“El que no cumple sus deberes es pueblo corrompido;
el que no conoce sus derechos, es esclavo;
y el que no conoce sus derechos ni practica sus deberes bárbaro”
Juan Montalvo
Os dije a algunos de vosotros que os comentaría mi impresión sobre las elecciones primarias de los partidos políticos, tan bendecidas por casi todos y con tan mala práctica en la mayoría de los casos. Tenemos muchos ejemplos ya de candidatos proclamados en primarias y defenestrados al día siguiente para poner en su lugar a otro escogido a dedo, como también sistemas diferentes que propician el voto a la lista más conocida y cerrada desde los aparatos o la organización, que aúpan a sus incondicionales sin ningún rubor y además tratan después de explicarlo, lo que es ya irrisorio e insultante para cualquiera que discierna con mediana claridad. Algunas elecciones primarias, como leeréis en los medios estos días, están siendo contestadas fuertemente por sus bases.
Os dejo este artículo de Ignacio Jurado, «Primarias y la ilusión democrática», que me parece que acierta en las ventajas e inconvenientes de manera razonada y que reflexiona sobre el objetivo principal: ¿Qué esperamos de unas elecciones primarias? Dice así en uno de sus párrafos:
«Con todo esto, no pretendo argumentar que los partidos políticos no necesiten abrir sus ventanas y renovarse. Necesitamos partidos más democráticos, y las primarias pueden ser un instrumento útil, pero depositar todas nuestras esperanzas en ellas probablemente no sea buena idea.»
Estoy de acuerdo con esa afirmación, porque, para que este tipo de elecciones consiga su propósito, primero, tienen que garantizar la igualdad de oportunidades de los candidatos y, segundo, y más importante, certificar y asegurarse de que los electores tienen toda la información disponible para juzgar a los aspirantes que concurren. Quizá puede que cumplan la primera, no sin ciertas dificultades; pero, desde luego, la segunda, ninguno que yo sepa o conozca hasta el momento.
Probablemente nos falte una cultura ciudadana de responsabilidad personal ante este tipo de convocatorias. De ahí mi énfasis en la educación, en imbuir desde la infancia la capacidad de pensar, juzgar y decidir con criterio como primera fase para encarar este tipo de procesos. Por supuesto, esto es aplicable a todos los ámbitos de la vida en los que tomamos decisiones permanentemente y no podemos esperar a que todo se nos dé hecho y digerido.
Es muy desalentador ese seguidismo que consiste en sentirse parte de un grupo, a ser posible el probable ganador, y repetir las mismas frases y comportamientos sin la más mínima reflexión. No digo ya el espectáculo que supone ver a quienes cambian de bando y de frases según van variando las expectativas de ganar de unos u otros. Los engaños, las mentiras y la falsedad general que todo el mundo minimiza como algo consustancial a la política, ni es algo nimio, ni tan intrascendente. Nos hace cómplices y responsables de esas prácticas.
No entraré en este artículo en la barrera que supone para muchos la votación telemática a través de Internet, pero sí quiero decir que genera muchas dificultades en parte de la población que no se desenvuelve con soltura en el ámbito digital, y también que es mucha más de la que creemos la que está acostumbrada a ella.
Hace unos días, Francisco Giménez Gracia, al que todos conocéis, publicaba un artículo en La Opinión de Murcia en el que refería claramente la situación social que vivimos, y que, a mi entender, propicia que las primarias no consigan el objetivo que persiguen.
En el punto nueve dice:
«Un tiempo que confunde el éxito con el abuso; el fracaso, con la razón; las víctimas, con los héroes; la lealtad, con el silencio; la juventud, con la innovación; la vejez, con el mérito; lo novedad, con el progreso; la justicia, con el linchamiento; la cultura, con la fama; la indolencia, con la tristeza; la pereza, con la depresión; la igualdad, con la uniformidad; la función pública, con el trajín político; el barullo, con la fiesta; el ruido, con la alegría; el vocerío, con la argumentación; la ceguera propia, con la culpa ajena; twitter, con el Espíritu Absoluto, y las elites, con el enemigo a batir.
«Un tiempo que pisotea la dignidad, que recela de la riqueza y que ignora la virtud; un siglo de sapos y culebras, de ídolos sosos y vacíos que nos exigen voto de ignorancia y nos reclaman las primicias de nuestra vida entera. Me pilla ya mayor todo esto. Non serviam.»
No puede existir la democracia donde no se respeta la ley y no hay conciencia ciudadana reponsable, donde los valores esenciales que la sustentan brillan por su ausencia.
Y así nos encontramos ante unas elecciones primarias que siguen siendo gobernadas por los que tienen el poder y la información; por tanto, que se siguen gestionando en los despachos. Como siempre. Hay mucho que cambiar antes de que este tipo de elecciones sea viable y con garantías.
Como dice el título de esta entrada, actualmente gozamos de primarias, sí, de las primarias de Juan Palomo –ya sabéis, «yo me lo guiso y yo me lo como»–. Queda mucho para que «el cambio» que todos prometen como solución ineludible a todos nuestros males sea efectivo.
Seguiremos soñando.
Brujapiruja
Siempre con esa capacidad fantástica y «extractiva» de lo esencial de las cosas, Brujapiruja.
El párrafo de Gimenez García es absolutamente magistral y no sabes como te agradezco su reproduccíón; por otro lado al énfasis que haces sobre la educación: ¡Amén!
Felicitaciones y un abrazo fortísimo.
La de cosas internas que no conoceremos nunca. Me refiero al mundo de la política y los partidos tal como están planteados hoy día. Por supuesto, y como en casi todo en la vida, es esencial una educación ciudadana en condiciones; sobre todo, para que no nos tomen el pelo con tanta facilidad y tengamos armas para combatir el juanpalomismo.
Muchos besos.
Querida Amelia de mis amores, para que reescribir algo que D.Paco, como buen filosofo, refelja a la perfección y de forma impecable como bien has visto.
Y la educación… ahí nos falta mucho camino por desgracia.
Muchos besos dama vasca 🙂
Querida Elena, a mi me enseñaron que el que más sabe más responsabilidad tiene y más tiene que poner. Que se propicie y se abuse de la ignorancia me parece un pecado capital que a alguien se le olvidó poner en los mandamientos.
Me gusta el término «juanpalomismo».
Un besazo sevillana 🙂
A mí, cuando leo estas cosas, me entra una profunda decepción y desesperanza en lo que me rodea o nos rodea. Tengo la sensación de que triunfa la mentira, el chaqueteo, el arribismo…
Tienes razón de que solo con una buena educación será posible esta «regeneración» del hombre. ¿Cómo vamos a cambiar la sociedad si no cambiamos nosotros primero? Pero ¿cuándo será posible?
Muchos besos, Luisa, y perdona mi pesimismo, se ve que el calor me tiene consumida.