Nº15- La mirada del adiós. Por Agnódice

Lunes, 19 de septiembre de 2005
09:15. Segunda planta. Área de quirófanos.

Tengo que detenerme en el acceso a quirófanos. Un impersonal celador sigue empujando la camilla y nuestros entrelazados dedos se ven obligados a deshacer su unión. Con una forzada sonrisa, que esconde una angustia que me atenaza, muevo los labios con un silencioso “Te quiero”. Él hace lo propio ofreciéndome otra que esconde el miedo que siente; tras veinticinco años de vida en común no puede engañarme. Cuando la puerta automática de cristal opaco se cierra, las manos cubren mi rostro que rápidamente se ha transmutado en una mueca; preludio de un torrente de lágrimas pugnando por salir. En el recorrido que ha mediado entre la habitación y el acceso a quirófanos nos hemos hablado sin palabras. Me sorprende el haber podido transmitir tantas cosas sin pronunciar una sola silaba. Siento que sin decirlo nos hemos dicho mucho más, que el sonido de nuestras bocas habría roto la sinceridad del momento. En cualquier caso nos hemos mantenido en silencio, y en silencio hemos compartido nuestros sentimientos.
Seis meses antes un desmayo en plena vía pública fue el primer aviso de que el corazón de Darío no funcionaba bien y, a pesar de que no permitimos que el desánimo hiciera mella en nuestros espíritus, las cosas cambiaron definitivamente. Ya en la UCI del hospital, el doctor Román nos planteó la situación:

–El problema parece radicar en una cardiopatía hipertrófica.
–Doctor, como si no tuviera ni idea de medicina – dijo Darío con una sonrisa irónica.
–En resumidas cuentas, que tienes el corazón demasiado grande.
–¡Vaya por Dios, no se puede ser tan bueno!

Yo no tenía ánimos para bromear ni podía evitar que me molestaran los comentarios graciosos de Darío. Me sentía muy preocupada, así que fui directa al grano:

–¿Cuál es la solución? – pregunté sin dejar resquicio para una respuesta que no fuera en esa línea.
–No quisiera alarmaros antes de hora, pero al final habrá que plantear un trasplante.

09:45. Segunda planta. Quirófanos, sala de espera.

Cuando nos llamaron para advertirnos que tenían un corazón compatible avisé inmediatamente a nuestros hijos, pero no han llegado a tiempo de despedirse de su padre. Creo que nunca antes había experimentado una sensación de soledad tan profunda, y parece que por mis venas circula una sustancia que me mantiene en una tensión permanente; como una sensación de hormigueo por todo el cuerpo. No dejo de frotarme las manos mientras fijo la mirada en el suelo de la sala de espera: no me gusta el embaldosado, me parece muy gastado, viejo y anticuado. En realidad todo el hospital necesita una buena reforma, me digo mirando el entrono.
Sin venir a cuento, en mi mente se abren paso imágenes que evocan momentos de pasión vividos con Darío y que parecen fuera de lugar en estas circunstancias. Ocurrió una noche de verano: disfrutábamos de una cena romántica en un restaurante junto a la costa, en la isla de Formentera. Desde la terraza, la luna llena trazaba un mágico camino plateado sobre la superficie de una mar en calma y en el horizonte se dibujaba la silueta de unos islotes. Después de cenar, Darío me llevó de la mano hasta una solitaria playa en la que, tras desnudarnos y lanzarnos al agua, nos buscamos a sabiendas de lo que iba a suceder. Con el descaro que te permite la complicidad con la persona que amas, disfrutamos de horas de juegos eróticos inolvidables donde comandaba la parte más primitiva de nuestros cerebros. El recuerdo me ha traído el sabor salado del agua de mar y la sensación del vello erizado por el frescor de la noche.

El chirrío de los rodamientos de una camilla que acaba de salir de la zona de quirófanos me devuelve al presente. Mirándome las manos temo plantearme la posibilidad de un futuro en solitario. ¿Sabrá ese médico, mientras manipula su corazón, que tiene nuestras vidas en sus manos? ¿Acabará hoy, aquí, nuestro viaje juntos? No puedo creer ni quiero pensar en la posibilidad de que nuestra historia termine así, es demasiado hermosa para que un maldito órgano que funciona mal le ponga fin a todo.
Por mi mente se cuela sin permiso una frase de Alphonse de Lamartine, un poeta francés que me conmovió cuando la leí en mis años de estudiante: “A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en un mismo ataúd”. La frase da paso a una nube negra que oscurece el presente.

