Nº16- Mi pez y yo. Por Bogardilla

     Cuando Ana me dejó, tardé un par de días para decidir si aceptaba quedarme con el acuario. Tras sopesar pros y contras, accedí. Le dejé bien claro que necesitaría un teléfono para avisarle cuando fuera a salir de la ciudad, pues no podía implicar a ninguno de mis amigos en la obligación de atenderlo. La verdad es que creí que, acostumbrado a la presencia relajante de aquella enorme caja de luz verdosa iluminando tenuemente el salón, de algún modo, el silencioso baile de los peces supliría su ausencia.

     No fue así. En pocas semanas me di cuenta de que mi vida se había desmoronado al perderla y que las dos únicas actividades que seguía cumpliendo escrupulosamente eran acudir al trabajo y ocuparme del acuario. Por lo demás, me encerré en casa y dejé de contestar las llamadas y mensajes de mis amigos. No encendía la televisión ni el ordenador, no alquilaba películas de vídeo, ni tampoco me apetecía poner música o tocar el saxo. No cocinaba y apenas limpiaba el apartamento. En cualquier caso, daba por sentado que la ruptura de una relación de varios años iba a dejarme machacado durante una buena temporada. Para compensar la soledad, me llevaba trabajo a casa y, por las noches, cuando no conseguía dormir, intentaba leer los libros que había ido comprando en aquellos años felices en los que la cintura morena y la melena negra de Ana eran la mejor lectura para un hombre loco de amor. Sin embargo, al revés de lo que había supuesto, no me quedaba contemplando las misteriosas evoluciones acuáticas de los habitantes del acuario durante las largas horas en que el dolor que me causaba el recuerdo de mi perdido amor me impedía leer o trabajar. Me limitaba a echarles su ración diaria de alimento y comprobar las constantes, y, una vez a la semana, cambiar una parte del agua y limpiar los filtros.

     En esa ocupación estaba una tarde cuando María, la viuda que vivía en el piso de al lado, llamó con insistencia al timbre. Había observado que, aparte del silencio, tampoco tendía ropa en el patio de luces. Mi salud mental, y no el enterarse de los detalles de la desaparición de Ana, eran, por supuesto, su único interés. Me deshice de ella tan pronto como pude y volví al acuario a terminar mi faena. Entonces descubrí el primero de los peces flotando panza arriba. Lo saqué con la redecilla y lo tiré por el inodoro sintiendo una leve aprensión. Aunque acababa de comprobarlos, volví a revisar la temperatura y el pH del agua, el filtro y la flauta de aireación. Todo estaba en orden. Después recordé la visita de la vecina; puse una lavadora y limpié el cuarto de baño y la cocina. Al acabar, me sentí muy cansado. Tras comprobar una vez más que el resto de los habitantes del acuario no habían sufrido percances, me fui a dormir. A las tres de la mañana, la pesadilla del tsunami había vuelto, dejándome sentado en la cama, empapado en sudor y con los ojos abiertos como empujados por un resorte. Fui al salón y me senté en el sofá. En el acuario, los peces iluminados recorrían sus caminos invisibles y sin sentido aparente. Como mi vida, recuerdo haber pensado antes de quedarme dormido.

     La tarde siguiente, al volver del trabajo, un segundo pez muerto estaba siendo devorado por sus compañeros. Hice lo mismo que con el primero y comprobé a conciencia el calendario del cambio de agua y su temperatura, el funcionamiento del sistema de aireación y el filtro e, incluso, la caducidad del alimento que les daba. Todo estaba bien y, sin embargo, cada uno de los tres días siguientes apareció un cadáver nuevo. Pensé en llamar a Ana, pero no me sentí capaz. Aún no habían pasado dos meses desde que se fue: estaba seguro de que no podría responder a un simple “¿Cómo estás?” sin que me temblase la voz al mentir. Y tampoco podía decirle la verdad. Además, los tsunamis volvían cada noche. Decidí que, si moría otro pez, llamaría a un servicio de mantenimiento de acuarios.
Sin embargo, la epidemia, o lo que quiera que fuese que habían sufrido, se detuvo. En quince días no hubo defunciones y eso contribuyó a levantarme un poco el ánimo. El fin de semana hice limpieza general del apartamento, una compra grande, guisé y congelé para un par de semanas e incluso adquirí un pack de cine clásico que encontré de oferta. Vigilaba con obsesivo celo el acuario, aunque todo parecía ir bien en mi pequeño mundo submarino. También del tendedor colgaban con periodicidad semanal las coladas, para tranquilidad de mi vecina. El insoportable dolor que la ausencia de Ana me provocaba parecía haberse atenuado ligeramente. Como todo el mundo me dijo los primeros días, la vida continúa y el tiempo cura las heridas del amor.

