El futuro es ese lugar imaginado donde viven los sueños, las esperanzas, un lugar al que nos encaminamos por senderos distintos, el inhóspito mar que irremediablemente abrazará las corrientes humanas de nuestras azarosas vidas. Algunos se empeñan en oscurecer ese futuro, o tal vez en manipularlo para que discurra a su antojo y aunque sabemos que gran parte de ese devenir lo configura el pasado, por suerte no hay matemática posible que vaticine su resultado final, o debería decir su desenlace final, ya que ese resultado como cima y cumbre de toda vida o inteligencia pensante es sin duda la muerte.
El futuro es el lugar donde pasaremos el resto de nuestra vida, por tanto durante nuestro presente invertimos toda nuestra organización y energía para intentar garantizar que la felicidad formará parte de ese acontecer que nos espera, volcamos todo lo que somos intentando influir en el albedrío del caos que seguramente no escuchará nuestras peticiones, pero nos tranquiliza intentarlo.
Hay personas que aceptan su vida tal y como viene, que no les asusta lo que el futuro les depare, otros desean averiguarlo de antemano y ponen sus ilusiones y dinero en manos de videntes. Los hay que no piensan en el mañana, como también los que todo lo que hacen es pensando en ese tiempo, y sin embargo no hay futuro para todos, y su cúpula de cristal de resquebraja por momentos en función de nuestros actos.
¿A qué tipo de futuro podemos aspirar viviendo en una sociedad corrompida que no es más que una dictadura disfrazada?. Si obedecemos, sin duda optamos a un futuro de sumisión y sufrimiento, si desobedecemos, cambiaremos la sumisión por lucha, pero persistiremos en el sufrimiento ya que luchar no significa vencer. Sin duda como sociedad nos hemos equivocado, hay líneas que nunca debimos traspasar, y si hoy podemos llenar hojas enteras con todas nuestros desengaños y atropellos, quizá sea por haber tomado decisiones a la ligera o por no haber cuestionado a quien manipulaba los hilos.
Si el sistema fracasa, el futuro debería estar en manos del pueblo, debemos comenzar un protocolo de emergencia, pero lejos de votos en urnas y de politiqueos jerárquicos, lejos de todo lo que ha fracasado fehacientemente. El pasado nos enseña que la Historia ha sido escrita con sangre, con explotación, con guerras, con una flagrante vulneración de los derechos humanos, los presentes deben ser siempre una transición, pero para aspirar a algo más hay que aprender de lo vivido y no ir repitiendo los errores.
Soñamos la grandeza de bellezas no ocurridas, porque venimos de lo tristemente acontecido, e ignoramos que quizá en lo venidero es donde la realidad reserva toda su crudeza.
Venimos de un extenso y dilatado pasado constatado, vivimos el más breve tiempo que existe, el presente, y estamos condenados a desarrollarnos y morir en un futuro incierto y desconocido que será el continente y testigo del universal porvenir.
En la filosofía del “nunca tiempo” el eterno presente es la creencia de que el pasado y el futuro son irreales y el presente es el único y constatable bastión en que vivimos.
Tanto el pasado, como el presente o el futuro son ámbitos del Tiempo, esa cuarta dimensión que nos flagela y somete a sus escarnios, y el ser humano, en su intento por trascender al imposible ha inventado el Arte o la Religión, disciplinas que luchan contra el veredicto de la Ciencia o el Pensamiento, materias que nos tachan de efímeros e insignificantes.
Mientras exista la vida habrá un futuro para alguien y cuando ya no exista un ápice de ella, seguirá muriendo un presente para que nazca un futuro, continuará el eviterno ciclo mecánico del Universo más allá de nosotros y de nuestras tentativas. Entretanto, seguiremos escudriñando los posos del café, las cartas o las bolas de cristal con el ansia de encontrar un atisbo de futuro, seguiremos padeciendo esa necesidad de saber qué nos espera más allá del mañana porque está en nuestra naturaleza conocer los secretos que duermen en lo desconocido, entre otras cosas, para dejar de temerlo.
José Antonio Olmedo López-Amor
Una reflexión muy completa e interesante a la que yo añadiría otros dos aspectos más sobre la forma de conducirnos.
Hay otros muchos que no es que no se preocupen del futuro, sino que viven anclados en el pasado, al que echan la culpa de todo lo que les pasa.
Y, en lo de actuar, lamentablemente nos hemos acomodado a una vida muelle, y también egoísta, en la que nos cuesta mover un dedo si eso supone salir un poco de nuestro sopor y nuestro espacio de confort. Y, por supuesto, si no vamos a comseguir nada a cambio. (Y muchas otras veces cuando lo que se consigue es para los demás.)
En fin, a ver si despertamos de una manera inteligente, porque, si no, el futuro donde «viven los sueños, las esperanzas», va a estar cada día más lejos.
Un abrazo, José Antonio. Y perdón por el pesimismo. (Será que no he dormido biene esta noche.)
Amiga Elena, me ha alegrado mucho leer tu comentario, gracias por colaborar con tu opinión. La verdad es que tienes mucha razón, es completamente lógico lo que expones, pero a veces confundimos el pesimismo con la realidad, aunque sospechemos que las cosas no van a salir como nosotros queremos siempre merece la pena intentarlo. Como dicen en la película «El cabo del miedo» quien se aferra a su pasado muere un poco cada día. La nostalgia es una lepra de la que hay que cuidarse bien, y si caminamos por un sendero con la vista atrás ya todos sabemos a ciencia cierta lo que nos ocurrirá, caeremos en el primer agujero del camino. Hablas muy bien de «despertar» y es que estamos dormidos, por tanto nuestra fuerza y capacidades para cambiar las cosas no está muerta, está latente, y es obligación nuestra que eso cambie. El sopor nos conduce al conformismo, ¿qué clase de confort nos atrevemos a disfrutar cuando sabemos que el futuro de nuestros hijos es un completo misterio?. Es
un tema muy interesante sin duda y existen muchas maneras de abordarlo, pero sin duda es gratificante leer opiniones como las tuyas, que abren caminos en otras direcciones ya que no hay que olvidar que, como en Matemáticas, los problemas no son de una única solución. Un abrazo y gracias.
Profundo a la par que interesante tu discurso. Enhorabuena.
Muchas gracias por tus palabras José. Me alegro mucho de que te guste y más todavía de que te haya hecho reflexionar. Un abrazo.
No, muchas gracias a ti por dejarnos esas reflexiones. Y sí, quizás lo más preocupante es el no-futuro que les estamos dejando a nuestros hijos.
Esperemos encontrar, pues, esas fórmulas (es verdad que no tiene por qué haber una sola) para reconducirnos.
Un abrazo y ánimo en ese difícil trabajo.