Nº4- Túmulo. Por Leo House

       No es verdad.

       Incluso en aquellos tiempos cálidos, de mangas cortas y colillas desnudas en playas espumosas.

       Siempre es fría, aunque no quede memoria o de la memoria se prescinda como de la grasa. Siempre pretendí adelgazar la historia y hacerla un cuento, a poder ser un cuento de esos que comienzan y acaban en la primera frase. ¿Cómo los llamaban?

       Micro-relatos, precisamente.

       «Un día estaba en la cuna y el mundanal ruido me hizo desfallecer»

       Creo que está bien. No hay más. ¿O sí? Lo veo, lo palpo aún en esa textura, sí, ha de haber más. Pero jamás saldrá de mi empeño.

            Hace escasos cuatro meses, llegué a donde ahora me encuentro: un escritorio, una ventana, un árbol… una anglosajona ardilla escalando vertiginosas ramas.

       Desde el país que había sido mi único mundo, mi espejo, mi sombra y mi vergüenza, partí, hacia lo que había soñado como un cambio que radicara en lo más hondo de mi ser y se esforzara en atajar las penas de mi pasado. Pensé en convertirme en otro aprovechando la inmersión lingüística. No sé si todo ha quedado en un ligero maquillaje, un revestimiento artificioso que, tal vez, se acabe evaporando en cuanto alcance el averno peninsular.

       Durante nuestros días norteños, en este intento de transformación, mis ojos se han ido quedando enmarañados en un entorno en el que me reconozco, aunque no me pertenezca.

       Especialmente, de toda esta geografía, hay un túmulo que hemos disfrutado, compartiéndolo, y que siempre nos acompañará.

       Esta misma tarde unos señores se han dedicado a cortar el césped de afuera. Esa colina que nos permite resguardarnos de miradas indiscretas ha perdido tupidez y apenas la reconocemos. Siempre se ha interpuesto en nuestro camino, bien cuando entrábamos, bien cuando salíamos. Impasible, te reta y no en pocas ocasiones hemos accedido a escalarla por uno de sus flancos para luego volver a descenderla. Al bajar, algunos han resbalado justo en el instante en que sus pies se despedían de esa textura mullida que luego, tendido sobre la losa que tenemos por cama, añoras como si ya fuera inalcanzable. Y lo era.

       Su cumbre parece intratable en días de lluvia. Alcanzarla en condiciones atmosféricas adversas requiere una experiencia de la que casi todos carecemos. Una vez escuché a uno de los jardineros hablando sobre el último jovenzuelo que había acometido dicha empresa. Según dijo, tras aquella intentona no se supo nada más de él. Entonces me marché apenado hacia mi pieza mirando de reojo aquel montículo que ahora me parecía maldito. Me sentí por un momento desgraciado, mísero, por haber creído en aquel lugar como el edén que nos esperaba a las puertas de casa. No cabía tal consideración para un lugar que tentaba y luego derrotaba, sin piedad.

       El recuerdo se acabaría esfumando entre esa neblina que despedía el túmulo en los días de invierno, estábamos seguros. Que en esa neblina quedaría algo de lo que fue, eso nadie lo sabe. Pero de lo que no cabe duda es de que la fiera singularidad que emana de esa colina hará que la extrañe allá donde vaya.

        Maldita sea, puedo palparla, aun tras el cristal. Una vida que son manchas borrosas en el tapiz de la memoria. Quedarán las imágenes, pero nada tendrán que ver con lo que fue.

        Es cierto. Después de todo.

        Preferiré Inglaterra lloviendo témpanos, como preferiré mi país derretido en temperaturas infernales, y tus ojos en ascuas pidiéndome coherencia.

       Pero siempre será fría, la despedida, del túmulo, de su geografía y de las húmedas horas, tumbados en su falda, hablándonos hacia la lluvia como si nos viéramos reflejados en las gotas que nos acribillaban.