10:15. Los niños.

Los veo llegar caminando con prisas y mirando con incredulidad. Veinte años él y dieciocho ella, pero nunca dejarán de ser los niños. Me levanto y me acribillan a preguntas:

–¿Ya lo están operando? – pregunta alarmado Andrés.
–¿Tan rápido, no han podido esperar? – recrimina Isabel.
–No podían, han tenido que llevarlo a quirófano para prepararlo para la intervención.
–¿Cómo estaba papá, se le veía animado? – me interroga Andrés.
–Ya lo conocéis: bromeando hasta el último momento.
–Mamá, ¿Y tú, cómo estás? – pregunta Isabel con ternura.

Intento responder que me siento bien y animada pero no puedo. Cuando voy a hablar se me quiebra la voz, y un nudo en la garganta es el indicio de un torrente de emociones luchando por abrirse camino. Los tres nos abrazamos sin que ninguno reprima las lágrimas. Intentan consolarme con frases con sabor a tópico: todo saldrá bien, mañana esto habrá sido un mal sueño, etc. Los tres queremos creerlas y parece que repitiéndolas adquieran fuerza, como si fueran un mantra con propiedades mágicas. Mi mente racional, a la que odio en momentos como este, me hace ver que es un proceso de negación de la realidad; algo semejante a la primera reacción de cualquier persona ante una noticia terrible.

10:20. La espera.

Apenas hablamos, pues poco hay que decir. Sé que temen por su padre pero no dejo de repetirme que lo suyo es más fácil de asumir. Es ley de vida que los hijos sobrevivan a los padres pero desde mi perspectiva, el futuro se dibuja con un trazo incierto. Me pongo a filosofar acerca de mis sentimientos: ¿se trata de egoísmo? No estoy segura de la respuesta. ¿Siento miedo por él o es por mi? Sin duda va a ser muy duro para el que se quede solo. Quiero barrer esto de mi mente, me resisto a traer un oscuro presagio hacia el pensamiento consciente. Intento buscar consuelo en el recuerdo de su sonrisa, en momentos vividos en los que sus bromas llegaron a crisparme, en otros divertidos en los que la hilaridad hizo que nos saltaran las lágrimas a ambos. ¿Cómo podría seguir sin él? Me niego a aceptarlo, no puede hacérmelo, no puede abandonarme de este modo. Mis sentimientos contradictorios me llevan a reprocharle que me haga pasar por esto, al tiempo que siento una profunda compasión por él. Miro hacia el suelo de nuevo observando esas viejas baldosas: algún día tendrán que decidirse a cambiarlas. Qué absurdo pensar en eso ahora, ¿será un intento de la mente para distraer la atención?, ¿un mecanismo cerebral contra el sufrimiento? De nuevo mi mente racionalizando las cosas. Quiero que esto acabe cuanto antes mezclándose, ese deseo, con el miedo a que se presente el médico para informarnos del resultado. ¿Se trata del 50 por ciento? Me molesta que se cuele en mi pensamiento algo tan frío como un porcentaje para algo tan importante
De una forma algo obsesiva pienso en periquitos. En algún lugar oí o leí que cuando forman pareja es para toda la vida. Me conmueve el hecho aunque entiendo que no deja de ser una forma de humanizar conductas animales, que quizás poco o nada tengan que ver con la conducta de las personas. Puede que lo que me conmueva sea el miedo que he visto en los ojos de Darío, aunque tal vez ese miedo sea un reflejo del mío: sentimientos a flor de piel.

10:45. La mirada

La puerta de cristal se abre automáticamente. El doctor Román aparece vestido de verde, y una mancha de sudor en el pecho indica el trabajo y la tensión vividos en el quirófano. Su mirada me lo dice aunque yo no lo quiera aceptar. La mía suplica que me diga lo que no me puede decir. La entonación con la que pronuncia mi nombre ya me revela lo que vendrá a continuación:

–Sara… lo siento. Todo transcurría con normalidad, pero el nuevo corazón no ha respondido a los estímulos que…

Su voz parece alejarse a medida que habla. Quizás ya no me importan sus explicaciones y mis oídos reprimen cualquier intento ajeno por penetrar en la consciencia. En el horror del momento mis hijos me abrazan, noto que lloran, ya nada parece tener sentido, mi vida, mi mundo, se desmoronan.

