85-Cuaderno:»De viaje por la vida». Por Olid

ÍNDICE:

 

1-     LA QUIMERA DEL QUERER

2-     EL AMIGO

3-     CARLOS

4-     ANHELOS DE AMOR

5-     EL COMERCIAL PARDILLO

 

1-    LA QUIMERA DEL QUERER

Cuentan, que en una calurosa noche de verano, dos jóvenes alegres, llamados Gabriel y Rocio, se conocieron en el Parque de la Ciudadela. El encuentro se produjo, durante un concierto de la banda municipal, mientras esta interpretaba “La Barcarola”.

En las retinas de sus ojos, quedó grabada la imagen del otro. Durante el  tiempo de descanso, se musitaron palabras de amor. Él solícito, la invitó a un helado, que ella tímidamente aceptó.

Aquél encuentro, fue el principio de otros muchos, que a partir de aquel día disfrutarían. Poco a poco, fruto de ese contacto, ambos descubrieron que estaban enamorados.

Rocío, alegre y despreocupada, explicaba a Gabriel, durante sus frecuentes paseos por los jardines del parque, los muchos proyectos que podrían compartir.

Al atardecer, después de los besos y arrumacos que habían disfrutado, regresaban a casa. Antes, entraban en una tienda de ultramarinos, donde comprar fruta y embutidos, que luego utilizarían para preparar la cena.

La muchacha repetía una y otra vez, lo felices que serían durante su vida en común. Incluso soñaba con viajar a París, Venecia y otros muchos sitios, los dos juntos. Mientras Gabriel, asentía sonriendo sin decir nada.

A Rocío, el muchacho le parecía un adonis. Tenía una belleza natural y un hablar cultivado, con el que camelaba a las muchachas. Sin embargo, éste no dejaba que sus pensamientos salieran al exterior.

Tiempo más tarde, llegó el momento de compartir la vida soñada por Rocío. Juntos en el nuevo hogar, Gabriel, partía cada mañana hacia su lugar de trabajo, con el fin de obtener el sustento con que mantener la casa. Mientras, ella quedaba en el piso, haciendo las labores cotidianas del hogar.

Cada día, cuando hacia el atardecer el esposo regresaba a casa, éste preguntaba a Rocio:

– ¿Cómo estás mi amor? ¿Has pasado bien el día?

Ella, lánguidamente suspiraba y replicaba:

– ¿Cómo crees que estoy, después de llevar todo el día esperándote?, y dejándo de nuevo escapar un suspiro, ésta añadía, – Aburrida.

A Gabriel esta contestación le indignaba. Un día, no pudo más y le gritó:

– ¿Aburrida dices? Si no encuentras nada que hacer en la casa, búscate algo fuera, que de ocupaciones hay un montón.

La repetición diaria de esta escena, provocó en él la sensación de que Rocío era una tonta.

A la mujer, comenzó a no gustarle el tono que Gabriel empleaba. Ella no era tonta. Pero pensó: “puede resultar que de tanto repetirme la idea, llegue al final a convencerme a mi misma, de que lo soy”.  

Él al día siguiente, se presentó en la casa con una serie de cuadros de macramé con sus correspondientes hilos, para que ella se entretuviese. Rocío, le agradeció el detalle. Pero a los pocos días, se encontraba de nuevo aburrida.

Días más tarde, apareció el joven con unos bonsais y las instrucciones para cuidarlos. También esto resultó aburrido para la mujer, pero optó por no quejarse, por miedo a que Gabriel se enfadase con ella.

Éste, se dio cuenta de su silencio y entonces, le echó en cara lo aburrida que resultaba, cuando no se estaba quejando.

Un día tras otro, a Gabriel le invadía un sentimiento de culpa y llegaba a casa con alguna cosa diferente, en un intento de tenerla feliz, contenta y ocupada.

El piso en el que vivían, disponía de cuatro habitaciones. Con el paso del tiempo, estas se fueron llenando cada vez de más armarios y estanterías, donde Rocío guardaba los objetos, con que Gabriel la obsequiaba.

Sin embargo, la joven no se sentía nada contenta y menos feliz. La casa, se había convertido en un laberinto de objetos, que no la satisfacían nada y decidió, una mañana del primer otoño de vida en común, que había llegado el momento de cambiar la situación.

