Imposible guirigay. Por Rosa Regàs

 

Si yo fuera una persona con capacidad de elaborar ordenadamente planes de futuro y líneas de comportamiento que mejoraran mi salud, mi bienestar y el de las personas que me rodean con ideas de proyectos concretos con que conseguir un mundo mejor, y si además los dioses me hubieran concedido el don de concretarlos, planificarlos y cumplirlos, la entrada en 2016 me habría encontrado con alguno de ellos convertido en propósito para el nuevo año.

Pero yo no soy una persona así y en cuestión de propósitos no tengo más posibilidad que fabular como si de verdad lo fuera, fabular sobre cuál haría mío, cómo lo cumpliría, cuánta alegría me provocaría ir avanzando y qué clase de orgullo sentiría al ver que me iba convirtiendo en una persona mejor.

Fabulando me encuentra, pues, el inicio de 2016 y pienso que el mejor propósito es el de no volver a ver nunca más el guirigay de los programas en que intervienen expertos hablando ex cátedra del bien y del mal, esas tertulias que están de moda en todas las cadenas. A veces son expertos, a veces patanes; unos son de derechas y como tales se creerían superiores, otros de izquierdas y como tales abusarían de la utopía; muchos dan lecciones de moral y de política; la mayoría acaban manipulando la información, y si se tercia se permiten descalificar al que les cae mal; pocos los que reconocen los fallos y errores de sus líderes y partidos; una gran parte presume de conocer el futuro y, en general, cuidan tan poco su discurso y se expresan de forma tan zafia que, si Azaña resucitara, volvería él solito a la tumba por no oírlos.

Rosa Regàs - Canal Literatura 2006

Pero ninguna de estas razones sería la responsable de mi propósito de apagar la tele cuando aparecen; al contrario. De hecho casi todas son aptas para el debate que ayuda a los telespectadores a establecer el suyo propio entre lo que piensan y lo que oyen, lo cual es bueno porque bien sabido es que sin debate no se incrementa el conocimiento, lo provoque quien lo provoque. Siempre que nos enteremos, claro.

No. La única razón por la que tomaría la determinación de desconectar una de esas tertulias es cuando se nos hace insoportable verles hablar todos al mismo tiempo, interrumpirse e, indiferentes al enredo que organizan, siguen hablando dos o tres de ellos a la vez y por si fuera poco a gritos, y aunque por sus caras intuimos que entre ellos parecen entenderse y disfrutar, y tal vez porque su partido o su maestro les ha dicho que así funcionan los debates, toman por victoria hablar cuando el otro no ha acabado aún y nosotros entre tanto, sin saber lo que dicen, creemos volvernos locos, nos sentimos estafados y, lo que es peor, pertenecientes a una sociedad que aún no ha descubierto lo indispensables que son la buena educación y el civismo en todos los órdenes de la vida, para la convivencia y el progreso.

Rosa Regàs

Entradas relacionadas

Publicado en El Correo de Bilbo y otros periódicos del Grupo Vocento, el 24 de enero 2015

Un comentario:

  1. Elena Marqués

    Quizás tengas razón y lo sano sea apagar la tele ante la falta de educación de quienes se asoman a ella (en una gran parte de la programación, todo hay que decirlo). Igual, si bajan las audiencias, se replantean los formatos. Aunque mucho me temo que hay otra mucha gente a la que le gusta una pelea, aunque sea de esta guisa, más que a un tonto un lápiz.
    Saludos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *