En la costa de la isla nipona de de Chichijima, a unos 600 metros de profundidad, han logrado filmar por primera vez a un calamar gigante en su medio natural. Ya se conocía a estos bichos enormes, pero era muy difícil localizarlos, porque viven a más de un kilómetro de profundidad y pueden alcanzar hasta los 20 metros de longitud y pesar mil kilogramos. Formidable criatura submarina, tiene tres corazones y una capacidad visual cien veces superior a la nuestra. Que este invertebrado, el más grande existente en la actualidad, pueda vivir en esas inhóspitas profundidades donde no llega ni un fotón despistado, y la presión es aplastante, es algo que contradice muchas teorías sobre la posibilidad de vida en situaciones extremas.
De niño recuerdo haber leído un tebeo, quizás de El Capitán Trueno o El Jabato, en el que el “jicho” (el héroe, así lo llamábamos en León) peleaba contra uno de estos calamares como un Laocoonte, tratando de escapar de sus tentáculos, que se le enroscaban al cuerpo. Me veo sentado en el desván, mirando durante horas a esas imágenes llenas de tensión y expresividad. Al revivirlas ahora me doy cuenta de que estas hazañas han quedado grabadas en mi interior como ejemplos de resistencia y valentía, algo que ha marcado mi modo de encarar las dificultades de la vida.
Luchamos ahora contra gigantes cuyos tentáculos se meten hasta lo más profundo de nuestro interior, amenazándonos, ahogándolos hasta la asfixia, llenándonos de miedo y desconfianza. No son fruto de la fantasía, como las imágenes de aquellos adelantados dibujantes de mi infancia, sino reales. Se movían hasta ahora a sus anchas por las profundidades invisibles de las finanzas y los mercados, pero ahora salen a flote y no temen ser vistos. Saben que su mejor arma es inspirar el miedo, la desesperación y la resignación. Pero no son invencibles. No sé cuándo ni cómo, pero un día dejarán de dominarnos. De momento hay que imitar a esos valientes guerreros que acababan clavando su espada en el corazón de esos gigantes. Ahora sabemos que tienen tres, así que habrá que ser mucho más atrevidos y persistentes.
Santiago Tracón