131-Tiempo Propio. Por Antonio Mundo

– ¿Te has despertado ya?

– Si.

– ¿Has llamado a recepción para pedir un taxi?

  Si.

  ¿ Por qué estas tan serio?

– Sólo anoto unas ideas mientras hablo contigo por teléfono. Me pueden ayudar por si alguien me pide que intervenga en la conferencia ¿no te parece? Nunca hay que desperdiciar los pensamientos aunque vengan como ráfagas y estruendos, a modo de esquizofrenia.

– Pues  si …  Pero bueno, luego hablaremos  de una cosa que aún no te he contado. Ahora es muy temprano y el día es muy largo.

 

16:30 horas

 

 

  ¿Has comido?

  Sí, un poco. No he querido perder mucho el tiempo. Falta muy poco para que empiece la conferencia. – Anunció Miguel preocupado y nervioso.

  Perdona. – Restregó  Clara temerosa.

– Está a punto de comenzar. Ya sabes que llevo meses esperando esta oportunidad. Desde que leí a Wittgenstein sueño con este tipo de reuniones y, por lo que me han contado, José González y Pedro A. están muy reconocidos.

– Yo quería hablar de otra cosa  antes de que entrases. De una posible cena.  La organiza mi jefe –  Anunció, Clara, con titubeos.

    En su discurso utilizo  un tono dulce en la voz. Al mismo tiempo practicaba cierto aire de vulnerabilidad, quizás un carrasqueo intencionado dando atisbos de enfermedad pasajera.

  ¡Me tengo que ir, cuelga el teléfono¡  He perdido mucho tiempo.

 

21:00 horas

 

 

  ¿Ha terminado ya la conferencia? ¿Estas en el Hotel?

  Si, ya he llegado.

  ¿Cómo  ha sido la experiencia en esa  universidad de Barcelona?

– Pues, han sido más aplaudidos los defensores de José González y de Pedro A.  Podríamos decir que han salido victoriosos los que defendían que el tiempo era una cualidad del mundo y no del sujeto, aunque el sujeto pueda temporalizar al adquirir momentos. Este es un debate que viene desde el 2005 y que plantea que la ciclidad es una característica externa al hombre.

– ¿Y los otros? – Añadió Clara con tono de curiosidad.

– Los que escudaban a Kant y Husserl, entre otros, repetían a la defensiva que el tiempo era una cualidad subjetiva y que la conciencia se dividía en unidades temporales. Pero me pareció que no eran muy elocuentes.

– Nunca entiendo lo que dices. No se por qué te pregunto. Sin embargo suena tan bien que tengo la sensación de escuchar versos en un recital poético. Siempre te he admirado por ser  profesor de la universidad de Almería, ¿sabes?   – Dijo satisfecha.

    Clara estaba apoyada en el sofá del salón mientras hablaba con él. Acababa de ponerse ropa cómoda para pasar la noche. Reclinada sobre el mueble observaba una foto de ambos en la playa. Tras varios años de matrimonio, se sentía orgullosa de su vida. Pero en mitad de la conversación acertó al pensar que debía plantearle, de una vez, la cuestión. Su trabajo dependía de un encuentro social el domingo y su marido debía hacer acto de presencia. Temía, no obstante, que Miguel se negara conociendo su espíritu discrepante.

– Antes de que siguas con los argumentos de la conferencia, te diré que  mi jefe ha estado hablando, en la oficina, de una cena este domingo. Nos han invitado. Ya sabes que no estas obligado. Puedo ir sola, claro, y estar allí sin hablar con nadie. Ya lo he hecho otras veces, estoy acostumbrada. Creo que mis compañeros han dejado de compadecerme. María Rosa ya no me pregunta dónde estas. Supone, como todos, que estás ocupado entre tus libros. Pero no te sientas forzado, ya lo he hecho otras veces como digo. Fíjate, que ni siquiera mi madre me ha dicho nada. Incluso se ha ofrecido a acompañarme ella, pero no puedo aceptarlo. – Concluyó a modo de explosión emocional.

