(Recitado por Hispalis)
No hay más verdad que ésta; y es que la tierra miente.
Por la sangre que muere apenas alumbrada,
la tierra no nacida llora; sufre por dar
a luz, por darse a luz, continente-navío.
Qué delicadamente palpita falsa furia
el centro de la tierra, lejano corazón
del pecho que no habitas, enternecido hierro.
Volcanes que germinan al fondo del océano,
que se paren, gimientes, de magma cima virgen.
Iracundos tsunamis que nacen y fallecen
clamor de tierra contra la bóveda celeste.
Glaciares que bautizan en pugna con el sol
y rompen, doloridos, aguas entre los cauces.
Miente; la tierra nace lenta, agónica, lava.
Por qué, por qué ese afán de ser como la piedra,
de arrinconar la luz, de estrangular raíces,
como la sombra puños tendidos en plegaria.
Viento, sí, viento, crudo viento; jamás la tierra;
nunca fingir amor, amando; plañidera
voz que se alarga y toca, sirenas que a lo lejos
cantan, como ballenas en la profundidad
de un niño solitario, planetas en la noche.
No sé si nace el viento, si muere ¿dónde? Fuerza
que desarraiga bosques y pecios y molinos,
simiente, delantales, ciudades portuarias.
Viento cuando en mi nuca baraja los cabellos,
cuando atraviesa montes de airado corazón
con su memoria hirviente de nubes y de pájaros,
de náufragos aviones, de peces voladores.
Pulso que no enflaquece como una estrella más
crucificada al hielo. Ciclones donde el águila
desgarra con los besos, donde escombra la atmósfera
su furia de avalancha y, vuelta a los confines,
rascacielos fugaz, estás de nuevo en ti
como las cordilleras entre los nubarrones.
– Gargantas que jamás desentrañaron lluvia
truenen bajo la noche.
II Certamen Poemas sin Rostro 2006