Buenas tardes, señoras y señores, en primer lugar, muchas gracias a Elena Marqués por haber pensado en nosotros, en mí, en particular; gracias a los responsables de este hermoso lugar que nos acoge; a María luisa Nuñez, sacerdotisa literaria; y a todos ustedes por estar esta tarde aquí con nosotros.
La primera vez que vi a Elena Marqués me llamó la atención que, mientras que hablaba conmigo, salían de su cabeza, descolgándose o trepando por sus cabellos, cientos de personajes de todo rango, época y lugar. Pensé que eso era algo habitual en ella puesto que se atuso el pelo con normalidad sin inmutarse ante la caída al vacío que, con ese movimiento, propiciaba entre aquellas figuras. Después tuve oportunidad de conocer sus obras, incluso de formar parte en el jurado de un certamen en el que resultó ganadora. La sorpresa para mí al conocer a la autora de la obra no pudo ser más grata. La he admirado desde el minuto cero.
Elena escribe con la exquisitez digna de los grandes chefs que eligen con sumo cuidado cada uno de los ingredientes para preparar un plato único al que convertir en obra de arte. El largo camino de tus piernas es una obra de arte construido con palabras lúbricas, afrodisiacas, acrobáticas desde el deseo y la imaginación del lector que consiguen atraparlo desde el primer renglón.
Una historia que podría parecer, a todas luces, ordinaria: chica encuentra a chico crecido y trabajo para unos meses, el talento de Elena la convierte en extraordinaria. Elena despliega ante el lector un abanico de sensaciones de miradas, un caleidoscopio del alma humana tan previsible imprevisiblemente.
Una vez leí que «El desencanto es una forma irónica, melancólica y aguerrida de la esperanza». Ninguna frase podría dibujar mejor el desencanto del viejo pintor Philipe Satie. Incluso cuando esa esperanza tuviera fecha de caducidad.
A mí me encantaría hablarles del alma de sus personajes, de la concienzuda narración que la autora hace de la evolución de ellos, pero para eso tendría que hablarles de la caverna interior donde habita la bestia que todos llevamos y eso podría írseme de las manos y desvelar cosas que no quiero ni debo desvelar de la novela.
La prosa de Elena persuade y seduce desde la primera línea. Si primero nos mete en la piel de Alice Duchamps haciéndonos temer por el destino de una adolescente pueblerina, más tarde lo hace en la del pintor, en su cínico desencanto algo perverso, en su deseo de parar el tiempo y sus estragos. En la observación del amor desde la perspectiva del tiempo que sólo admite el momento de pura gracia que la vida le regala con fulgor irrepetible y la aceptación del cuerpo sagrado… Elena nos habla del breve esplendor en la hierba, cosa hartamente difícil de asumir. Y sigue con su mirada certera sobre la condición humana centrada en los celos que la protagonista despierta; en la envidia de las mujeres que nuestra Alice abandona y encuentra cuando va, más que tras un sueño, huyendo de la realidad pequeña, condicionada, tal vez cómoda de jaula de oro, pero inaguantable y conflictiva entre la realidad y sus sueños.
Esta novela que explora la sexualidad está plagada de sensualidad con un lenguaje extremo, una prosa cuidada y empapada de modulaciones y ritmos que mantienen al lector hasta la paradoja final que no es sino un nuevo comienzo.
Sólo me queda decir que se hagan con un ejemplar de El largo camino de tus piernas, frase que, por cierto, sale dos veces en la novela, la lean, la disfruten, la huelan, y cierren el libro con una visión más amplia, tierna y comprensiva de las miserias del ser humano.
Ana M.ª Tomás
Murcia, 30/10/2015