11-Prominentemente prominente. Por LLionatan
No pienso escribiros. En serio, me niego a escribir. Sois el mal de mis letras. O de mis pensamientos, ya ni lo recuerdo. Abuso de las comas, ¿y qué? ¿acaso bukowski no abusaba de la anarquía?.
No pienso escribiros. En serio, me niego a escribir. Sois el mal de mis letras. O de mis pensamientos, ya ni lo recuerdo. Abuso de las comas, ¿y qué? ¿acaso bukowski no abusaba de la anarquía?.
Enrique Seijas mira de nuevo su carta de despido y sigue andando sin rumbo fijo por calles y plazas, debe tres meses de hipoteca, acaba de pelearse con su novia Lucía y a sus treinta años vé su porvenir tan negro que solo encuentra refugio en el Café Santa Fé,
Un universo, un mundo, a su alrededor una nación, en ella una provincia, dentro un pueblo, a su margen derecha un caserío, más al fondo una pequeña casa, hacia la esquina un cuarto, en su interior una niña muerta, en su cuerpo una bala, en la bala su nombre, en su nombre… ¿y su nombre? Bueno, a nadie le importa, ya pasaron dos semanas.
De espaldas a nosotros, el hombre que vemos sentado frente a la gran ventana del modesto salón se nos revela triste. Aun sin poder ver sus ojos, lo sabemos por el abandono de su cuerpo recostado sobre la mesa de comer casi cuadrada.
Robinson Crusoe se sentía mal. Peor que mal diría yo. El mismo dolor que interrumpió prematuramente su sueño le obligaba ahora a mirar hacia sus piernas para comprobar, con espanto, cómo ambas extremidades habían desaparecido.
En casa de mis padres había dos enormes armarios de cuatro cuerpos cada uno. Todo empezó cuando tenía seis o siete años más o menos. Me aficioné por entonces a esconderme en los armarios.