Al servicio. Por Mercedes Alfaya

De cómo entendí lo que significaba facilitar la tarea a alguien que intenta ofrecer ayuda a los demás.

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Al servicio

 

  Mi amiga Mari Paz me ha caído del Cielo. Digo esto porque con ella aprendo a desaprender. Sobre todo, he descubierto que nadie me ofende (soy yo la que se ofende); nadie me daña (soy yo la que se daña); nadie me miente (es el otro el que se miente a sí mismo) y que nada puede llegar hasta mí si yo no lo permito. Por eso, cuando le comento a mi amiga que mi hermana me saca de mis casillas, ella me hace pensar: —¿Quién dices que te saca de tus casillas?… Y tiene razón, no es mi hermana, soy yo la que me altero cuando hablo con ella. ¿Quieren creer que, desde que aprendí esto, entre mi hermana y yo todo fluye de otra manera?

  Quería hablar de otro asunto que aprendí con mi amiga. Se trata de eso a lo que llaman estar al servicio (muy distinto a dejarse potrear).

  Resulta que una persona importante en su campo de trabajo se puso al habla conmigo para ver si le pasaba a ordenador todos los audios de sus conferencias. Me pareció interesante. Lo trabajé durante meses. Terminamos el libro, lo corregimos y quedó en publicarlo. Pasó el tiempo y el libro no veía la luz.

  Esta persona me escribió diciendo que necesitaba comentarme algo antes de llevar el libro a imprenta. Me pidió, por favor, que le pasara mi plan de trabajo y mis días libres para organizar su agenda (ya que siempre anda muy ocupado), quedar conmigo y hablar del tema. Así lo hice.

  Un mes y sin noticias…

  Me volvió a escribir pidiendo disculpas y solicitando de nuevo mis días libres. Se los volví a enviar. Tampoco quedamos ese mes ni el siguiente. En diciembre, se disculpó aludiendo a todos los viajes y conferencias que le surgían a raíz de sus proyectos. Yo lo comprendía muy bien, aunque me sentía “ridícula” intentando pasar de nuevo unas fechas libres que al final no servían para nada.

  Con mi amiga me llegó la solución.

  —El contenido de ese libro es muy valioso para el avance de las personas, por eso tienes que estar al servicio hasta que se publique —dijo ella.

  —Sí, pero no sé qué más puedo hacer… Le paso mis descansos una y otra vez y al final no quedamos.

  —Ya que sabes lo ocupado que está. ¿Qué tendrías que hacer para facilitar el encuentro?

—No sé… Dímelo tú.

  Y dijo que lo tendría que descubrir yo, porque es la única manera de integrar lo que se aprende.

  —Bueno…, podría enviarle por semanas los días que libro sin esperar a que él me los pida hasta que podamos contactar.

—Efectivamente. Eso se llama: estar al servicio.

¡Qué suerte tengo con los amigos! Adivinen para qué…

 

Mercedes Alfaya

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