Ha pasado ya un año y medio desde los sucesos acaecidos en la playa del Tarajal de Ceuta, en los que fallecieron 15 personas intentando llegar a España, Europa. En su día el suceso desbordó tanto al Ministerio del Interior español como a la Comisión Europea, especialmente a la Comisaria de Interior, Cecilia Malmström, cuya precoz intervención, su desacertada intromisión en el asunto y sus declaraciones posteriores provocaron que el mundo entero volviera sus ojos hacia nosotros, alarmados por lo que habíamos hecho. La ínclita relacionó alegremente los disparos de pelotas de goma realizados por la Guardia Civil con los fallecimientos de 15 inmigrantes ahogados en la playa del Tarajal, demostrando que ni sabía dónde estaban España, Marruecos o Ceuta. Dudo hasta de que supiera bien dónde estaba y está Europa. Su desconocimiento sobre las relaciones Norte y Sur, la frontera y sus circunstancias –cualquier frontera–, sus mafias, o sobre la globalización. Todo ello unido al desconocimiento sobre el tema de algunos de nuestros más insignes y progresistas políticos nos llevó a ocupar, muy tristemente, las primeras páginas de todos los diarios del mundo por unos hechos que había protagonizado la Guardia Civil ajustándose a la normativa vigente –lástima de cargos y sueldos–. Con esas premisas, nuestra Comisaria de Interior de antaño no tuvo en cuenta el verdadero problema que supone que nos estén saltando la tapia continuamente y nos afeó la conducta y nos dio fama de asesinos y maltratadores de inmigrantes en la frontera sur de España, que, reitero, también es la de Europa, aunque sean muchos los que lo desconocen, incluidos algunos españoles.
No sé si recuerdan los hechos, pero no me importa refrescárselos.
Sobre las 05:45 horas del 6 de febrero de 2014, los guardias civiles que vigilaban la valla de Ceuta observaron a través de las cámaras térmicas como, cerca del vallado del perímetro fronterizo, un grupo de unos doscientos inmigrantes procedentes de los montes próximos, armados con palos y piedras, cargaban con violencia inusitada contra una unidad del Ejército marroquí. Esta unidad resistió su avance hasta las 7:38 horas, momento exacto en el que el grupo de inmigrantes se desplazó hacia el espigón que separa la parte española de la marroquí, en la playa del Tarajal. Dado que el grupo era muy numeroso y difícil de controlar, los expectantes guardias civiles, previendo que llegarían a nuestras costas –nuestras y europeas–, dieron aviso al módulo de intervención rápida de la Guardia Civil, una unidad especializada en el control de masas e impermeabilización de la frontera que inmediatamente intentó delimitar un área, una frontera virtual, con medios antidisturbios adjudicados por el gobierno Zapatero, que marcara a los inmigrantes la línea de no pasar. Como en otras ocasiones se procuró que los impactos se produjeran varios metros antes de las personas. Todos los lanzamientos se hicieron desde tierra y nunca con un alcance tal que superara el límite territorial de las aguas españolas y europeas. Esta acción de la Guardia Civil disuadió a la mayoría de los inmigrantes, pero 23 de ellos sí consiguieron llegar a nuestras playas. Momento en que cesó su actividad el grupo antidisturbios para auxiliarlos tal y como exige la ley, aunque habían alcanzado ilegalmente nuestras costas. Una vez rescatados de las aguas y atendidos de las heridas y síndromes que presentaban, fueron rechazados y entregados a las Fuerzas marroquíes, tal y como el Código de Fronteras establece.
Es cierto que hubo 15 fallecidos, pero ni uno de ellos en aguas españolas. Las autopsias realizadas a los cadáveres revelaron que ninguno había fallecido a causa de los medios empleados por la Guardia Civil, sino por el agotamiento físico que ya presentaban por la batalla que anteriormente habían tenido con los marroquíes. Aun así, la comisaria Cecilia Malmström relacionó muy alegremente los disparos de pelotas de goma con los fallecimientos de los 15 inmigrantes, aduciendo que dicha acción fue un despropósito. Fueron muchas las quejas que el gobierno español elevó a las autoridades europeas en aquellos días; sin embargo, lejos de arredrarse ante las críticas, Malmström se reiteró:
–No he acusado a nadie de esas muertes –matizó después–. Pero puede haber relación entre los disparos y el pánico que provocó la tragedia, algo que deben aclarar las investigaciones y que, en caso de ser cierto, dejará a España en una situación embarazosa.
Esta señora no se merecía el cargo que ostentaba, pues demostraba una falta total de conocimiento y sensibilidad con la frontera sur de la Unión Europea, una de las fronteras más complicadas del mundo. Su actitud demostró que no tenía ni repajolera idea de lo que decía ni de la responsabilidad que tenía en ese momento. Pero, claro, eso no ponía en peligro su cargo en Bruselas ni su coche oficial ni la corte de secretarios y chupatintas que acarrea consigo. También cabe reprochar el oportunismo político del PSOE en esos momentos, pues fue su Gobierno quien dotó a la frontera de una unidad antidisturbios y del material propios de éstos, cuyo uso criticó con fruición durante aquellos días –el cinismo español no tiene parangón, y menos aún si se trata de escalar en el escalafón hacia la Moncloa–. Una situación que debió unir a las fuerzas políticas españolas, haciendo Estado contra los ineptos de Bruselas, nos dividió y nos debilitó frente a ellos, frente a Marruecos y frente a las mafias que dirigen el movimiento de las masas desde el Magreb hasta la prospera Europa, mientras que ésta miraba y mira hacia otro lado, quizá su propio ombligo. Lo que nos dejó y nos deja solos ante la frontera sur.