Domingo, 22 de octubre de 2006

Ha pasado un año desde que me despedí de él con la mirada. En ocasiones, en mis soliloquios nocturnos, me cuestiono si hubiera deseado más tiempo para decirnos adiós, pero creo que no existen momentos perfectos para esta clase de despedidas. En mis sueños sus dedos, todavía vivos, dejan de tener contacto con los míos y me despierto frotándome las manos frustrada por no haber podido retener las suyas; lo sigo echando de menos. ¿Ha valido la pena?, me cuestiono en ocasiones. De forma extraña me siento privilegiada por los años en los que disfruté de su compañía y, quizás de una forma paradójica y absurda, solapándose con el dolor, creo envidiable lo que han sido nuestras vidas. Tras su muerte me aconsejaron que me medicara para la depresión pero quise experimentar el dolor de su pérdida, no quería anestesiarlo de forma artificial, necesitaba vivir los auténticos sentimientos con los que me había golpeado la vida. Es posible que sintiera que se lo debía, le debía sufrir por él; así lo vivía yo, pero cuando la serenidad me permitió pensar algo más allá, llegué a otra conclusión. Sé que Darío no querría que me entierre en vida, ni quieren mis hijos verme morir antes de que llegue mi hora.
Cuando paseo junto al mar inevitablemente regresan los ecos del pasado, evoco su recuerdo y sonrío con nostalgia, entonces de algún modo encuentro el ánimo para afrontar el presente, y de mi interior una voz me urge a tomar de la vida lo que ésta ofrezca.

 

 

48 comentarios

  1. A mí me parece que consigues que el lector se meta en la piel del personaje desde las 9:15. Las palabras al servicio de la empatia, con recursos como mirar las baldosas del suelo. La literatura al servicio de los sentimientos. Es la que me gusta. Suerte.

    • Siento haber tardado tanto en responder. Te agradezco que me hayas leído y los comentarios. Un saludo

  2. Magnífico relato, perfectamente estructurado y con un lenguaje rico en matices e impecable en su forma.
    El perfecto retrato psicológico de los personajes, con sus emociones, sus tensiones, sus sentimientos de amor, dolor, etc. y la sensación de estar ante algo vivido en primera persona consigue pulsar la fibra emocional del lector y empatizar con el narrador protagonista.
    ¿Qué más se le puede pedir a un relato?
    No entiendo a los que comentan que le falta literatura.
    Enhorabuena, Agnódice, y suerte.

    • Gracias por tus palabras; son un gran estímulo. Te agradezco que me hayas leído y pido disculpas por la tardanza en responder

  3. ¡Hola, Agnódice! Tu relato, marcado con un buen ritmo, te engancha y hace sentirte Sara enseguida.

    ¡Suerte, Agnódice!

  4. Una historia bien contada. Me he detenido aquí: “…Es posible que sintiera que se lo debía, le debía sufrir por él; así lo vivía yo…” Cuando perdemos a un ser querido tenemos la “necesidad” de sufrir.
    Buena suerte.

  5. Gracias, Distinta. Te agradezco la lectura. Un saludo

  6. Me pregunto si hay alguien que no haya pasado por una situación parecida y no se le haya inundado el alma con sentimientos parecidos. Impecable.
    Me quedo con dos miradas: la del adiós, ribeteada de silencios, y la de que se pierde en el horizonte en los paseos junto al mar, abrazada por la esperanza.

  7. Hola Agnódice:
    Tu entrañable relato transmite al lector ese profundo desasosiego que produce la espera a la puerta de un quirófano donde se encuentra un ser querido, sobre todo, si se trata de una operación a vida o muerte. Y tú lo cuentas muy bien, ese momento en que te replanteas toda tu vida: pasada, presente y futura, mientras te das cuenta de que ésta siempre pende de un frágil a la vez que caprichoso hilo.
    Enhorabuena y mucha suerte.

