La llamaban desván. Por Yolanda Sáenz de Tejada
La llamaban desván los chicos de la escuela. Tenía unos ojos infinitos con un gran salón negro en el centro. Amueblaba su mirada una lámpara encendida de besos y pestañas. En el lóbulo, tierno, le prendían (como llamas) unos aretes de oro. La llamaban desván incluso, cuando la dejé preñada….