     El siguiente sábado me di cuenta de que se estaba terminando la comida para peces. Fui a la tienda de mascotas y, mientras esperaba mi turno, me quedé mirando los acuarios: un pequeño y bellísimo pez de color negro y largas aletas ondulantes atrajo mi atención. Cuando me atendió el dependiente, le pregunté por sus características y me dijo que era un Betta, originario de Malasia, perfecto para mi acuario y nada conflictivo. Pensé en el hueco que habían dejado las defunciones y decidí llevármelo. Al llegar a casa, introduje la bolsa en el acuario para igualar la temperatura. En la cocina, me hice una ensalada y un grueso filete de buey apenas pasado por la plancha. Lo puse todo en la mesa del salón, frente al acuario, abrí una botella de vino de crianza y liberé al pez. Comí con apetito mientras miraba la danza de adaptación de la elegante criatura a su nuevo hábitat. Cuando terminé de comer, recogí la mesa y puse la cafetera en el fuego. Mi casa estaba limpia y el olor del café me invitó a bajar las persianas y poner en el vídeo la última de las películas que me quedaba por ver. Supongo que en algún momento me quedé dormido. La pantalla del televisor estaba azul y por las ranuras de las persianas ya no entraba luz, cuando me di cuenta de que la gigantesca ola no caía sobre mí, sin escapatoria en la estrecha franja de arena con el inexpugnable acantilado a mi espalda. El suave zumbido del acuario atrajo mi mirada. Mi nuevo pez parecía disfrutar ejecutando un increíble baile solitario con su cuerpo flexible y desplegando la aleta caudal en forma de abanico. El resto eran movidos por la corriente de agua del aireador, trazando lentos círculos cerca de la superficie del agua. Alguno aún boqueaba intentando resistirse a la muerte.
Marqué el número de Ana. Su voz me llegó distante y fría, como si cientos de millas oceánicas nos separasen, envuelta en ecos y reverberaciones. Me dio la impresión de que me hablaba a través de una interminable hilera de caracolas atadas unas a otras por cintas de algas blandas y verdes. El sonido iba y venía, serpenteando igual que la espuma de las olas en la orilla. Le confesé la mortandad de peces y escuché como respuesta una risa de delfines, un crepitar de pinzas de langosta, el zumbido eléctrico de una raya. Me eché a llorar. Mi pez me miraba de frente, su boca distorsionada en una sonrisa maligna. Los cadáveres de sus difuntos compañeros descendían lentamente hacia el fondo del acuario. Una pared de agua espesa e intensamente azul se movía hacia mí a cámara lenta. Lo último que escuché fueron los gritos de mi vecina al otro lado de la puerta de entrada y las sirenas de los bomberos.

     Ahora estoy en una residencia de reposo —o así le llaman— y mi habitación carece de cuarto de baño. Para acudir a él, siempre me acompaña un enfermero. De vez en cuando, mi pez negro viene por el cielo azul, ondulando despacio, y se para delante del cristal de mi ventana, que no puede abrirse. Su mirada es totalmente inexpresiva y abre y cierra la boca, expulsando pequeñas columnas de burbujas hacia las nubes. Ya no ríe, pero sé que es ella.

 

 

67 comentarios

  1. Cuando leí tu poema y comprobé que el ciprés era ya bosque me alegré mucho. Después intenté rastrearte en el Certamen de Narrativa Breve. Y creí haber dado contigo al encontrar el relato de Nominá. O tú o Ángela, una de las dos. Pero no, ninguna de las dos sois de las que abandonan. Por último, alguna de las imágenes de la llamada telefónica en Mi pez y yo me llevaron de nuevo a Mutación y aprecié ciertas similitudes. Pero decidí esperar, seguro de que el tiempo despejaría la incógnita al publicarse las nominaciones. Y así ha sido.
    Mi más cordial enhorabuena, si no te cuidas vas camino de ser Dama de la Literatura 2014.
    Yo también espero coincidir en Murcia.
    Un abrazo.