  8. Hola Agnódice, tu relato es muy emotivo y narra muy bien los sentimientos dispares que se se suceden en la mente en una situación tan desespaerada. A mi el final me ha impactado mucho, esta frase en concreto: «pero quise experimentar el dolor de su pérdida, no quería anestesiarlo de forma artificial, necesitaba vivir los auténticos sentimientos con los que me había golpeado la vida.» Te diré que en el fondo me parece un canto a la vida en el sentido de que sufrir es parte de ella, como la nostalgia, la elegría, el amor, la enfermedad y tantas otras cosas.
    Me ha encantado leerlo y coincido con Furtiva en que tiene una belleza que trasciende.
    Un abrazo afectuoso.
    Freya

  9. Hoy he tenido tiempo de releer su relato entre alguno más. lo he leído despacio quizás con la calma y el tiempo que la primera vez no tuve.

    Creo que la literatura exprime de un buen narrador innumerables capacidades cuando éste se afana en que su obra transmita aparte de una forma impecable, toda la magia de la que pueda ser capaz.
    Y dicho esto le voy a decir lo que he sentido hoy al releer su relato:

    Hay veces en que por muy bella que sea una narración ,por muy esmerada o brillante no puede igualar en modo alguno un texto arrancado de la mismísima médula del corazón.
    He encontrado en el texto una belleza que trasciende por encima de una forma o de un sistemático metodo, por encima de cualquier mirada y por encima de cualquier imaginación.
    Hay una forma de amor en las letras que está escondida trás una máscara bellísima, y la suya tiene un color y una forma que hace de lo humano y de la crudeza de la realidad un baile tan intenso, que a pesar de lo triste de su danza,me ha hecho bailar con una emoción incontenible.
    No sabe como me alegro de haberme dado esta segunda oportunidad en la lectura de su relato. Para mí es un verdadero tesoro . Enhorabuena !!!

    • Le agradezco que se haya tomado la molestia de volver a leer mi relato. En mi opinión, una de las cuestiones con las que se enfrenta cualquier persona al escribir, es conseguir traducir emociones a un lenguaje, conseguir que el lector empatice con un sentimiento que se pretende trasnmitir. Sus palabras me refuerzan positivamente en la creencia de haberlo logrado. Muchas gracias

  10. Crónica de sentimientos por la muerte de un ser querido. La insensibilidad, hasta cierto punto, de los hijos ante algo que ven lejano, la esposa que reflexiona sobre su propio egoísmo al pedirle que no se vaya, culpando incluso al propio órgano de su inevitable y próxima soledad. Ningún pero a la escritura (me chirría un poco la frase “No quiero alarmaros antes de hora”). En fin, es un tema que nos toca a casi todos y por tanto muy focalizado, pero coincido con alguien que dice echar en falta algo más de literatura.

    De cualquier manera tuyo es el relato, Agnódice.
    Suerte

  11. Muy bien escrito.
    Enhorabuena.

  12. Un relato-crónica en el que la historia se come por completo el andamiaje literario.
    Un andamiaje, por otro lado, cuidadosamente pulido.

  13. Estupendo relato. Muy buen ritmo. Es cercano y consigue acercarse al lector sin llegar a ser sensiblero, que es el riesgo que tienen estos temas. Ayuda a ello la asepsia del uso de las horas como encabezado. Buena suerte.

  14. Hola Agnódice, la ternura que he podido leer en tu relato suple la carencia de otros elementos que he echado en falta en el mismo, consigues con ella esa pátina de empatia con el lector. Suerte

  15. Maravilloso relato, trabajado a conciencia, con «repaso y reposo»—como a usted le gusta—. Cómo he vivido ese esperar, esa zozobra, esa desazón, ese sufrir. Y qué puedo decir de los recuerdos del ayer. Poesía. ¡Pura Poesía!

    Del final, no se puede pedir más. Me encanta ese verbo «urge» tan bien puesto. Qué fuerza y qué empuje le da al texto. Eso es una mujer, que mira hacia adelante y esa «voz» que le urge a tomar de la vida (…). Vamos lo que dice el refrán: «el muerto al hoyo y el vivo al bollo». Si mi Pedro lo pudiera leer se enamoraba seguro. Es el tipo de mujer que le gusta, Nadine también debía tener una voz que la urgía a vivir y dejó al muerto en el hoyo y se fue al boyo. ¡A ver si van a ser familia!

