(Foto: Ángela T. Ganisteo)
Muerte civil: condenar a alguien al ostracismo, al desprecio y el olvido cuando aún está en vida. Pero hay también una muerte civil póstuma. Se puede seguir matando a alguien después de muerto. Rematarlo. A Cervantes lo condenaron a la muerte civil literaria en vida, Lope y los lopistas a la cabeza. Por envidia, por judeoconverso, porque no se arrimó a ninguna camarilla ni mendigó el elogio interesado de nadie. Pero peor ha sido su muerte póstuma. Tuvieron que ser los ingleses, y luego los alemanes, quienes lo resucitaran. Gracias a ellos se ha convertido en el escritor más importante de la historia. Se le añade Shakespeare, con la diferencia de que El Quijote lo sigue leyendo todo el mundo, lo que no ocurre con Shakespeare. Oficialmente aquí, sin embargo, Cervantes sigue siendo un proscrito, él y su obra, por más premios, alharacas y aspavientos con que se pronuncie su nombre.
La prueba más vergonzante es el interés que ha suscitado el IV centenario de su muerte. Todavía ni sabemos qué es lo que el Ministerio de Cultura ha programado. El español más universal, el más conocido, no despierta atención alguna por parte de un Gobierno que ha despreciado tanto a la cultura que sólo por este mérito debería desaparecer de escena. Pero quizás sea más irritante ver cómo se justifica este desdén, esta incuria, esta injuria, este menosprecio.
José Pascual Marco es Director General de Política e Industrias Culturales y del Libro. ¡De Industrias Culturales! Pues ha dicho que hay 131 actos programados pero que no los podemos conocer por «no estar aún abierta al público ni preparada la página web específica». Más alucinógenas han sido las explicaciones del Secretario de Estado de Cultura, J. M. Lassalle. Dice que no se ha querido «politizar la figura de Cervantes». ¿Politizar? ¿A qué se refiere? Traduzco: Que no se ha querido «provocar» a los nacionalistas, en especial a los catalanes. Esta reserva eufemística encierra una cobardía deleznable: Cervantes es España. Celebrarlo, exaltarlo, homenajearlo, es reconocer a España, al idioma español y, por lo mismo, a la realidad nacional española. ¡Eso es politizar a Cervantes! Así que mejor no hacer nada y disimular.
Prosigue: Que se ha huido de «una fasta conmemoración» y se ha sustituido el «modelo tradicional» por «un modelo más participativo, comunitario y deliberativo», «más abierto y flexible», «transversal, descentralizado y democrático», «innovador, libre y sin jerarquías». Frente a los británicos con Shakespeare, «hemos optado por algo más moderno», «una nueva fórmula y filosofía de las conmemoraciones». Ya ven, Lassalle se ha pasado a Podemos. ¡Cómo se contagia la nueva jerga! Añádanlo a la lista de los necios… ¡Fasta conmemoración!…
Cameron anunció a primeros de año que el centenario de Shakespeare se celebrará en 141 países. El Britsh Council organizará en España medio centenar de actos. En Oxford estudiarán la influencia de Cervantes en Shakespeare. Aquí van a dedicar (¡ya veremos a qué!) 3,5 millones. Colau se gastará la mitad de esa cantidad en realizar encuestas, y el juez le ha puesto 3 millones a Rus de fianza. ¡Comparen! Con que se dedicara el 1% de la última trama corrupta de Valencia nos conformaríamos.
Santiago Tracón
Pues sí, de locos. Que se utilice como sinónimo de la palabra «español» el sintagma «la lengua de Cervantes» y luego no se le rinda el homenaje que merece dice mucho del respeto a nuestro idioma y sus manifestaciones.
Aun así, y posiblemente gracias a gentes de fuera (en Hispanoamércia cuidan y respetan nuestra lengua como se merece), los dos seguirán perviviendo.
Deberíamos, en cualquier caso, cada uno hacerle nuestro homenaje particular, leyendo una de sus obras y siendo, con ello, un poco más felcies.
Un abrazo, Santiago.