Vidas Pasadas. De Celine Song. Ángel Silvelo

 

EL AMOR, EL PASO DEL TIEMPO Y SUS DESENCUENTROS.

 

  Es difícil imaginarse una historia que nos relata el amor entre dos personas a lo largo de los años en una sociedad sometida a la inmediatez en la que vivimos. Sin embargo, esa quietud sentimental y fidelidad amorosa adornada con grandes dosis de sensibilidad es la que nos muestra Celine Song a través de unas imágenes —y planos secuencia— en las que podemos casi tocar los sentimientos a flor de piel de dos jóvenes que siguen amándose en silencio mucho tiempo después a pesar de estar separados. El azar, el destino, el sino o el In-yun, es una de las principales características de este film en el que se nota desde un principio la necesidad de la cercanía, el tacto y el afecto, como quizá, sólo una mujer pueda transmitir y rodar. Song lo hace con un ritmo pausado en su narración fílmica, con una luz que te transmite cercanía, y con unos planos generales que nos dan una idea de conjunto acerca de la relación que mantienen Nora y Hae Sung. El hecho de que ambos se conozcan desde la infancia marca el devenir de su relación, y el cariño que ambos se profesan cuando a través de las redes sociales retoman su relación. La diatriba aquí reside en vencer al tiempo y la distancia. Elementos que se nos antojan insalvables si tenemos en cuenta el aspecto temporal y el económico. Al que, sin duda, habría que unir el personal que, en la mayoría de las ocasiones, viene antepuesto por las cadenas laborales o profesionales con las que cada uno nos atamos a nuestras falsas vidas. No obstante, cuando la relación subsiste al paso del tiempo, no hay casualidad sino un verdadero cariño que muchas veces se transforma en miedo a la hora de romper las barreras que nos imponemos. Barreras que derribamos cuando el amor y la sensación de no haberlo completado con la persona que elegimos una vez, nos lleva a fantasear con la posibilidad de la plenitud; una sensación que la distancia y el tiempo detienen. La imaginación que se superpone a la realidad no siempre sale victoriosa y más cuando hay otras personas de por medio. Ahí es donde reside otro de los aciertos del guion de Vidas paralelas, la dificultad de llevar a la práctica las emociones que perpetuamos en nuestros anhelos cuando éstas tropiezan con la dualidad. Amor real y amor soñado no son lo mismo, como tampoco lo son el amor de una pareja cerrada y el poli-amor. Pero esa no es la diatriba de Vidas pasadas, donde su directora, Celine Song, explora en sus propias vivencias para acercarnos los sentimientos encontrados que se desencadenan sin que podamos hacer nada para retenerlos, cuando nuestro pasado se hace presente. Un presente de carne y hueso que delante de nosotros no admite límites. De ese juego peligroso nacen los destellos del amor reencontrado, pero también las dudas de intentar recuperar lo que la vida se encargó de separar.

  Vidas paralelas es un buen intento de expresión de todo aquello que nos deparan tanto la pérdida como el reencuentro. El amor y su tempus fugit. O la percepción de que cambiar el destino es difícil cuando no imposible, por muy apasionados que seamos y lo queramos todo, porque todo nunca se tiene, ni se llega a tener. En estos espacios incompletos es donde se desarrollan nuestras vidas y nuestros sueños, y que en el caso de Vidas pasadas, nos muestran el amor, el paso del tiempo y sus desencuentros.

Ángel Silvelo Gabriel.

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