    Ante una declaración semejante apenas pronunciaron palabras para despedirse y casi se dijeron forzados que se querían, hasta unas horas más tarde.

 

 

 

 

 

 

 

 

           23:30 horas

 

 

  ¿Te has acostado ya?

– Poco me falta. Es tiempo ya de olvidarse de uno mismo, ¿no te parece?  El día ha sido lo suficientemente largo como para no importarme demasiado como será mañana. Ni siquiera voy  a plantearme si habrá un  futuro hermoso o lleno de incertidumbre. Simplemente voy a desaparecer. Estoy agotado. Voy a meterme bajo las sábanas y si todo sale bien olvidaré hasta este momento.

     Al decir esto se dirigió hacia la cama. Se detuvo un instante cerca de la ventana. Realizó algunos movimientos para desentumecer los músculos. Aún  mantenía la conversación telefónica. Su voz se apagaba poco a poco mientras dejaba en derredor un tono fatigoso. Mientras hablaba, se imaginaba a si mismo en mitad de un sueño recurrente. Se desdecía entre las palabras y los párpados, entre los tonos blancos y negros de la noche.

– Estas muy pensativo.

– Si, trato de resumir mentalmente las ideas de la conferencia antes de dormirme. Debo exponerlas cuando llegue a Almería. He llegado al convencimiento de que el tiempo, ya sea una cualidad humana o no, esta conducido por un ritmo. Y este si es una condición interna.  Es decir, existe un ritmo vital. Supongo que cada uno tiene el suyo propio.  No sería recomendable que nadie pudiera manipularlo. Si eso ocurriera desaparecería la libertad, se practicaría una sociedad de seres alienados donde habría autoengaño. Entonces nos  estremeceríamos al son de una orquesta dirigida por otras personas y nuestro papel allí sería el de meros autómatas. Creo que debemos ir a nuestro propio ritmo, con nuestra propia música.  Si no, los demás harán con nosotros lo que quieran e impedirán que surja nuestra propia conciencia.

  Bueno…. Ya sabes que soy una ignorante. Esos pensamientos se me escapan hacia arriba.

– (…)

  De todas formas y antes de que te duermas, tengo que hacerte una pregunta de manera definitiva.- Anticipo, Clara, entre asustada y convencida.

    Al otro lado del hilo telefónico, ella tenía una circunstancia muy distinta. Se encontraba en otra ciudad. El sueño no había manifestado los síntomas en su cuerpo. Su mente fluía correctamente. Por eso, a pesar de saber que Miguel estaba extenuado por haber asistido a una conferencia lejos de casa, necesitaba plantearle esa cuestión por ser de vital importancia.  De alguna manera  había permanecido todo el día a la expectativa de ese asunto. Sospechó que la debilidad que él mostraba sería un aliado para impedir cualquier negativa

– ¿Quieres acompañarme  a la cena con mis jefes? Es el domingo.    Propuso algo nerviosa y temblorosa.

– Si – Respondió Miguel semiinconsciente.

    Al afirmar no pensó realmente lo que había dicho. El cansancio acumulado no le dejaba diferenciar los pensamientos o mejor dicho las ideas. Se dejó llevar para acabar aquel coloquio cuanto antes. Ni siquiera pensó que su propia vida mental pudiera tener alguna relación con la vida real.

– Entonces buenas noches. – Exclamo sorprendida y satisfecha, ocultando en la distancia del teléfono una gran sonrisa.

– Buenas noches. Necesito dormir. La conferencia me ha destrozado.

2 comentarios

  1. HÓSKAR WILD

    La ausencia de comunicación en estado puro. Hace falta algo más que una línea telefónica y unas palabras para que se produzca ese pequeño milagro que es, simplemente, escuchar y entender. Bien plasmado en el realto. Mucha suerte.

  2. Con teléfono o sin él, no hay comunicación a pesar del esfuerzo de Clara por lograrla. Bien escrito tu relato Antonio

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