  2. Bogardilla, la sonrisa de tu pez no era inquietante, era la sonrisa del triunfador. Enhorabuena.

  3. Enhorabuena, Bogardilla. No había leído tu relato antes pero me. encanta tanto por la narracion como por la historia

  4. Felicidades, merecido lugar entre los finalistas. El relato es de gran calidad y el desenlace final, un cierre magnífico.

  5. Te felicito por estar entre los diez finalistas.
    Abrazo.

  6. Enhorabuena. Nunca un reconocimiento fue más justo.
    Toda la suerte del mundo.

  7. Quería ser la primera en darte la enhorabuena.
    felicidades.

  8. Subrayo dos muestras de gran calidad:

    «Para compensar la soledad, me llevaba trabajo a casa y, por las noches, cuando no conseguía dormir, intentaba leer los libros que había ido comprando en aquellos años felices en los que la cintura morena y la melena negra de Ana eran la mejor lectura para un hombre loco de amor.»

    «En el acuario, los peces iluminados recorrían sus caminos invisibles y sin sentido aparente. Como mi vida, recuerdo haber pensado antes de quedarme dormido.»

    Felicitaciones a la autora.

  9. Me gusta tu cuento, Bogardilla, muy bien trazado el paralelismo entre la vida de pez que tiene ese pobre hombre «abandonado» y su pecera, tan bien descrita, por cierto.
    Y el final muy simpático.
    Se nota que tienes oficio.
    Un abrazo.

    • Pasas por aquí, Leuké, y con la misma «simpatía» que transmites por tus golondrinas has dejado a mi pobre pez, que para otros fue terrorífico. Me has dibujado una sonrisa. Gracias por tus palabras y un abrazo también para ti.

  10. Magnífico tu relato. Coincido con alguna otra comentarista en mi poca afición por las peceras: siempre me parecieron prisiones edulcoradas, como las jaulas de los pájaros.
    Pero es muy acertada la elección de la pecera como elemento aglutinante simbólico: la muerte escalonada de los peces, símbolo del desmoronamiento paulatino del personaje, encerrado a su vez en las peceras del apartamento y de la otra residencia. Y siempre acechando las pesadillas del tsunami o del pez negro con su sonrisa inquietante. Poderosa la imagen final del pez tras la ventana -los papeles se intercambian-.
    En resumen, tu relato chorrea belleza y fuerza. No necesitas que te desee suerte. Enhorabuena.

    • Gracias, Petrarca. Tus dedos teclean caricias y curan las llagas del alma. Un placer coincidir contigo en el certamen.

  11. No sabes cuantas veces he visto yo ese pez negro y gigantesco ondulando ante mí y abriendo la boca como si se ahogase. Será por eso que odio las peceras, pero tu relato me encanta. El desaliento tiene ese algo de parsimoniosa lentitud, de leve dolor melancólico, como la torpe felicidad de esos peces que tienen la suerte de olvidar su pasado a los tres minutos. Muy buen relato lleno de imágenes preciosas. Mi enhorabuena y mi voto.

    • Gracias, Epicúrea, por el comentario y ese voto tan amable. Que tu pez te sea leve y la memoria de tus lecturas larga, pues por tu apodo intuyo que buscarás en ellas el placer, ya que no te encuentro como autora.

  12. J.B. Ballantines

    Impecable redacción; implacable argumento. Por poner un pero, habría preferido un final más contundente, cuestión de gustos. Me ha hecho pensar en la Highsmith de «Mar de fondo». Los devaneos mentales introspectivos pueden llevar por tormentas aún más revueltas. Después del «Experimento Rosenhan», ¿quién sabe?

    • Gracias por comentar, Sr. Ballantines, y por la comparación. Me voy a tomar un whiskito a su salud ya mismo.
      El final, obviamente, puede ser distinto. Entre otras cosas, un sanitario me ha dicho que ahí no hay síntomas para ingresar a nadie, ni siquiera en una «clínica de reposo». La elipsis no fue argumento para rebatir su opinión. En fin. Benditos lectores.

