Anotaciones de un falso diario (II): LA FIGURA DE JOHN KEATS: El poeta de la melancoIía inalcanzable. Por Ángel Silvelo

John Keats

Querid@s amig@s de Canal Literatura:

Hoy me gustaría dejaros una breve semblanza del poeta romántico John Keats y, de alguna forma, explicaros cómo llegué a él. El primer eco sobre el personaje me vino de la mano de Jane Campion y su película Brigth Star que, como una infinita mancha pictórica, se prolongó en el tiempo a través de mis recuerdos. Manchas de un verde intenso aderezadas por un infinito campo de violetas que, una vez entraron en mi subconsciente, no me abandonaron hasta verse depositadas en las hojas de mi pequeña Moleskine, donde apunté mis primeras notas, tímidas e inocentes, pero, sin duda, perturbadoras y perecederas. A veces, las obsesiones, lejos de precipitarse como un escandaloso torrente se aproximan a nosotros despacio y en silencio, igual que un aletargado reposo que, sin embargo, y como solo sucede al amanecer, al ser iluminadas por el primer rayo de luz se convierten en una fuente infinita de ideas que nos trasladan allí donde nunca soñamos que seríamos capaces de llegar.

Desde esa atalaya, donde la poesía (solo en apariencia) es un arma no dañina, me planteé crear un universo propio a través de las imágenes que me habían sido transmitidas por otros. De ahí que esta novela haya nacido desde la imagen que más tarde se convierte en palabra; palabra lírica, apegada al ritmo de las cadencias cortas y la contemplación, con la que uno trataba de ahondar en el proceso creativo que hasta ese momento me había llevado a profundizar en el estudio del alma humana a través de la perturbadora esencia de la conmoción. Conmover, esa es la clave, bajo mi punto de vista, pues nunca me he planteado el arte de escribir como mero entretenimiento, quizá porque Albert Camus o Scott Fitzgerald, entre otros, no me lo perdonarían.

“LOS ÚLTIMOS PASOS DE JOHN KEATS”. Por Ángel Silvelo

A pesar de todo, fue la luz del amanecer la que derribó todas esas barreras autoimpuestas. Y su potente manto el que propició una nueva casualidad disfrazada de haz divino, y así, una mañana me olvidé de mirar la foto fija de mis zapatos, y al observar el horizonte por primera vez, vi cuál era la verdadera dimensión del personaje que tenía entre mis manos. En ese momento, el relato corto se convirtió en novela; un gesto que también dejó a un lado el miedo que me atenazaba a la hora de investigar sobre el poeta inglés. Entonces, sus pesquisas me llevaron hasta Lord Houghton, Julio Cortázar, Alejandro Valero o Ian McEwan, pues otros muchos antes que yo sintieron la necesidad de desentrañar los interrogantes que John Keats y su obra les proponían. Ese proceso no fue sencillo o idílico, pues sumergirse en las entrañas del alma humana me dejaron sin recursos para respirar. De ahí que, en no pocas ocasiones, tuve que alejarme de la redacción en la que estaba imbuido, pues necesitaba oxígeno con el que alimentar a mis pulmones. Un agotamiento lírico e intelectual, más que físico, que lejos de disminuir fue en aumento a medida que se acercaba el final; un final que Keats me proporcionó junto a su poesía, pues ¿qué hay más doloroso para un poeta que el silencio? Un silencio que en Los últimos pasos de John Keats tiene un sentido más amplio, pues, más allá del último hálito de vida, el silencio en esta ocasión representa la voluntad de dejar de sufrir y la libertad definitiva del alma. Pero, además, es un singular signo del paso del poeta entre los vivos, pues tras él nos quedan sus poemas, donde su voz se alza majestuosa entre los muertos, en un «espacio de mirada interior» donde no existe el tiempo ni el silencio.

Ángel Silvelo Gabriel

John Keats (Londres 1795 – Roma, 1821) es, junto a Lord Byron y Percy Bysshe Shelley, uno de los máximos representantes de la segunda fase del movimiento romántico inglés (1812-1830). Su obra ensalza como ninguna los valores del artista frente a las reglas, y, al igual que Byron y Shelley, se refugiará en la naturaleza como mejor forma de expresión contra el poder establecido y la industrialización. Esta huida del mundo que le rodea no es sino una búsqueda de la belleza. La atmósfera de los poemas de Keats, que, de una forma inteligente, están atemperados por la melancolía, nos lleva, como el mejor de los viajes posibles, hacia instantes cargados de una extenuante contemplación. ¿Acaso qué es la poesía sino contemplación? Sin embargo, en la poesía del joven poeta británico, esa forma de ver y sentir la vida tiene además un significado que va más allá del mero placer estético, ya que, a medida que avanza en su introspección lírica, se va a enfrentar con los límites a los que todo hombre se ve abocado en su lucha contra su propia naturaleza. Es entonces cuando su yo lírico intenta saltar la frontera de la realidad a través de lo que él mismo denominó como «capacidad negativa», que no es otra cosa que el poder llegar a ser otro (pájaro, urna o árbol). Esa es para Keats la fuerza insondable de la que se dota el poeta para transformar el mundo, y así, convertirlo en algo sublime y bello a la vez, pero, sobre todo, trascendente. Baste tan solo recordar el inicio de su poema épico Endymion: «una cosa bella es un goce eterno», para visualizar el significado de sus postulados.

 

Ángel Silvelo Gabriel
Entrevista al autor

 

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