, redondo como una bola».
El Instituto Benjamenta es un sitio triste, donde los maestros no enseñan nada y donde los alumnos tienen aspiraciones modestas: Heinrich quiere ser paje; Schacht sueña con ser músico… y el propio Jakob von Gunten no tiene más honda aspiración que convertirse en el fiel servidor de alguien en el futuro, a quien obedecerá como un perro y en quien verá a un ser superior. Él, que no cree en Dios, convertirá en dios a su amo.
A partir de ese instante, el narrador nos va comunicando detalles diminutos de la vida en el instituto: cómo escribe en su diario, cómo de vez en cuando sale de noche, las pequeñas conversaciones estudiantiles, el problema que tuvo con su condiscípulo Tremala (que le tocó los genitales y recibió, a cambio, un puñetazo por parte de Jakob), la fascinación que le produce la hermana del señor director (una muchacha espiritual y que tiene hechizados a todos los chicos de la extraña institución), etc.
El texto se extiende en consideraciones psicológicas o sociológicas de Jakob, que va analizando a sus compañeros y profesores, dando minuciosos informes de sus actos y temperamentos.
El volumen resulta muy agradable de leer, pero en realidad desde el punto de vista argumental lo más llamativo es que no cuenta ninguna «historia». No se detecta un «argumento» novelístico que vertebre la narración. Aun así, el tono verbal de la pieza es tan sugerente, está tan lleno de ricos matices, que resulta complicado apartarse de sus hojas.
Tan peculiar como magnético.
Rubén Castillo