  13. Hola bogardilla, yo también me he sorprendido viendo en mi relato como algunos lectores se despistan por un número o confunden un verbo con un nombre propio. Hay lecturas rápidas y otras más sosegadas.
    Yo he leído tu relato con atención y la ruptura amorosa a secas como desencadenante me parece un motivo manido y flojo. Primero porque se da a entender que es acordada, ya que el muchacho opta por cuidar el acuario de ella. Por eso señalo que quizá el relato hubiera ganado más si hubiera empezado con el párrafo final. Sabiendo que está loco de atar nos daría la intriga para averiguar porqué llega a esa situación.
    Según el proceso que relatas, a mí personalmente, me parece que a todos en algún momento de cambio o de stress y, según el estado de ánimo, nos pasa de vez en cuando. Romper una relación, fluctuar entre el abandono y la limpieza compulsiva, el insomnio o el apetito y/o sentirse molesto con los chismorreos de las vecinas creo que es algo que sufre el 90% de la población mundial alguna vez en su vida y no creo que podamos considerar a todo el mundo sospechoso de estar desequilibrado. Además, en el momento en que el protagonista reconoce que tiene una salud mental precaria ya nos informa que es consciente del problema por lo que se presenta como bastante cuerdo.

    Cuando hablo de hilo temporal, me refiero a que señalas si es la tarde anterior o siguiente, pero fuera de esa apreciación al inicio del párrafo, pueden ubicarse a placer.
    No sé si tendré ocasión de leer tus obras completas, pero ahora solo tengo este relato para opinar. Respeto tu elección y tu estilo, pero no sabría explicar que la ruptura de una relación acordada llevara a la locura por lo que cuenta este texto y como lo cuenta. Sin embargo ya ves que hay quien lo considera un relato de terror, eso sí que me ha sorprendido a mí. Para gusto los colores.:)
    Suerte Bogardilla.

    • Muchísimas gracias, Freya.
      Ahora sí que he entendido tu primera opinión, y no sabes cuánto te agradezco que te hayas detenido con paciencia para explicarme tu punto de vista. Es lo mejor de poder recibir las respuestas de los lectores, el entablar un diálogo que siempre será fructífero.
      A veces nos cuesta explicarnos bien a la primera -como comentaristas-; a veces -como autores- hemos trabajado nuestro texto hasta el punto de no ver que el lector que lo lee por primera vez no va a captar detalles que nosotros ya damos por sobreentendidos. Ahí está, para mí, la dificultad: qué o cuánto explicar, qué o cuánto quitar y dejar al entendimiento del lector.
      Ahora veo que no está claro que no es el abandono lo que precede al estado depresivo/trastornado del protagonista, sino al contrario: ella lo ha dejado, suave y amigablemente, por la imposibilidad de mantener la relación. Y yo no creí necesario explicarlo, pero ahora entiendo que, de algún modo, debería estar, como una clavija más, para la completa comprensión del lector, de un lector atento y cuidadoso como has demostrado ser tú.
      También es buena tu sugerencia de haber empezado el relato por el final; una opción mucho más difícil, por cierto, pero interesante a la hora de trabajar la estructura del relato, y que deberíamos tener en cuenta siempre. Como ejercicio literario, muy recomendable. Puede que vuelva sobre él y lo haga, para ver si sería capaz de llevarlo a cabo y quedarme más satisfecha que con esta opción.
      Un abrazo sincero.

  14. Estimada Bogardilla,

    muy bueno este relato de desamor y locura. Estos pececillos que se van muriendo… Yo pensé que el pez negro (¿trasunto de la chica?; ¿viuda alegre?) iba a ir devorando a todos los demás. Quizás uno espera que lo escrito confirme sus sospechas, pero ese tsunami devastador cargado de lirismo (bellísimas palabras encadenadas, como las caracolas)es un remate perfecto.

    Mucha suerte en tu camino por el concurso,

    Pacífica

    • Gracias, Pacífica, por haber detenido tus pasos también en mi cuento.
      Al elegir el tipo de historia sí pretendía, claro, ir creando en el lector cierta ansiedad y, obviamente, el papel protagonista del pez negro estaba cantado… Habría sido una opción hacerlo metáfora del lento descenso hacia la locura, pero quería reflejar la «opción tsunami», el salto definitivo al vacío, la pérdida, no por anunciada menos repentina, de la consciencia.
      Pero sí, el pez negro vuelve, permanece, como símbolo de que lo que se ha roto por dentro no puede reconstruirse, y como tú supiste leer sin estar escrito, se ha ido comiendo todos los peces de colores de la felicidad.
      Felices lecturas y provechoso paso por el certamen, ya que no veo cuento con tu nombre. Un saludo.