    Yo le daba el Primer Premio ya, pero ya. Aunque, pensándolo bien, a lo mejor deberá compartirlo con Doña Pilar, la de las bombas. Menuda se las gasta, pero hay que ser profesional y lo que he aprendido no tiene precio. Como todo lo bueno. Si siguen así, se harán de oro con la literatura; y si no fuera porque por el estilo estoy seguro de que son unas chiquillas, las llamaría «Las chicas de oro».

  16. Muy bien escrito, muy bien descrito todo. Justo lo que parecía que iba a ser desde el principio. Cuéntanos la segunda parte, qué te ofreció la vida. Sorprende a tus lectores. Suerte.

    • Pues la vida tuve y la vida que tengo, me llevan a querer seguir viviendo. Aunque no fue nunca perfecta, con la perspectiva que dan los años vividos me considero una persona afortunada. No creo que nadie se vaya a sentir sorprendido pero… ¿hay suficiente optimismo en mis palabras?

    • Nos lo imaginamos…

  17. Ricardo C. de León.

    Una grata sorpresa el ver que el Romanticismo se mezcla con el ambiente aséptico de los quirófanos. El Amor enfrentado a la muerte bailan una danza macabra y hermosa a la vez. Enhorabuena.

  18. Te deseo mucha suerte ,no es fácil adaptar la mirada del lector a la forma propia de sentir en esos decisivos momentos,sea historia o empatía literaria,usted lo ha contado muy muy bien. Mucha suerte Agnódice.

  19. Esto es una historia real. No puede no serlo. Son las páginas de mi diario cuando murió mi padre.

    • Supongo que en la vida se producen innumerables historias que se repiten. La muerte nos toca de cerca a todas las personas en un momento u otro. Sobre si se trata de una historia real o no, lo dejo a la imaginación de cada uno y lo revelaré más adelante si se tercia. Un saludo

  20. Nominá, siento haberte hecho pasar un mal rato pero uno de los logros, en mi opinión, de un relato, es transmitir emociones. También te deseo lo mejor.

    • ¡Ya lo creo que has conseguido tu propósito! Hay párrafos que parece que te los hubiera dictado. Enhorabuena.

  21. No voy a ser original. El tema de tu relato es tan cercano a muchos de tus posibles lectores que sospecho que tú también lo hayas vivido; de hecho parece que has hecho una limpieza de alma al verterlo en el ordenador…(qué pena, ya no podemos decir lo de verterlo en el papel) espero que el mal rato que me has hecho pasar te sirva a ti para, una vez vomitado el posible recuerdo, te enfrentes a las ganas de escribir algo optimista.
    Te deseo suerte en el certamen y en la vida.

  22. Gracias Pérfido samaritano. En mi opinión traducir sentimientos y emociones al lenguaje, tanto hablado como escrito, es un ejercicio donde se entremezclan la empatía, la metáfora y las experiencias propias. Un saludo

  23. El Pérfido Samaritano

    La despedida de dos personas que se aman a las puertas de un quirófano debe ser una de las más acongojantes que se puedan experimentar. Lo has descrito muy apropiadamente. Enhorabuena.

  24. Te agradezco los comentarios. Un saludo

  25. Una hora y media para una operación de trasplante de corazón, ya es todo un record. Aparte de la «gansada» cronológica, te felicito. Describes muy bien las escenas y, como dicen los comentaristas que me han precedido, has sabido reflejar los sentimientos que en alguna ocasión nos han acongojado a todos… y todas.

  26. Os agradezco que me hayais leído y los comentarios. Siempre se está a tiempo de aprender alguna cosa y en un certamen como este es fascinante compartir espacio con personas que tienen una misma pasión.

  27. Siempre la espera se hacen interminable cuando es por salud. Por experiencia conozco el tiempo invertido en una intervención de esta índole y no siempre te garantiza el éxito.
    La narrativa es tan dulce como el cariño que le muestra a Dario. Agnódice. Suerte!

  28. Es cierto que todos hemos pasado por esa angustia, que cuentas bien y con ritmo. Sin embargo, está llena de tópicos y al final del relato le falta «el toque de gracia»

    Suerte

  29. Casi todos hemos vivido la tensión en la sala de espera de un quirófano. Está muy bien contada.
    Suerte.

No se admiten más comentarios