Tan pronto Gabriel salió para el trabajo, Rocío se arregló y abandonó la casa. Por entre los jardines de la Ciudadela, paseó y tomó el sol, mientras las palomas revoloteaban a su alrededor. Hasta se permitió el lujo, de alquilar una barca.

Contempló a los estudiantes que junto a sus parejas, compartían grandes momentos de alegría. Aquellas escenas de amor alegraron su apagado corazón. Poco a poco, este acto cotidiano, fue alentándola a tomar una nueva forma de vivir.

El paseo, se convirtió en costumbre y Rocío cada día se sentía más contenta. Gabriel, comenzó a notar los cambios en la vida del hogar. Las cosas no resultaban tan perféctamente colocadas, como hasta ese momento.

La cena, raro era el día que estaba preparada cuando él, llegaba a casa después de un intenso día de trabajo. Varias veces, este hecho violentó a Gabriel, que le llevó a sermonear a la mujer, por cómo estaba llevando la casa.   

Sin embargo, Rocío se sentía feliz y ya no daba importancia a las quejas de Gabriel. Hasta que un día, al volver éste del trabajo, se encontró el hogar vacío. La nota era muy escueta. “Gabriel no soy feliz contigo. No me esperes. Rocío”

Ni que decir, que sus gritos de rabia fueron escuchados por todos los vecinos. El joven no llegaba a comprender, que aquella mujer, a la que había llenado la casa de armarios y objetos, se hubiese ido.

Así, a lo largo de los años posteriores, explicó a todos cuantos quisieron oirle, lo ingrata que había resultado ser Rocío.

Mientras tanto, una muchacha de igual nombre, fue vista en un crucero camino del Caribe.

Tiempo más tarde, se la vió visitando París, Venecia y… Rocío, había comenzado a poner en marcha los proyectos, que un día quiso compartir con un hombre.

En la primavera, se la vió acompañada de un caballero, con un porte menos elegante que el Gabriel. Sin embargo, la sensación de felicidad que desprendía la mujer, hacía pensar que su vida estaba llena de momentos de cariño y amor. Esta, había sufrido una transformación.

Gabriel continuó viviendo en aquella casa llena de objetos y armarios. Éste siempre estaba triste y amargado. De vez en cuando se acordaba de Rocío. Hasta que lentamente fue apartando de sí, la idea de lo ingrata que había sido y la sustituía por otra imagen. La de un tonto, que teniendo una joya entre sus manos, la cambia por nada. No había sabido valorar a Rocío y no había aceptado nunca compartir sus ilusiones.

 

2-    EL AMIGO

Al mirarlo, sentí la necesidad de efectuar una descripción sobre su persona. A primera vista, no era excesivamente alto, sin embargo, los datos de su altura, 1,75 metros y sus 67 kilos de peso, indicaban de su complexión, que era muy delgada.

Mostraba el pelo canoso debido a su edad, pero su rostro alargado y moreno, no denotaba la misma. Sus ojos, de un gris azulado, se escondían bajo unas gruesas gafas debido a una pronunciada miopía. Tenía las pestañas tan largas, que se le doblaban, molestándole al contacto con los cristales de las mismas.

Una suave y melancólica sonrisa, dan al personaje, una atracción especial entre las mujeres.

Si bien aparenta una cierta tranquilidad, es hombre de duro carácter. No se deja dominar por cualquiera. Sin embargo, es amigo de sus amigos, cercano a aquellos que acuden en solicitud de su ayuda o en busca de consuelo.

Analiza las palabras antes de emitir juicio alguno y cuando por su boca sale la respuesta, produce una conversación agradable e instructiva.  Mientras le hablan, suele escuchar con atención y mantiene su mirada en su interlocutor. Transmitiendo así la confianza suficiente, para que le cuenten desde la intimidad.

Ni que decir, que Andrés es mi amigo.

 

3-    CARLOS

Carlos, había sido compañero mío, en los tiempos de la escuela primaria y más tarde de trabajo. El otro día paseando, lo encontré en la entrada de unos grandes almacenes, allá en la Gran Vía.

La presencia altiva con la que nos solía obsequiar, había desaparecido de la faz de su físico. Por el contrario, ahora parece una persona desfavorecida, arrugada y con cierto aire trasnochado.

