El día 14 de febrero, festividad de los enamorados, la Asociación Artístico-Literaria Itimad entregó, en el Círculo Mercantil e Industrial de Sevilla, los premios del IX Certamen Nacional de Poesía Rumayquiya, en el que obtuve un accésit con el poemario A lluvia perpetua. Aunque mi hija se estrenó en sus labores periodísticas haciendo un vídeo de mi intervención, no estoy segura de que alguna vez salga a la luz, no tanto por pudor a que me veáis presa de la emoción, con las lágrimas saltadas por un tren que ya no regresará jamás, como porque igual no llega a descargarlo nunca. Quizás sea mejor así.
En su defecto, os dejo algunas de las palabras que pronuncié y un poema que leí. No lo había más corto.
«Los que pretendemos escribir, los que nos sentimos llamados a dejar algo nuestro en la tierra en forma de palabra, empezamos siempre por la poesía como si fuera fácil. Tiramos de la rima, jugamos con los sonidos, contamos sílabas, confeccionamos metáforas, nos estrujamos la sesera para ser originales… Y de repente nos damos cuenta de que mejor debíamos dedicarnos a cualquier otra cosa.»
La poesía no es solo música, aunque está relacionada con ella. Las dos nos agitan con su voz directa, nos sacuden los oídos y, por supuesto, el corazón a quienes aún presumimos tenerlo. La poesía es contemplación y reflexión, es monólogo con nosotros mismos y diálogo con el mundo y con quien quiera escucharnos, es belleza y compromiso, es juego y, a la vez, lo más serio que podemos hacer. La poesía es un universo infinito, un sinfín de posibilidades y de ecos. Son todos los poetas que leemos y los que nos quedan por leer, los que desean sumar su voz para no morir.
»Quien escribe poesía y habla solo, como dice Machado, espera hablar a Dios un día, pues la poesía es búsqueda y es hallazgo, es una gran interrogante y la respuesta a nuestra soledad.
»Reconozco que ni siquiera con todo esto logro explicar a qué nos dedicamos quienes leemos y pretendemos escribir poesía. En ella intentamos incluir toda nuestra vida, la Vida con mayúsculas, y la mayoría de las veces nos quedamos en simples balbuceos infantiles.
»Eso es lo que yo he hecho con A lluvia perpetua: mal hablar en un idioma pequeño, volver a mis años de niña y rescatar recuerdos que pensé perdidos. Habituada a lo que es mi día a día ahora, desde hace ya veinte años, entre trabajar, atender a mi familia, pasar ratos con los amigos, ir al cine, leer, limpiar los rincones de mi casa, imaginaba que los de otras habitaciones antiguas donde pasé mis años más felices e inocentes se habrían desvanecido, al igual que la arquitectura urbana por la que viajaba como si las distancias fueran enormes e insalvables. En este pequeño poemario he intentado plasmar el olor de las alacenas y los molinillos de café, el sofá donde descansaba mi abuelo y las vías hoy enterradas de un tren que ya no regresará jamás. También un resto de esos primeros acercamientos a la literatura, a la lectura de cuentos orientales con coloridas ilustraciones y a los intentos de reunir adjetivos y rimas y sacarlos del fondo del cajón.
»En estos pocos poemas hay un recuerdo a los primeros juegos y también a la pérdida de la inocencia; al vagar por las olas de la playa, a la contemplación de la marea, a la enfermedad y a la muerte, pues en todas las vidas hay más de un capítulo dedicado a las despedidas. Y hay por primera vez una línea que los une, una intención de ofrecerlos a un lector que pensé que nunca llegaría, unas ganas enormes y una gran necesidad de mostrar mi fragilidad para pedir, por qué no, apoyo en esta labor a la que me entrego sin demasiados conocimientos porque nunca se sabe lo suficiente de ella, de la Poesía.
»Pero este enamoramiento que manifiesto por la tarea de la escritura no tiene por qué significar que he conseguido algo. De hecho, yo no lo creo, pues son más las cosas no dichas que las que puedo ahora pronunciar. Aun así, no voy a renunciar a leer aquí y ahora una pequeña muestra de esta lluvia perpetua que me acompaña y a la que pretendo conjurar con la literatura.»
Llueve
Tras el cristal, la lluvia.
Sus lágrimas, pequeñas,
aplauden en el círculo arcilloso
de todos los alcorques.
La línea verdinegra de los árboles
sacude hasta los niños su rocío.
Saltar sobre los charcos
no es una travesura.
La vida es ese juego de hojas blancas.
Elena Marqués
Enhorabuena, Elena, por el premio y gracias por traernos el testigo de tus palabras.
Sabes que hoy conmemoramos el 76 aniversario de la muerte de Machado, y, al leer tu poema «Llueve», he pensado que si don Antonio hubiera podido leerlo y hubiera podido conocerte, quizás, hubiera dicho (o dice): «He aquí a la nieta de mi alma».
Bueno Elena, pienso de corazón que debes de alegrarte si te inundan de emoción tus poemas. Aunque pertenezcan ya a un tren cargado de recuerdos y pienses que ya se han quedado enterrados entre las vías muertas del tiempo. Porque el poeta es eso, un mar de sentimientos ocultos que se desbordan de dentro hacia a fuera, a veces rechazados, otras recogidos a bocanadas y a tientos..
Enhorabuena por ese reconocimiento que siempre es necesario para seguir en el camino.
Un abrazo poeta.
Un placer leerte, Elena.
Todas esas rincones que ocupábamos los vamos modificando en el camino de nuestra historia. No se han desvanecido, sino que permanecen en nuestro interior conformando nuestra alma.
La poesía es la forma que tenemos de recuperar cada espacio; cada sueño, cada sentido, cada emoción necesitada de vida.
Vivir Elenita, y Ser.
Enhorabuena por ese merecido premio y no dejes de Ser tan poeta.
No me importa repetirme diciendo lo que te admiro. Un abrazo.
Muchas gracias, amigos, por acompañarme en este camino del recuerdo, y también de las lágrimas; que quizás en el vídeo no se aprecien, pero salieron, y muchas.
Los trenes no regresan, los recuerdos perviven, y la Poesía nos ayuda en el viaje. También, por supuesto, los amigos, entre los que os cuento como mi más preciado tesoro (me ha salido un poco Gollum: pido disculpas).
Miles de besos.