La madre chimpancé.
Hay algo en ella que solivianta. Digamos que para algunos tiñe la luz del día en niebla y marchita la flor más fresca o por contra para otros les susurra al oído que viene para abrir la caja de música que atesora su preciada libertad. La soledad rara vez entiende de términos medios. O se le quiere o se le odia. O se le elije o viene impuesta. Aunque luego estén los virtuosos de la soledad. Que son aquellos que o bien la llaman y entonces ésta acude sin dilación, o bien le otorgan el papel de enemiga voraz y la descuidan sin más miramientos. Y habría que felicitarles por ello. Más que nada porque logran atesorar los momentos de felicidad solitaria cuando les interesa y cuando no, la desdeñan. Sin embargo, por mucho que nos esforcemos, la soledad y sobre todo en los mayores, sigue haciendo estragos, porque sigue presente y en grado excesivo.
Hace poco escuché en la radio hablar a Gervasio Sánchez, uno de nuestros mejores periodistas y fotógrafos, persona batalladora donde las haya, en las más crueles guerras y en los más enquistados conflictos. Pues bien. Gervasio reveló que no había visto en ningún sitio como en España, morir a tantas personas mayores rodeadas de tanta soledad. Y lo dijo nada más y nada menos que un reportero curtido en mil y una batallas y al que ya poco o casi nada de la naturaleza humana queda por asombrarle.
Que las personas mayores mueran solas en casa es una cosa. Que la Sociedad no se conmueva ni un ápice por ello es otra bien distinta. ¿Podríamos preguntarnos entonces si vivimos en una comunidad a la que no se le puede llamar como tal, porque cada uno va a la suya, impera el individualismo más flagrante y rige la ley del “Sálvese quien pueda” o el mandamiento de “el de atrás que arree”? ¿O si acaso, deberíamos hacer un rastreo (ahora que se ha puesto tan de moda esta palabra) de aquellas mentes que se compungen con el sufrimiento ajeno y algo se les remueve por dentro?. Más que nada para que sirvan de ejemplo. A veces, nos falta calidad humana, para preguntarnos qué mundo estamos construyendo. Uno de los rasgos saludables que debiera caracterizar a una sociedad sana es su poder o capacidad de conmoverse ante circunstancias dolorosas ajenas. ¿Qué define a una Sociedad sana? ¿Cuál diríamos que es su impronta?. ¿Justa, con igualdad de oportunidades, cívica, respetuosa, ejemplar? ¿Seríamos tan ingenuos como para estar hablando de una forma de utopía? Quizás sí. Términos como justicia, igualdad, civismo, respeto, ejemplaridad, paz o concordia resuenan a idealismo, que no a pura realidad. Pero no todo está perdido.
Imagínense a una madre chimpancé que acaba de perder a su cría recién nacida y a esa madre chimpancé le caen dos tímidas lágrimas. Tímidas pero lágrimas al fin y al cabo. La madre, agotada, la recoge en su regazo, la acaricia y la llora porque está conmovida de dolor. Ahora recreen la escena totalmente contraria. Ha perdido la cría y sin embargo, la madre ni se inmuta. ¿Qué clase de madre es ésta? ¿Qué ni llora, ni se conmueve y ni siquiera expresa emoción alguna? El mundo está lleno de personas extremadamente maravillosas, que sonríen y que también lloran, que se asombran y se conmueven por los demás. Si no, viviríamos en una sociedad anestesiada, dormida y tóxica. Igual me tachen de ingenua pero juraría que no es así.
USUE MENDAZA
Dicen que la compasión es el sentimiento que realmente nos hace humanos. Que bonita reflexión Usue. Siempre poniendo el dedo en los temas que ahondan en el humanismo.
Gracias.
Luisa
Muchas gracias Luisa por tu mensaje. Me parecen temas muy necesarios.
Por cierto ahora que vivo en Granada, quise actualizar mi perfil desde mi escritorio, pero no pude. Tú sabrías decirme cómo puedo actualizarlo?
Si, te mando un correo:)
Gracias
Has puesto el dedo en la llaga, Usue. Qué forma más bella de regalar palabras a un sentimiento que, como bien dice Luisa, es de los pocos que nos reúnen en una humanidad genuina y compartida. Pero la compasión, además de conmovernos ante el dolor de los demás, debe también movernos a querer aliviar ese sufrimiento si, previamente, somos capaces de comprender y aliviar el nuestro. Te felicito por tu profundidad y, sobre todo, por la elección de la palabra «conmover» que va más allá de un puro sentimiento de «lástima» tan bien cultivado por nuestra ególatra sociedad.
Un abrazo a las dos.
Muchas gracias Mar. Te agradezco mucho tu sentido comentario. Un abrazo fuerte.