¿Dónde muere un amanecer…?
Toda la vida viajando a través de las puestas de sol más hermosas
para descubrir que el atardecer más salvaje
estaba en tu espalda.
No fue el restaurante
más hermoso,
ni el agua
de la playa
era la más bendita.
No tenían
el pescado
(ni el vino)
apropiado
ni había duchas
para limpiar
nuestro pecado.
Pero tu boca
y tu cuerpo
hicieron
de esa tarde
invocada
mi tierra
prometida.
Lo
juro.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»