34-La exposición. Por Aida

Había tardado tanto tiempo en acabar aquel cuadro, que por fin se sentía liberada  al darlo por concluido. La exposición se acercaba y aún debía acabar cinco obras más. Carla esperaba desde hacía mucho tiempo esta oportunidad, y finalmente le había llegado de la mano de un amigo que le habló de una galería que buscaba jóvenes talentos. Ella no era muy joven; aunque sí de espíritu, no perdía nada por llevar el currículum con la fotografía de sus obras más recientes.

No esperaba nada y tuvo suerte. Al propietario le entusiasmaron sus obras y no dudo en ofrecerle realizar una exposición. A partir de ese momento se volcó sin descanso en la pintura de nuevas obras. Apenas dormía ni comía, su obsesión se concentró en prepararla lo mejor posible. Le aconsejaron no ponerle marcos a los cuadros; pero ella consideraba que una tela sin enmarcar era como un jardín sin flores y que la calidad de la obra aumentaba mucho con el marco apropiado.

Carla atravesaba una época algo dubitativa en su capacidad creativa, ya que dentro de ella se estaba germinando un proceso de cambio. No sabía bien a dónde la llevaría, porque a la vez que le seguía gustando el estilo y los temas clásicos ¾como las naturalezas muertas, los paisajes y algún retrato que otro¾, sentía la necesidad  de darle a sus obras un cierto aire romántico y algo misterioso.

 

Los días pasaban, y a pesar del gran esfuerzo, acabó bastante contenta con el trabajo realizado. Ahora sólo faltaba llevar sus pinturas a enmarcar. Tenía la costumbre de ir a una tienda que le transmitía mucha confianza, en la que además le ajustaban muy bien el precio. Como ella no disponía de medio de transporte, le pidió a un amigo suyo que le acompañara con su furgoneta. Éste le ayudó a bajar los cuadros y después se fue porque no tenia lugar donde dejar el coche. En la tienda, la dueña le aconsejó que pusiera unos cuantos marcos de calidad, que quedaban muy bien con los tonos de las pinturas. A la artista le costó una hora decidir los que le gustaban más. Contenta con la decisión tomada, se marchó. Ya sólo le quedaba esperar dos semanas para que todas sus obras estuvieran listas para la exposición.

 

Como no se fiaba mucho, decidió dejar pasar un poco más de las dos semanas para cerciorarse de que el trabajo estuviera acabado, y fue entonces cuando volvió a la tienda. La propietaria del establecimiento le dijo que sus obras  ya estaban enmarcadas y se las empezó a enseñar una a una. La cara de Carla se transformó. Pero… ¿qué significaba aquello? Los marcos eran los originales, sí; sin embargo, las telas no eran las suyas. Nerviosa, se encaró con la dueña.

¾¿Qué clase de broma es esta?

¾¿Qué quiere decir?

¾¿Cómo qué quiero decir? Esos cuadros no son los míos.

¾¿Cómo que no? Claro que son los suyos

¾No, señora; los marcos sí, pero las obras no.

¾¿Usted me toma el pelo? ¿Es que no me quiere pagar?

¾Desde luego que no le pagaré hasta que no me devuelva mis cuadros.

¾Pero ¡si son los suyos!

¾¡Yo le digo que no!…

 

