El gran bosque es nuestro templo; allí ondea
y flota un santo perfume de amor
Rubén Darío
Apenas había despertado la mañana
cuando abrí los ojos
y supe que habíamos encontrado
nuestro bosque, nuestro paraíso.
Lentamente recorro la piel de tu cuerpo
y casi puedo sentir la calidez
de tu corazón latiendo en mis manos.
La felicidad me inunda el pecho
de norte a sur, de este a oeste.
Tengo el tiempo escrito en toda mi alma,
tantas horas por contar,
tantas palabras por escribir,
tanto por decir…
Como cuando yo contigo
y tú conmigo
nos perdemos anclados
en nuestro mar y lo que nos asombra
es toda su plenitud.
Siempre remamos sin mirar atrás.
De nuevo abro los ojos,
la mañana sigue sin desperezarse
y tú continúas ahí, mirándome,
tiernamente, envuelto en
nuestro perfume de amor.
Me miras a los ojos y acariciando
la comisura de mis labios dices:
“Sabes, amor, me gustaría
que toda la vida fuese primavera,
nuestra primavera”.
Entonces amanece y la mañana
se inunda de luz.
Mónica López Bordón