  15. Perdona la tardanza, Bogardilla, es el maldito tiempo que siempre nos acecha. Me lo has recordado tú al leer el mío.

    Pues igual la he pifiado con mi comentario, pero no te preocupes, será culpa mía, mi capacidad es la que es… Yo entiendo (y te avanzo que soy principiante) por relato de terror cuando sucede algo fantástico (los peces van sucumbiendo poco a poco a pesar de que todo está bajo control), y se crea tensión o suspense en el lector. También vi muchas expresiones que me hacían pensar que el tipo acabaría grillado y eso ponía más suspense por saber que ocurriría (con un tipo trastornado, nunca se sabe); por ejemplo: Mi vida se había desmoronado. Iba a dejarme machacado. Mi salud mental… Me deshice de ella tan pronto como pude (la vecina). La pesadilla del tsunami había vuelto. Los peces iluminados recorrían sus caminos invisibles sin sentido aparente, como mi vida.

    Por eso decía, modestamente, “como si fuera un relato de terror” (ya sabes, si no estás segura, pasa de puntillas, pero tú has estado atenta).

    Luego llega el pez Betta mientras los demás sucumben definitivamente y, finalmente, su intento de pedir socorro a Ana por vía telefónica donde en lugar de a ella oye las caracolas, la risa de los delfines, el crepitar de pinzas, etc.etc.etc., hasta acabar completamente tarado y encerrado. Igual me dejo algo, pero esa es la idea central. Por eso decía al terminar mi comentario, que acaba siendo un relato de terror, pero siempre a mi juicio, claro.

    ¡Ah!, que el relato me resultara ameno…. Pues yo quise decir entretenido, igual también la he pifiado y ameno no quiere decir eso. Bueno, a ver si he conseguido aclararte lo que me pides.

    Un saludo, Bogardilla, y, lo dicho, suerte.

    • Muchas gracias por explicarte, Enara. Y de pifiarla nada de nada, al contrario. Los comentarios que hacen pensar son los más válidos, al menos para mí.
      Más que terror, lo que he pretendido crear ha sido inquietud, suspense y, sobre todo, representar cómo la cordura se nos puede desmoronar a causa del desamor. Quizá -ya dependerá de la sensibilidad de cada uno- pueda dar un poquito de miedo intuir hacia dónde derivará el trastorno del muchacho. Terror es una palabra mayor, qué más quisiera yo que saber cómo provocarlo.
      Ameno… yo lo entiendo más como agradable o placentero. Claro que hay a quien le pone la ansiedad, jeje. Vale; entretenido, en el sentido de que no te aburrió: pues me alegro mucho, porque casi es lo principal, ¿no?
      Gracias de nuevo, Enara. Es un placer comentar los textos.

  16. Hola Bogardilla,para mi es un relato tan abierto y que deja tantas incógnitas al lector que puede decirse que es un «sirvase usted mismo». El final, podía haber sido el principio o al revés,incluso podría haberle dado más intriga si cabe. El elemento principal, el acuario, puede representar desde el universo hasta una lavadora centrifugando a gusto del lector, igual que la llamada telefónica puede sugerir cualquier cosa.Si no fuera por el hilo temporal que describes incluso se podrían cambiar los párrafos de lugar sin que se notara sustancialmente.
    Si alguien me preguntara que me has querido contar, no sabría muy bien como explicarlo.
    Creo que está bien escrito y que el oficio que demuestras podría haberse empleado en una historia más consistente y más creible.
    Te deseo mucha suerte compañera.Saludos.

    • Hola Freya.
      Me has dejado bastante desconcertada con tu comentario, y eso es bueno. Lo revisaré a la luz de tu mirada para intentar descubrir por qué te has quedado con esa sensación de relato abierto, sin saber qué he querido contar y, sobre todo, con la posibilidad de jugar con el orden de los párrafos (a pesar del hilo temporal que citas, luego has podido seguir) y ver si nacen historias distintas a la que creía haber escrito. Algún día quedamos y te enseño alguno de mis cuentos «oscuros», de personajes entremezclados y sin cronologías orientadoras, je, je.
      Pero primero voy a pasar por tu mirlo blanco, para conocerte un poquito más.
      Un saludo y gracias por comentar.

  17. Buen manejo del idioma. Buena y cuidada redacción. Su tema, la locura, nos va envolviendo con lentitud y nos lleva de la mano hasta el final del relato.

    • Gracias por tus palabras, Duna. Una pequeña e intrascendente locura, la de mi protagonista, al lado de la inquietante, fría y perversa deriva psicológica que se advierte en la tuya.
      Un saludo.

