Nuestro personaje en Prácticas. Nuevo libro de Mercedes Alfaya

 

Nuestro personaje en Prácticas. Nuevo libro de Mercedes Alfaya

Nuestro personaje en prácticas

Este es un libro vivo en el que, a través de historias cortas, aprenderemos a evitar la manera automática en la que nos movemos.

            Versión Kindle. Ya en Amazón  y pronto en papel.

 


Retirarse a tiempo

 

De cómo mi amiga me hizo comprender que “tragar” lo que sueltan los demás perjudica seriamente la salud.

 

 

Hay gente que necesita volcar en los demás su podredumbre, sus miserias, su toxicidad… Hacen bien, siempre que haya otros predispuestos a convertirse en papeleras o contenedores de basura para ellos… Yo desde luego no me presto a eso. Lo comprendí cuando me topé con una persona a la que, además de sangrarle el ojo, le diagnosticaron diabetes y sufría de hipertensión.

Se lo comenté a mi amiga en una cafetería. Ella arqueó la ceja y asintió.

—¿Qué ves tú ahí?

Le di un sorbo al té…

—Quizás se esté “tragando” muchos problemas de la gente.

—En efecto —dijo ella (y también sorbió su té).

Era evidente.

A veces nos vanagloriamos de saber escuchar a los demás y creamos un perfil tan comprensivo y empático que nos llueven “desperdicios” por todas partes. Pero, vamos a ver, ¿por qué tengo yo que oír a la vecina con la misma cantinela de siempre: que si está cansada de bregar con la familia, que si la hija es una desagradecida, que si el marido no la escucha… ¿Esta mujer hace algo para que su vida cambie? No. ¿Me lo cuenta para que le ayude? No (ya me ofrecí y dijo que estaba resignada). ¿Entonces…? ¿Por qué aguanto cada día los mismos culebrones?…

Seguro que mi amiga diría: «Contéstate tú, ¿para qué lo aguantas?».

A veces, nos vemos en la obligación de ayudar a otros, aunque el respeto sería preguntarles antes si desean recibir la ayuda. También hemos de respetarnos a nosotros mismos, lo que se traduce en no hacer de “buzones” para la gente tóxica. La toxicidad que recibimos se traduce en síntomas que manifiesta nuestro cuerpo, como avisos de que no estamos siendo coherentes.

Ya ves, tragar lo que sueltan los demás perjudica seriamente la salud (peor que el tabaco…).

Y ahora va el ejemplo práctico de lo que me ocurrió al respecto:

Me ofrecí para ayudar a una persona con la organización de sus escritos, quería recopilarlos y publicarlos. Estuvimos trabajando en ello mucho tiempo. El problema llegó cuando aparecieron una serie de percances y anomalías que estropeaban el proceso. ¿Para qué me estaba ocurriendo aquello?… Al principio no lo vi. Sin embargo, todo indicaba que existía toxicidad alrededor de esa persona, algo que transmitía al proyecto que compartíamos y, por ende, también a mí. Lo hablé con ella y dijo que sí, que su vida era un caos; pero que salir de ahí le supondría pagar un alto precio. Imaginé que se refería a que, organizarse y simplificar su vida le acarreaba perder estatus, amistades, poder o lo que fuera… Respeté su decisión de acomodo a su zona de confort, pero yo sí que me retiré a tiempo.

El respeto a los demás comienza con el respeto a uno mismo. Y eso fue lo que hice, acatar su decisión y respetar la mía. ¿Que la dejé tirada con el proyecto? Veamos…, ¿se meterían ustedes a desatrancar un baño cuando el dueño de la casa sigue añadiendo mierda al inodoro?…

 

Mercedes  Alfaya

Ganadora del IV Certamen de Narrativa Breve de Canal Literatura en el año 2007.

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