El pasado 21 de noviembre, por segundo año consecutivo en la sede de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, institución que ha respaldado este certamen nacido en Helsinki (Finlandia) a lo largo de sus tres últimas convocatorias, se falló en Madrid (España) la décimo tercera edición del Concurso Literario Ángel Ganivet.
Concurso Angel Ganivet, Salome Guadalupe Ingelmo
El acto reunió, como cada año, a escritores, docentes e investigadores del fenómeno literario, personalidades del ámbito cultural y editorial y asistencia diplomática de las embajadas de habla hispana acreditadas en España, que acudieron en nombre de todos los intelectuales de sus respectivos países. Por ello agradecemos especialmente su presencia, pues entendemos que constituye un signo de respeto hacia sus escritores e intelectuales en general. Nos honraron con su compañía la señora embajadora de Costa Rica, representación de la embajada de México —que siempre nos distingue con su respaldo y aliento—, de la de Paraguay, Ecuador y otras que huelga enumerar, pues todos somos compatriotas en la palabra, y en el hospitalario seno de la Literatura las nacionalidades se funden en una sola.
A lo largo de la velada se dio lectura pública al acta de fallo y se presentó el magnífico retrato al óleo con el que el ganador de esta edición ha sido premiado, obra del pintor español Alejandro Cabeza.
Tras el análisis de un total 1401 trabajos recibidos, enviados por participantes de 38 nacionalidades ‒argentina, austriaca, belga, boliviana, brasileña, búlgara, canadiense, chipriota, ecuatoriana, española, estadounidenses, francesa, caboverdiana, colombiana, costarricense, cubana, chilena, dominicana, guatemalteca, holandesa, hondureña, italiana, libanesa, mexicana, nicaragüense, nigeriana, panameña, paraguaya, peruana, polaca, portuguesa, puertorriqueña, rusa, salvadoreña, senegalesa, serbia, uruguaya, venezolana‒ desde un total de 41 países de residencia ‒Alemania, Argentina, Austria, Bélgica, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Chipre, Colombia, Costa Rica, Cuba, Dinamarca, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Guatemala, Honduras, Israel, Italia, Kuwait, México, Nicaragua, Países Bajos, Panamá, Paraguay, Perú, Polonia, Portugal, Puerto Rico, Reino Unido, República Dominicana, Senegal, Serbia, Suecia, Suiza, Uruguay y Venezuela‒, estamos muy satisfechos de constatar que la presente edición se ha revelado la más variada por cuanto a la procedencia de nuestros veinte finalistas se refiere. Jamás, en toda la historia de nuestro veterano certamen, habían estado tan repartidos estos puestos: España, México, Colombia, Uruguay, Ecuador, Perú, Costa Rica, El Salvador, Venezuela-Alemania y Cuba.
Por otro lado, muchos de nuestros participantes y finalistas son personas muy comprometidas con la literatura y la cultura en sentido amplio. A menudo también con la investigación y la docencia, dos actividades extremadamente generosas. De hecho, es muy probable que entre los nombres de los finalistas reconozcan inmediatamente uno, el de un ministro de Educación bajo tres gobiernos distintos y de Cultura y Patrimonio, además, en otro mandato, galardonado con el Premio de la Real Academia Española, entre otros de incontestable prestigio en América Latina. Serían tantos los ejemplos que podríamos mencionar, pero queremos trascender aquí lo particular para considerar esta la fiesta de las letras, sin más, sin nombres ni apellidos. Porque en la literatura somos hermanos y gracias a ella nos convertimos en una gran familia, un único y vibrante organismo.
Por eso, por el compromiso de quienes han sido galardonados, aunque también ha habido espacio —como es natural— para una poesía más intimista, muchos de nuestros textos finalistas han reflexionado sobre la función social del hecho literario y sobre sus implicaciones morales.
¿Puede quien da testimonio de situaciones brutales a diario no acabar insensibilizándose y deshumanizándose? ¿Dónde está la frontera entre el profesional y la persona? ¿Qué debemos proteger por encima de todo, nuestra profesionalidad o nuestra propia humanidad?
La autoridad moral del creador constituye otra piedra angular de esta edición. Un argumento espinoso que manifiesta la envidiable capacidad que nuestros participantes tienen de cuestionarse, su disposición analítica y crítica. En definitiva, su honestidad intelectual y su valor a la hora de exponerse y de abordar asuntos delicados y polémicos.
¿Es siempre el escritor consecuente? ¿Los principios que vertebran su obra rigen siempre también su vida? ¿Un excelente creador es necesariamente un ejemplo moral a seguir? ¿Un buen escritor es siempre una buena persona?