Se preguntarán ustedes a qué cuento viene ahora todo esto. Verán. Dice un refrán popular que a todo cerdo le llega su san Martín; y a los países de Centroeuropa les ha llegado. Ahora las hordas de inmigrantes han llegado a Francia y mueren en el Mediterráneo, en la frontera de Ventimiglia, entre Francia e Italia; y en el Paso de Calais, a las puertas del Eurotúnel –vamos, en el corazón de Europa–. Los franceses ya han tomado medidas, unas medidas mucho más contundentes de las que nosotros tomamos en aquellos días. Vallas con concertinas, tan criticadas cuando los españoles decidimos usarlas, vigiladas por el Ejército Francés totalmente armado, no por la Policía, cierre de fronteras interiores. En lo que va de problema ya ha habido varios fallecidos entre los ahogados en el mar y las reyertas. Por otro lado Hungría ha anunciado que construirá una valla de 750 km que la separe de Serbia para evitar la inmigración. La nuestra mide 15. Todo ello, como ya he dicho, en el corazón de Europa. Y yo me pregunto: ¿Dónde está ahora la señora Cecilia Malmström? No la busquen, se lo cuento yo. Al frente de la Comisaría Europea de Comercio. ¿Y el comisario de Interior, señor Dimitris Avramópulos? Ni está ni se le espera, seguramente porque no tiene claro que su país de origen, Grecia, vaya a seguir en Europa y le preocupa muy poco lo que está ocurriendo.
Me gustaría decir aquí que a la vieja Europa siempre le pasa lo mismo. Durante los años treinta del siglo pasado, cuando vieron a España arrasada por nuestra guerra incivil, en la que tanto Rusia como Alemania afinaron su armamento para la II Guerra Mundial, nadie nos ayudó. Supusieron que el problema no iba con ellos. Después, cuando el 23 de agosto de 1939 esos dos países firmaron el pacto Molotov-Ribbentropp, todos los países centroeuropeos se echaron a temblar viendo los que se les venía encima, pero ya era tarde: en unos meses se los comieron desde el centro los alemanes y por el Este los rusos, aunque luego cambiaran de socio, pero no de planes. Pues bien, ahora ha pasado lo mismo.
Antonio Marchal-Sabater
Desde luego, Antonio, el artículo es, además de interesante, de enjundia y de calado, de absoluta actualidad. Tema y asunto muy complicado, del que carezco de preparación para tratarlo; pero, como mera observadora, me atrevo a opinar.
Creo que Europa tiene que saber ser solidaria, humana, justa y generosa calibrando bien lo que debe y puede hacer por y con los inmigrantes. No podemos dar la espalda al problema y echarlos a cañonazos: esto no resuelve nada, porque el que no tiene nada que perder, tampoco teme a nada, y no habrá frontera física ni virtual que lo detenga. Difícil, muy difícil se le han puesto las cosas al viejo continente. Ahora se encuentra obligada a poner en práctica su «humanismo «. ¡Ojo!, esto no puede conllevar el fin de nuestra cultura y, por qué no decirlo, de nuestro bienestar. «Ser o no ser, esa es al cuestión».
Parece claro que de la pobreza en África tiene mucha culpa Occidente. Bien, acabar con este desequilibrio debería ser un objetivo prioritario. Quienes están bien en su casa, no arriesgan su vida para buscar otra.
¿Y las guerras? Estas siempre han provocado una huida masiva de gentes. ¿Quién quiere vivir con la muerte en los talones? Nadie. Y, en consecuencia, nos toca a nosotros demostrar lo que somos: «Ser o no ser solidarios, esa es la cuestión». Y serlo con sensatez, por ello es tan importante el reparto justo de inmigrantes entre los diferentes países europeos. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a ayudar? ¿O caeremos en la doble moral? ¿O, por el contrario, nos dejaremos llevar por la corriente fácil del «qué buenos somos» y abriremos las puertas sin sopesar sus consecuencias?
Difícil, qué difícil lo tiene Europa… ¿Pero, además de difícil, es imposible?
Muchísimas gracias por avivar nuestras conciencias, Antonio. Mil besos y un abrazo.
P. D. Los políticos siempre (salvo honrosas excepciones) culpan de sus fracasos a otros; ellos solo se adjudican los éxitos. La Guardia Civil es un cuerpo de élite y ejemplo en muchos campos.
Gracias por tu comentario, Carmen. Me ha gustado mucho.
Amén Maestro!! Posees una visión clara de la problemática de la inmigración y dejas constancia también del insolidario gesto de nuestros vecinos, que ni es el primero y desafortunadamente no será último me atrevería a decir
Por otro lado; la incompetencia de nuestras autoridades y políticos con respecto a sus propios ciudadanos es tan indignante como la defensa que puedan hacer en favor de su Guardia Civil. Otro gallo cantaría si tuviesen que defender cualquier tipo de interés personal o lucrativo.
Lo terrorífico de todo esto es, toda esa pobre gente que queda en medio naufragada de oportunidades, y la impotencia de nuestros cuerpos de élite, que debe someterse a un sistema ineficaz y desdeñoso para con su: respetable, peligrosa, y poco remunerada labor.
Felicidades Antonio. Un abrazo.
Muy lúcido y acertado, Antonio, un saludo.
Un tema complejo en el que lo fácil es expresar opiniones sin conocer ni tener la solución en el bolsillo. La inmigración es un drama, y nadie quiere verse en esa tesitura. Tampoco creo que sea plato de gusto el trabajo de quien debe, en la frontera (si se piensa, la palabra ya es terrible), rechazar a los desesperados.
Un abrazo para todos.