Sherezade. Por Mari Cruz Agüera

Mari Cruz Agüera

 

Sherezade.

 

Cada día desisto de mis manos,
de su fatalidad, de su tibieza,
de esas ortigas hondas que escarban en mi pecho
en busca del dolor y la hermosura,
de la ceñida niebla que rodea mis ojos,
del inútil cansancio de buscarme.
Y dejo a las mareas bordear a mi sombra
y al sol que me cobije
y a los trinos del aire susurrar en mi espalda.
Y dejo que los versos maceren en silencio.

Pero llega la noche,
me olfatean de nuevo las visiones
y el corazón se torna
un vidrio donde aumentan las palabras.
Todas queman igual que ese veneno
dulcísimo del beso que anhelamos.
Y cómo no dejar que se abran paso
si cuentan otro instante en que vivirte.

 

Mari Cruz Agüera

Jurado del VII Certamen «Poemas sin Rostro

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