Sin embargo, continúa siendo tan vanidoso como lo era en aquellos tiempos. Estuvimos hablando un rato y saqué la conclusión, de que pasaba por una mala racha económica.

No era una persona agradable en el trato, pero si hábil en el manejo de las situaciones. Así, se hizo con el favor de los jefes donde trabajaba, con una actitud un tanto servil.

Resultó ser, un acosador de las compañeras de trabajo, pero según él, la culpa siempre fue de ellas, que lo perseguían.

Hasta que apareció en su vida Elena. Ésta conocedora de todo lo que se decía de su novio, lo ató muy corto, de manera que no le dejaba ni a sol ni sombra. Su noviazgo duró escasos seis meses. Una vez casados y en cuatro años, estuvieron rodeados de cinco pequeños por toda la casa.  Desde entonces, desapareció de la vida social de Barcelona.

Según me contó, ahora viudo y con los hijos ya crecidos, intentaba recuperar los contactos con las personas que conocía, si bien esto, le va a resultar un tanto difícil.

Cuando por fin nos despedimos, como nunca habíamos sido amigos el uno del otro, sólo nos dedicamos un ¡hasta otro día!, esperando y deseando que eso no se produjera. 

 

4-    ANHELOS DE AMOR

Carla, sentada en un sillón de su casa, esperaba la llegada de Isabel, antigua compañera de colegio, con la que había quedado. Se sabía guapa y conocedora de las técnicas para aparentar y lucir su belleza. Así, vestida con un traje gris, blusa blanca y un lazo al cuello tipo, corbata caballero, pretendía seducir a su visitante.

Su compañera no era menos guapa que ella. Carla desde siempre se había sentido atraída y hasta enamorada de aquella amiga.

Ahora pretendía dar un paso más en esa dirección, pero tenía miedo a equivocarse.  Sin embargo, la última vez que habían estado juntas, le pidió bailar en su salón y Isabel no sólo aceptó, sino que coqueteó y hasta en un cierto momento pensó que se besarían.

Hoy había dado permiso a su asistenta, con el fin de que nadie las molestara.

El timbre de la puerta sonó. Fue abrir, pero antes se dio una mirada en el espejo del recibidor. Se sentía expléndida.

Isabel estaba al otro lado de la puerta. Se besaron en la mejilla y bromearon sobre como les sentaban los años.

Hablaron de sus cosas. Carla inició un cierto manoseo, mientras preguntaba sobre la ropa que ella llevaba. Cada vez aproximó más sus manos a los pechos de Isabel. Ésta, con un cierto enrojecimiento en su bello rostro, desabrochó la blusa dejando al descubierto sus senos.

Carla, quedó de momento sorprendida. Después con suavidad los acarició.

 

5-    EL COMERCIAL PARDILLO

Camilo, un regordete y saludable comercial de un publecito de una comarca profunda, fue invitado por una empresa de Seguros, a un curso durante un mes en la capital o sea Madrid.

Después de ese tiempo a pan y cuchillo y dispuesto a aplicar lo que había aprendido, emprende regreso a su pueblo.

En el departamento del tren en el que viaja, se encuentra con un turista inglés y dos señoras, una de ellas jóven y atractiva.

Con tanto tiempo sin poder hablar con mujer alguna, Camilo entabla conversación con esta última. Sin embargo, como inexperto conversador,  acude a los chistes que ha aprendido de sus compañeros de curso, con el ánimo de deslumbrar a la mujer.

Sin meditar a quien se dirige, cuenta algunos de los denominados “chistes verdes”, que hacen sonrojar a la joven.

Pero su chanza se ve de pronto interrumpida, cuando el inglés le indica su falta de tacto y modales. A lo que Camilo responde: “a mi nadie me da clases de educación”. La madre de la joven añade:

– Encima de mal educado, grosero y publerino.

3 comentarios

  1. Estampas de gacetilla de mediados de siglo con ejemplarizantes moralejas.
    Qué curioso.

  2. HÓSKAR WILD

    ‘Es la vida, que pasa’, podría ser el resumen de estas crónicas urbanas. Historias sencillas, sin principio ni fin; retazos de existencias anónimas recogidas en el cuaderno de alguien que sabe observar. Suerte.

  3. Un trabajo sui generis. Te felicito Olid

Deja una respuesta