Naturalmente, la respuesta es “no”. Porque también entre los escritores —al menos entre algunos, quiero pensar que entre los menos— florece la soberbia, la prepotencia, el egoísmo o la desconsideración. Algo que en cualquier caso no justificaría ni volvería admisible el talento, en ocasiones incluso mucho más limitado de lo que el narcisismo se empeña en creer. A veces, en efecto, la valía o la belleza de una obra literaria no encuentra reflejo en la conducta personal y privada de su autor. Los ejemplos conocidos son varios, aunque quizá uno de los más célebres, gracias al cine —El desencanto—, es el de Leopoldo Panero.
Pero volvamos a esa interpretación del hecho literario como compromiso social. Incardinado en esa aproximación a la literatura como revulsivo encontramos, como exponente realmente destacado, tanto que dio su propia vida por ello, a uno de los más prolíficos y polifacéticos intelectuales del siglo XX, poeta, cineasta y periodista: Pier Paolo Pasolini, protagonista del poema ganador de la presente edición, obra de Manuel Moya.
Preocupado siempre por los más vulnerables, en Pasolini subyace, en todo momento, una intención didáctica y una inclinación natural hacia la pedagogía. Él no solo quiere dar voz al pueblo y defenderlo, sino que además pretende dotarlo de instrumentos, despertarlo para que él mismo aprenda a velar por sus propios intereses. Lejos del adoctrinamiento de cualquier signo, lo que el escritor persigue como fin último, como supremo bien que ha de ser restituido a sus legítimos propietarios, es la libertad de pensamiento. Inevitablemente, su proyecto había de entrar en colisión con numerosos intereses. Esencialmente políticos y económicos. Y ello habría de ocasionarle la persecución y finalmente la muerte.
Porque los hombres y mujeres de pensamiento, los maestros, quienes enseñan a razonar a los demás, quienes forman las mentes y las hacen libres, nunca han estado de moda, jamás han gozado de buena reputación entre las clases privilegiadas. Pues quien detenta el poder no está dispuesto a correr el riesgo de perderlo.
Concurso Angel Ganivet, Salome Guadalupe Ingelmo
Sócrates, Séneca, Hipatia… Cada uno con sus particulares circunstancias, la lista de víctimas es larga, demasiado larga. Porque, aunque hoy ya no nos condenen a muerte como antaño —al menos no en Europa—, saben perfectamente cómo relegarnos al ostracismo cuando no resultamos cómodos. Por eso, más que nunca, es hora de perseverar. Para honrar la memoria de quienes nos precedieron y sin cuyo sacrificio nuestra especie no habría progresado.
Damos las gracias de nuevo a nuestros excepcionales jurados —Antonio Chicharro Chamorro, María Ángeles Pérez López, Francisco Azuela, Guillermo E. Pilía, Ángel Olgoso, José María Muñoz Quirós, Elisabeth Vivero, Osvaldo Gallone, Andrés Almagro González, Carlos Barbarito y Segundo Antares. Una breve semblanza de sus extensos currículos permanecerá a disposición de los lectores en nuestra web—, sin cuya labor no hubiese sido posible llegar a un fallo, a las instituciones que nos respaldan y a Alejandro Cabeza, sin el cual no hubiésemos podido presentar durante la entrega de premios tan soberbia obra.
El comité organizador de este certamen desea reconocer públicamente, una vez más, la labor de cuantos colaboran en la difusión de nuestras noticias: Ministerios, Universidades, Academias, Ayuntamientos, bibliotecas, revistas literarias, prensa escrita y digital y otros medios relacionados con la cultura. En deuda estamos también con todos aquellos que a título personal deciden hacerse eco de este evento a través de sus redes sociales, webs o blogs.
Y un millón de gracias, siempre, a vosotros, cada uno de nuestros participantes y simpatizantes, sin cuyo entusiasmo y confianza este evento no tendría sentido.
El texto que ha conquistado el primer premio en la presente edición y unas claves de lectura a cargo de nuestra coordinadora, la doctora Salomé Guadalupe Ingelmo, permanecerán disponibles en la web del certamen.
Hacia mediado o finales de febrero esperamos poder presentar la antología de los textos distinguidos. Estamos totalmente seguros de que no defraudará.
Salomé Guadalupe Ingelmo
Coordinadora del XI Concurso Literario Internacional “Ángel Ganivet”
E-mail Página web Blog @ConcursoLiterarioInternacionalAngelGanivet @Angel_Ganivet