  18. Hola Bogardilla:
    La lectura de tu inquietante relato me ha resultado especialmente interesante, por la manera tan magistral con la que has tratado un tema tan universal como es el del desamor, el abandono por parte de alguien a quien amas, y toda la angustia y el temor que esta situación conlleva (¡ay, qué vida tan triste!). La historia atrapa al lector desde el principio, y aunque éste ve algunos indicios de desestabilización en el personaje del hombre, no es capaz de imaginarse ese final tan sorprendente. Chapeau!
    También me ha encantado ese toque poético que impregna todo el relato. Se ve que dominas el arte de la narración y estoy convencido de que, además, eres un o una gran poeta.
    Enhorabuena y mucha suerte.

    • Gracias, Ahuntsic. Quizá sólo la poesía nos salva del desamor… o no.
      La misma suerte le deseo a tu bello relato.

  19. La locura por el abandono de la compañera sentimental. Escrito como si fuera un relato de terror con una estructura muy dosificada, van muriendo poco a poco los peces mientras cuenta el comienzo de su demencia, la intromisión de la vecina, sus continuas pesadillas… Finalmente se trae al pez negro que acaba por quedarse solo entre peces moribundos. Me ha resultado ameno leerlo y el final lo convierte definitivamente en un relato de terror.

    Suerte, Bogardilla

    • Gracias por la lectura, Enara. No entiendo muy bien lo que significa que al principio digas «Escrito como si fuera un relato de terror…» y termines con «…el final lo convierte definitivamente en un relato de terror.»
      En cualquier caso, «ameno» parece una contradicción con esa lectura, ¿no?
      ¿Hay un relato tuyo para pasar a verlo?

  20. Contaba Maupassant que ante todo suceso extraordinario, debemos decidir si se trata de una realidad o de una alucinación. Y que el miedo, el misterio, duran sólo el tiempo que empleamos en tomar esa decisión.
    En el fondo, éste es el mecanismo más frecuente de un relato de misterio; esta estructura permite múltiples variantes que se pueden repetir hasta el infinito.
    Veamos:
    Primero la realidad: el abandono de la pareja.
    Sigamos con el elemento perturbador: el acuario.
    Las primeras muertes introducen la inquietud, lo inexplicable.
    Breve y engañoso retorno a lo cotidiano, a la normalidad.
    Y por fin el pez negro.
    La tragedia es ya inevitable, el intento de comunicación (la llamada telefónica) imposible.
    Sólo resta la locura.
    Tu relato es perfecto, Bogardilla. Enhorabuena

    • Benito P., muchas gracias. Has desmenuzado mi cuento y resaltado lo que quizá sólo en mi intuición estaba al escribirlo. Tu análisis también me sirve para seguir aprendiendo, al igual que el relato que presentas, como ya te dije. Es un placer coincidir con gente tan generosa en el certamen.

  21. Es un relato bien escrito, con pulcritud. Pero pienso que está sobrevalorado.

    • Te agradezco mucho, Don Pablos, que seas sincero, y me gustaría que, con toda tranquilidad, te explicases sin temor a dañarme. Me interesa mucho más ver qué -o por qué- no gusta de mi relato a un lector que todos los elogios anteriores, agradeciéndolos en el alma, por supuesto.
      Esa es la suerte de contar con un foro en el que comentar y recibir comentarios. Y aunque todos procuremos no herir a nadie, nunca pensaré que un comentario sincero es un ataque gratuito, nunca. Muy al contrario, valoraría que todos aplaudiésemos los valores y comentásemos lo que, a nuestro juicio, son carencias o defectos.
      Es más, yo misma voy a intentar ser un poco más valiente a partir de ahora, y os animo a echar las rosas con sus espinas y nuestra mejor voluntad.

  22. ¡Hola, Bogardilla! Cómo he disfrutado con tu relato; yo he tenido pecera con filtro y demás controles, y, muy a pesar mío, experimenté cómo los peces pueden morir por el estrés causado por otro, así que la «conversión» a ese mundo me ha parecido particularmente cercana. Me ha encantado la frase «escuché como respuesta una risa de delfines, un crepitar de pinzas de langosta, el zumbido eléctrico de una raya.»
    ¡Suerte!

    • Gracias, Juno. Me alivia, si has tenido acuario, que no me hayas sacado un montón de fallos. Procuré informarme para escribir sobre él, pero la verdad es que el que más a menudo veo es en mi dentista. Me inquietan (¿quizá por asociación?), ya lo he comentado antes, de ahí que lo eligiera como base del relato.
      Paso por el tuyo a dejar mi opinión.
      Saludos y suerte también para ti.

