Los frutos. Por Juana Fuentes

Los frutos

 

Había un tiempo en que tus manos eran todas las manos.

Mientras secabas esas gotas 
que cuarteaban tras el esfuerzo
tu rostro,
me entregabas el más espléndido
de los frutos que habían
cultivado las tuyas.

Yo podía advertir en ese gesto tan asiduo la bondad de la tierra,
y del agua su indudable prodigio.

Aquellas manos dejaron después
de procurarme esos fértiles
frutos y ya el sudor no surcó más
tu frente.

Entonces comencé a contemplar la tierra como una patria estéril
en la que sólo habitaban los árboles
con un despreciable cometido
en la ornamentación de aquellos campos, y hombres de manos pulcras,
de inmaculadas uñas,
de mejillas sombrías y marchitas.

En ese tiempo tú eras también todos
los hombres
y bajo el insistente sol que fue resecando
sus rostros
te desvaneciste.

Los frutos

Juana Fuentes

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