La discusión cada vez iba a peor. La señora Ana ¾que así se llamaba la dueña de la tienda¾  reclamó la presencia de su marido, y ninguno de los dos convenció a Carla, por lo que decidieron recurrir a la policía. No estaban dispuestos a que aquella joven no les pagara aquella suma importante de dinero por el trabajo. Los nervios de la artista cada vez iban a más; sólo quedaban tres días para la exposición y las cosas pintaban muy mal. ¿Se estaría volviendo loca?  Era algo surrealista, ¿cómo era posible que aquella mujer dijera que  esos cuadros eran los suyos?  No era la primera vez que veía sus obras, no se  podía creer que le estuviera haciendo esto. Mientras le venían estos pensamientos, llegó la policía. Cuando les contaron la historia, no entendieron nada. El problema era que, al no haber testigos, todo quedaba entre la propietaria del establecimiento y ella. Aunque Carla les explicó que en tres días debía de inaugurar una exposición muy importante, a   los agentes eso no les importó lo más mínimo, ellos estaban allí para solucionar aquel embrollo. Como no llegaban a ninguna solución, solicitaron a las dos partes que acudieran a la  comisaría. Allí la dueña de la tienda presentó una denuncia contra la pintora por impago de los marcos. A Carla la metieron en un despacho y allí empezaron un interrogatorio que más bien parecía un tercer grado ¾no sabía si con todos los detenidos harían lo mismo; pero lo que estaba claro es que no le creían en absoluto¾. Era una historia ciertamente inverosímil;  aunque ella seguía con erre que erre, no cedía ni un ápice en su versión; aquellos cuadros no eran suyos, alguien se los habría llevado.  ¿Cómo era posible que los marcos fueran los mismos?  La señora decía que nadie había venido a enmarcar tantas telas como ella, incluso le llegaron a preguntar si en algún momento había despachado alguna otra persona, contestando que su marido también estuvo en la tienda; pero que él nunca le comentó que viniera ninguna persona con esa cantidad de oleos. Carla permaneció cuatro horas en comisaría; al final, la dejaron libre,  aconsejándole que no abandonara la ciudad hasta que aclararan el asunto.

La pintora llegó a su casa agotada. No entendía nada, ¿qué estaba pasando?; todo este tiempo esperando esta oportunidad y ahora… se estaba volatilizando todo. Pasó una noche de perros sin apenas dormir, dando vueltas y vueltas.  Cuando por fin se quedó dormida, comenzaron a venirle imágenes de sus cuadros. Una mujer los tenía en la mano y ella los intentaba coger; no podía porque la mujer los apartaba. Ésta no paraba de reír con una risa maléfica que le cortaba la respiración.

Al día siguiente llamó a su amigo y le explicó lo que le había pasado. Éste no se lo podía creer, e incluso le aconsejó que también ella denunciara a la propietaria del comercio por robo. Hasta ese momento no había caído en eso, pensó que no era tan mala idea y le pidió que le acompañara. Al llegar a la comisaría, preguntó por los policías que la detuvieron el día anterior, a éstos les extrañó que volviera por su propia voluntad y pensaron que quizás se lo había pensado y seguramente querría pagar; sin embargo, no fue así. Le presentó a su amigo y les dijo que él también quería presentar una denuncia. A los agentes les pareció bien, y al ver a su acompañante le preguntaron:

¾¿Usted ha visto los cuadros?

¾Por supuesto, yo le ayudé a descargarlos.

¾¿Y no le parece extraña la historia?

¾Yo no dudo de mi amiga.

¾Ya; pero la propietaria y su marido también parecen decir la verdad.

¾Pues es imposible, no querrán reconocer que se lo han vendido a alguien por equivocación.

¾¿Le ha dicho su amiga que los marcos son los mismos que ella escogió, aunque las pinturas no son las suyas?.

El amigo de Carla se quedó pensativo; tampoco dudó en su respuesta.

¾Sí, ya sé que es difícil de creer, pero yo le creo firmemente.

 

Al ver la duda en su cara,  decidieron proponerle algo:

¾¿Le importaría venir a la tienda con nosotros y que la dueña le muestre los cuadros?.

David, que así se llamaba el chico, miró a Carla y ella asintió. Les acompañó y la propietaria de la tienda le mostró los cuadros sin reparo. En el momento que se los enseñó, David se quedó blanco y un ligero mareo le hizo casi caerse. Enseguida le acercaron una silla. ¿Cómo era posible? Efectivamente aquellas eran las pinturas de Carla. No sabía qué decir; pero cuando le preguntaron tuvo que decir la verdad. ¿Por qué habría hecho esto Carla? ¿Por no pagar? No podía ser. Los agentes le pidieron que telefoneara a su amiga, y al poco rato entró en la tienda. Todos la miraban fijamente, hasta que David rompió el silencio y le dijo.

¾¿Por qué lo has hecho? ¿Por el dinero?

¾¿Qué dices? ¿Cómo puedes pensar eso?

¾Carla, ¡estas son tus pinturas!

¾¿Qué…? Tú también, ¿pero no ves que no lo son?