  23. Según yo lo veo, un excelente relato de terror con múltiples connotaciones psicológicas. O una metáfora de la selva como representación de las relaciones humanas proximales. O vaya usted a saber qué más…
    En resumen, un relato abierto en el que habrá, seguro, tantas interpretaciones como lectores.
    En cuanto al estilo, la gramática, etc., apostaría lo que fuera a que no es ni el primero, ni el séptimo, ni siquiera el septuagésimo cuento que escribe el autor o autora (después de los aproximadamente cien primeros). Se percibe ya en el segundo párrafo, y con esto está todo dicho.

    • No tantos, no tantos, creo, aunque este vicio me persigue desde… ¿siempre?
      Gracias por tus excelentes lecturas y comentarios, gracias especialmente por éste.
      Ciertamente es un relato que busca que cada lector encuentre esa connotación con su propia experiencia. El margen de interacción que nos regala este foro es imprescindible para recibir las señales que emiten los pájaros que devolvemos al viento. La tuya ha sido muy gratificante.
      Un saludo.
      ¿Participas? Espero que así sea, y disfrutar de un buen relato tuyo.

  24. Hola, Bogardilla,

    Me ha encantado tu historia de destrucción personal con el acuario como línea argumental. La tensión va in crescendo y eso es difícil de conseguir con tan pocas palabras. Enhorabuena y suerte.

    • Gracias, lo mismo te deseo, Hypatia.
      Con un poco de suerte, mi protagonista será capaz de dejar la clínica y tomarse un capuchino sin ansiedad. Puede que, en ese caso, sus reflexiones fuesen parecidas a las de la tuya.
      Un placer.

  25. Una amiga, de una amiga, de una amiga… Osea, yo, tenía un pez que roncaba. Era un Locha Payaso. subía y bajaba con sus ronquidos y su pinta de avispa acuática, Roncando en un rincón de la pecera. Todavía no teníamos hijos cuando le adoptamos (valga la similitud), y supongo que por ello tenía tiempo de espiarle. Los peces no utilizan camas, pero sueñan, vaya si sueñan, y como todo lo que sueña y está vivo, puede viajar a donde desee ir, o quizás a dónde le atraigan o le envíen los deseos de sueños de otras personas. Cuanto sunami hay por ahí, ¿Verdad?. Muy bien redactado, precioso cuento. Revelador. Mucha suerte, aunque no la necesita.
    Adel

    • Gracias por tus palabras, Adel, y por los peces que sueñan y viajan, espantando o convocando tsunamis, o escondiéndose a veces bajo las teclas de tu máquina de escribir. Ha sido un placer recibir tu visita.

  26. Hola Bogardilla, acabo de leer tu relato y debo decirte que, aunque al principio de la lectura me resultaba lento, con cada nuevo párrafo ibas captando mi atención, felicidades, has escrito un muy buen texto, enhorabuena y suerte.

    • Pues muchísimas gracias, madroca. Celebro que, poco a poco, te haya enganchado. Ahora que tengo un rato libre, busco si también te has presentado. Un saludo!

  27. Bogardilla me encanta el relato. Coincido con otros en que el final es notable,lleno de emoción. Te deseo mucha suerte,gran trabajo.

    • Gracias, Furtiva. Acabo de dejarte mis impresiones en tu relato. Suerte también para ti.

  28. No sé yo, pero me parece que este joven ya estaba un poco taradito antes de armarla con el acuario. Igual la pobre Ana huyó despavorida por los tsunamis nocturnos.
    Eso sí, si al perder la cabeza se vuelve poeta, yo quiero un poco también.
    Suerte.

  29. Ricardo C. de León.

    Siempre me han parecido unos animales anodinos los peces. La mente enferma del protagonista convierte esa pecera en una metáfora de su amor. No le valió de nada cuidar el acuario hasta la obsesión.
    Se nota que cuando escribió usted este relato cuidó también con mimo su particular narración, espero que el jurado no sea tan ingrato como su pez negro.Le deseo suerte, Bogardilla, se merece un buen reconocimiento; para mi ya es un relato ganador.

    • Espero que en el jurado haya algún Rey como usted, generoso monarca. O, al menos, algún leonés de pura cepa.
      Gracias por tus palabras, Ricardo. Espero un relato tuyo para devolverte la visita.
      Un saludo.

