El viernes, 17 de octubre, tuvo lugar la presentación de Versos perversos en la cubierta azul del Mato Grosso, mi tercera novela corta, la segunda que ve la luz bajo los auspicios de Ediciones Oblicuas. En el Carlos Baena se congregó un nutrido grupo de amigos a los que, siguiendo el guion de este tipo de acto, les hablé de mi libro.
Como siempre, llevaba preparadas mis palabras, y creo que por primera vez las pronuncié todas en el orden correcto. Normalmente los nervios me impiden hacer las cosas como quisiera; pero quizás el calor del público y lo poco que había dormido la noche anterior me amansaron un poco, y, después de ver el vídeo, me doy cuenta de que no lo hice del todo mal (aparte de mi manoteo intrínseco y las bromas de las que solo yo me río), aunque algunos me comentaron que, a estas alturas, no debo dedicar ese tiempo a justificarme tanto.
Sin embargo, y sin ánimo de llevar la contraria, sigo pensando que no soy sino una impostora en este mundo; que, aunque la Literatura es un término grande, o precisamente por eso, no caben advenedizas como yo que se dedican, tal como dije allí, a ensayar tanto en las letras como en la vida.
Mis libros son solo eso: un lugar en el que paso el tiempo, un juego en el que las piezas son las palabras y el resultado una historia; una manera impostada de pasar la vida por el simple hecho de que la normal a veces es absurda o aburrida o ambas cosas y, lápiz y goma en mano, me divierte eliminar los límites que separan a ambas, difuminar en una misma cosa, como al preparar las mezclas de las acuarelas, los contornos del mundo.
Continuaré, pues, emborronando lienzos con mis personajes, esos tras los que me escondo y que me muestran con demasiado descaro; pero ese simple estudio, como a los niños pequeños que se extrañan cuando consiguen encajar todas las piezas de un puzle, me hace tan feliz que no aspiro a nada más; ni, como dije allí, a pasar a la posteridad, ni a que me quieran más por lo que hago. Eso sí, continuaré en la tarea porque no es tal, ni ocupación trabajosa ni una losa que me pesa, aunque sí una cadena que me impide escapar. Bendita prisión esta en que me hallo.
Nada más. De nuevo gracias por acogerme (y espero que leerme) y, para los que por una u otra circunstancia no pudieron asistir pero me tienen cerca, ya saben dónde encontrarme, por si quieren que les firme un ejemplar e incluso (es una broma: igual soy solo yo la que me río) hacerse una foto con la autora. Y después, como dije antes de leer un capítulo de la obra, aquel en el que doña Catalina Zambrano, poeta desgraciada (casi mejor ese orden), inicia los preparativos del viaje en el Mato Grosso, pueden pasarse por el libro de visitas de esta página y dejar sus impresiones, pues estoy segura de que me resultarán de ayuda para (que me lo estoy planteando, aprovechando que la palabra se ha anclado en la nueva edición del diccionario) alguna posible precuela sobre la vida, por qué no, de Eusebio de Orellana antes de conocer a doña Catalina o la timorata Ángeles del Rosario y su lucha callada por no convertirse en solterona. En cualquier caso, si esto se produce, la culpa es de Pepe Quesada, el presentador, que sugirió la posibilidad de varias novelas tras cada uno de los personajes. Pero de ser así os avisaré con tiempo.
Un abrazo y hasta pronto.
Elena Marqués
¿Impostora tú?, que multiplicas las palabras como si de los «panes y peces» se tratara; que, a pesar de reproducir el habla coloquial (cuando es un personaje del pueblo), rezuman cultura tus palabras; que en cada personaje creas un trocito de vida; que ensanchas el universo del día a día. ¿Eso es ser impostora? No, eso es ser escritora. Elena, te voy a decir un secreto: «La literatura de todas las mentiras es la única verdadera».
Un beso casi tan grande como tú.
¡Muchas felicidades, Elena!
En la madrugada de ayer, aprovechando ese insomnio con el que a veces me premian mis hormonas, estuve viendo el video y me gustó sonreír con esas bromas de las solo tú te reíste (o eso crees
) y conocí un «manoteo intrínseco» que me comunicó frescura, sencillez y mucha ilusión (casi la de una niña) por seguir emborronando los folios en blanco de nuestras máquinas de escribir virtuales (llamadas «word») y encajando Letras como si fueran piezas de un puzzle.
Te deseo que tus versos perversos del «Mato Grosso» lleguen a muchos Grumetes intrépidos
Un fuerte abrazo, compañera.
Gracias a las dos por animarme a navegar.
Imagino que sabéis de los peligros de ese mar del folio en blanco y las veces en que el viento sopla en contra y desgarra el trapo.
Por eso llegar a puerto con el castillo intacto es toda una hazaña, y, si te reciben con andanadas de saludos, igual arreglas los despefectos, embreas la quilla y trazas en otra carta náutica un nuevo viaje al que invitar a la tripulación.
En eso caso, espero veros en cubierta.
Un besazo.