La rosa cautiva se alzaba hacia el cielo,
dulce, primorosa, llena de esplendor;
el sol y la lluvia rociaban su velo
y todo era aroma, belleza y color.
Las plantas del patio, todas la envidiaban
por el fresco aliento que daba al jardín;
claveles, violetas, siempre murmuraban,
hasta las fragantes flores del jazmín.
Y ella, que brotaba de un tallo espinoso,
nunca se quejaba del duro rosal;
adornaba el patio con celo amoroso,
digno de su rango y estilo imperial.
Se oían sonidos en la Primavera,
todos melodiosos en su aclamación,
monótonos, vivos, de voz prisionera,
encendían el campo con extenuación.
Y la rosa altiva, que tanto anhelaba
la suave caricia de sentir y amar,
a veces gemía, a veces lloraba,
en su afán dichoso de tanto soñar.
¡No llores, princesa! ¡El jardín te adora!
pues siempre le entregas dulzura y candor;
él siempre te admira, te aprecia y valora,
aunque no te ofrezca sus besos de amor.
——–
Juan A. Galisteo Luque
Del poemario Versos de luz y sombras
Derechos registrados
Blog del autor