 

 

 

18 comentarios

  1. Comprobando si había comentado todos los relatos o no, me di cuenta de que, efectivamente, me había dejado alguno en el camino. Y uno de ellos es el suyo. Aquí estoy para enmendar mi despiste.
    Inquietante historia que tiene como protagonista a un túmulo con poderes «siniestros». Su visión te da pie para un deambular de pensamientos y emociones maravillosamente escritos. Me ha gustado este relato misterioso. Cuyo enigma está desde el principio al final del mismo. Enhorabuena y suerte.

  2. He leido tu relato y los comentarios más recientes hasta llegar al de Furtiva, ya no he seguido porque estoy totalmente de acuerdo con ella. Me gustan los caminos poco transitados y he dicho los caminos, el fin a veces no tiene tanta importancia. ¿O es el camino un fin en si mismo? Bueno, no sé.
    Suerte.

  3. ¿Despedida o encuentro? No lo sé, me asomé y me dio vértigo.
    Muy bien escrito. Enhorabuena

  4. Honda reflexiones, como he leído en los comentarios, pero para su autor, porque no termino de entender la historia.
    Suerte

  5. Leo House le diré que usted ha levantado un túmulo sobre sus reflexiones. El simbolismo para esta lectora tiene un valor enorme . A veces una historia empieza y termina en el mismo acto de creación ,sin que tenga necesariamente que tomar forma.Un viaje es un camino,y no necesariamente debe tener una meta ,un final. Solemos aplicar normas según lo establecido y a una servidora, le encantan los moldes rotos. Enhorabuena, a mi me han deleitado esos hilos metafóricos convertidos en palabras geográficas que describen una mente especial y en libertad.

  6. Reflexión… roer de ardillas inglesas y mucho frío derretido de infierno.
    Mucha suerte.

  7. Ricardo C. de León.

    Mi origen inglés me había asomado esperanzado a este relato. Precioso manejo del lenguaje…pero ¿Y la historia?

  8. ¿Inglaterra te hizo así, Leo House, como a Greene?

  9. Relatar una actitud, un estado de ánimo, sin desvelar claramente el motivo, es un ejercicio complicado. Me ha interesado tu texto, aunque al final me ha quedado una sensación de falta. Quizá me he perdido en el ambiente neblinoso que describes. En cualquier caso, lo celebro como diferente y te deseo suerte.

  10. Supongo que es un texto múltiple, que transmite a cada lector la sensación que pueda asociar a tus imágenes. Transmite, quizá eso es lo que importa.

  11. Sospecho que escribes muy bien y que te has permitido vomitar lo que te ha apetecido, sin censuras ni miedo.
    Y yo sospecho que tengo que leerlo más despacio para comprenderlo.
    Y también sospecho que eso, a ti, te importa un bledo. Enhorabuena.

  12. Una preciosidad esos túmulos británicos, pero hay muchos que no los concen y es difícil hacer comprender de qué se trata.
    Me parece que es una crónica muy bien escrita.
    Suerte

  13. El gusto de escribir por escribir se acompaña a veces por el gusto de leer por leer.

  14. Tu relato lo he leído dos veces porque sabía que en la primera lectura me dejaba algo.
    Un relato interesante que creo tendrá distintas lecturas. A mi cabeza ha venido una frase de Woody Allen, «No le temo a la muerte, solo que no me gustaría estar allí cuando suceda».
    ¡Suerte!

  15. El Tercer Gato de D. Melitón

    Si es que eso de sacar a las criaturas de su hábitat… Jolín con las ardillas británicas, qué hablar tan repulido tienen.
    Suerte.

  16. Leo te deseo mucha suerte con este trabajo.Me ha gustado especialmente por el estilo de lenguaje que has utilizado.

  17. El Pérfido Samaritano

    Hondas reflexiones, vive Dios. Se las transmitiré a mi hija, empeñada como está en salir de Erasmus. Alguna enseñanza sacará de ellas, seguro.

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