¾Claro que lo veo y tanto que lo veo, ¿qué te pasa? ¿No ves bien?

¾Veo perfectamente.

¾Ven, siéntate aquí y concéntrate.

Carla se sentó y le pusieron uno de los cuadros delante.

¾Mira esta pintura, la hiciste hace dos semanas, te costó mucho acabarla, ¿no te acuerdas?

Se quedó un rato mirando aquella obra; sus ojos se le iban al marco y aquella pintura se transformaba, no, no era su pintura, no lo era.

David pidió a la dueña que le quitara el marco. Esta no estaba muy convencida y miró a los agentes. Estos le respondieron con un signo de asentimiento y ella accedió. Al cabo de unos minutos, la propietaria sacó el cuadro del marco y se lo puso delante. ¡De pronto! Un grito salió de la garganta de Carla.

¾¡Ahhhhhhhhh!¡Esa es mi obra! ¿Dónde la tenía?

Los agentes le indicaron que cogiera de nuevo el marco y lo pusiera por encima.

No se lo podía creer, era la misma. ¿Qué le había pasado? No reconoció su obra, le influyó tanto el marco que fue incapaz de ver el cuadro. No sabía qué cara poner; pensarían que les tomaba el pelo; pero no, se dieron cuenta de que iba en serio. Le recomendaron que acudiera a un psicólogo, porque nunca les había pasado nada igual.

Carla les pagó los marcos y con ayuda de su amigo recogieron todos los cuadros. Cuando llegaron a casa, decidió quitar los marcos ¾ya los utilizaría para otros¾.

 

Llegó el día de la exposición y allí estaban todos sus óleos sin un solo marco. Descubrió que su obra, su auténtica obra no necesitaba un marco para disfrazarla y, como le pasó a ella, no reconocerla en absoluto. Vinieron todos sus amigos, e incluso convidó a la propietaria de la tienda, a la que le pidió perdón y todo quedó reducido a un equívoco que nunca más le pasaría. Cuando fue al psicólogo, este le dio un diagnóstico que, aunque algo surrealista, quizás fuera lo que a ella le había pasado; estuvo tantos días sin casi comer ni dormir, que había caído en un estado de shock que le hizo perder de vista la realidad y, aunque parecía mentira, no pudo reconocer ni su propia obra. La verdad es que la próxima vez, quizá no se tomaría tan a pecho su reconocimiento como artista e intentaría ser un poco más feliz.

7 comentarios

  1. Interesante relato, pero a mi juicio el final decepciona un poco. De todas formas, he disfrutado mucho con su lectura.
    ¡Suerte!

  2. Me alegro que te haya parecido interesante mi relato. En cuanto al final, bueno, es un poco surrealista; pero, ¿no me dirás que te lo esperabas?
    Un saludo

  3. Contesto encantado a tu pregunta.

    Al leer el relato se me iban ocurriendo cosas sobre la marcha, y me preguntaba si aquellos marcos elegidos para los cuadros tendrían algunas propiedades mágicas, o si habría una confabulación general en contra de la pintora para usurparle los cuadros, haciendo como que solamente ella se daba cuenta de que ya no eran los suyos.

    La decepción viene tal vez por su final «feliz». ¿O será que yo soy un poco retorcido? No lo sé, a veces es fácil recomendar a los demás lo que nosotros mismos no somos capaces de llevar a cabo. Y a las pruebas me remito: mi relato, el nº 28, está pasando completamente desapercibido a pesar de estar escrito en forma un tanto peculiar y abordar un tema relativamente poco visto.

    En todo caso no me hagas mucho caso, porque los hay que saben más que yo en esto.

    Saludos.

  4. HÓSKAR WILD

    A muchas personas les pasa lo mismo. Les quitas el marco y son irreconocibles… Mucha suerte

  5. Gracias Hóskar por tu comentario, espero que te haya gustado el relato.
    Un saludo

  6. Tomarse a pecho el reconocimiento como artista, creo que es a lo que muchos que escribimos, aspiramos. Curioso relato un tanto surrealista pero efectivo. felicidades Aida

  7. Encadenados gracias por tu comentario, si que es un poco surrealista, esa era mi intención; pero, ¿la vida no es a veces un poco surrealista?

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