  30. Gracias, Aisara, por leer y comentar. Pasaré por tu relato. Un abrazo.

  31. Hay un paralelismo tan logrado entre el abandono del protagonista y la pecera que te mantiene en tensión hasta el final.

  32. Gracias por el comentario, Noniná.
    No tanta. Los peces, y más en los acuarios, secuestran mi atención. Hay algo inquietante en esos seres silenciosos recorriendo el exiguo espacio en el que viven, mirando siempre de reojo al visitante que los observa sin recato.
    Acabo de pasar por tu relato y créeme si te digo que me parece igual de imaginativo, pero mucho más difícil hacer creíble a tu Pilar, tan cuerda al fin y al cabo.
    Un abrazo.

  33. Parece que todos estamos de acuerdo en que has escrito un gran relato. y se necesita mucha imaginación para que los peces desencadenen esta trama. La locura se va filtrando con una perfecta dosificación hasta apoderarse del protagonista, suavemente, sin concesiones a imágenes exageradas.
    El desenlace es espectacular: «Ya no se ríe, pero sé que es ella» y un escalofrío me recorrió la espalda. Bravo.

  34. Me ha gustado el relato y mucho más como lo terminas.

    Enhorabuena y suerte

    • Gracias por tus palabras. Veo que también tienes un relato. Pronto haré una ronda de lectura y procuraré dejar algunas impresiones.

      Suerte también para ti.

  35. El Pérfido Samaritano

    Una ruptura… una pecera (y sus habitantes) como último y desesperado nexo de unión con la persona que nos ha despreciado. Muy original. Impecable exposición de como el protagonista se va adentrando, arrastrado por su obsesión, a través de los intrincados laberintos de la locura. La escritura, muy profesional. Tu relato tiene muchas posibilidades de éxito, creo yo.

    • Gracias, (no tan) Pérfido Samaritano, por tus palabras. Veremos si tu fe coincide con la del jurado. Ojalá.

      Un saludo.

  36. El relato cumple con las condiciones de todo buen cuento: Está bien escrito y la trama es sorpresiva. Felicidades.

    • Gracias, Anaconda.

      No sé si con lo que destacas se cumplen las condiciones de «todo buen cuento», pero buenas son esas dos. Aunque no sé si estoy muy de acuerdo con la segunda… Que al muchacho, en plena depre, se le vaya la pinza con los peces era casi lo único que servía para un relato, ¿no?

      Las anacondas también comen peces, ¿verdad? Un saludo en la distancia, por si acaso.

      • Veo que quieres que me coma al pez negro. ¿Te ha abducido el protagonista de tu cuento y te sientes en su piel? En serio, me ha gustado. Llevas al lector por donde quieres en un espacio tan cerrado como la pecera y lo de la pinza que se soltó no viene de golpe, si no que traza el movimiento psicológico in crescendo hasta el desenlace. Me imagino a tu protagonista sentado en un sofá, con las piernas recogidas, en la penumbra, mirando fíjamente al pez, que en este caso resulta ser una «peza». Muy buena historia.

      • Oh, no, yo soy un pescado mucho más corriente. Gracias por tus palabras de nuevo. Espero ver pronto un relato tuyo.

  37. He recordado mi infancia y mi acuario y sus peces y sus cuidados. Al principio no me gustaba demasiado el estilo, pero al final has sabido darle poesía.

    Felicitaciones y suerte.

    • Don Pablos, sí. Quise utilizar esas imágenes más poéticas cuando el protagonista se rompe. Antes y después (aunque apenas haya después, pero es cuando nos cuenta la historia) es un hombre intentando reconstruirse y ser racional. Intenté que el lenguaje lo reflejase en esa transición.

      Lo bueno de este certamen es que, gracias a los comentarios, podemos deducir si hemos logrado alguno de nuestros propósitos. Te agradezco tu participación.

  38. Un relato impresionante que va haciendo que el lector vaya de la mano con el protagonista hasta la angustia final.
    Está muy bien escrito pese a la dificultad de escribir de un sólo personaje y sin la ayuda que suponen los diálogos en la ruptura de un texto tan cerrado. Me gusta.
    Suerte.

    • Gracias, Odiseo.

      Tienes razón, descarté incluir diálogos para dibujar mejor a ese personaje obsesivo y encerrado en sí mismo. Tampoco me gusta utilizarlos como recurso para «aligerar» un texto que, en mi opinión y dada su brevedad, no lo precisa.

      Un saludo.

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