194- Con pocas palabras. Por Moda
- 1 noviembre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, entendedor, palabras
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El día que se cansó, el hombre se marchó despacio por la vereda, sin hacer ruido, sin contener las lágrimas. Echó un último vistazo a lo que había sido su vida, masticó con amargura lo que guardaba el corazón de aquel fracaso y palpó la mochila que cargaba al hombro, donde atesoraba la tolerancia, la libertad y el respeto que ya nadie compartía.
Con él se llevó la cordura y los periódicos locales se llenaron de palabras oscuras que hablaban de guerra, de torpeza y de barbarie. Fueron días de tristeza, de desaliento y de viejos rencores renovados.
Mientras ardían los cimientos de lo que había sido, aquel hombre menudo lloró la derrota de sus intenciones en la sucia habitación de un motel de carretera. Hasta él llegaban los sonidos de una guerra que no había sido posible contener y los silencios inocentes, atrapados en la maraña gris de una madeja que ellos nunca habían hilado.
-El cielo se ha vuelto negro- comentaban las vecinas en las puertas de las casas, mientras cerraban los postigos y apuntalaban las ruinas de su vida.
-Pero ¿cómo ha ocurrido?- se preguntaba el maestro que ya no tenía alumnos en la escuela.
-Nadie lo sabe -le respondió el cartero, huérfano de correspondencia- Un día alguien dijo algo que no debía, no sé lo que fue –continuaba el hombre haciendo un gesto pensativo de movimiento de cabeza- pero al que le escuchaba no debió de gustarle y se lo increpó a la cara.
-Yo creo que la culpa la ha tenido el desempleo -apuntaba el tendero, sumándose al corrillo- demasiada gente en paro da mucho miedo porque cuando el pueblo tiene hambre, abandona las buenas costumbres. ¿Y la Iglesia?, dejan de ir a la Iglesia y eso no es bueno- remató volviendo la vista hacia un grupo de jóvenes que se acercaban, cantando una marcha militar mientras marcaban el ritmo cadencioso del desfile.
-Bueno, en cuestiones de Iglesia, cada uno es libre ¿no? –respondía un poco enervado el maestro, recordando su ateísmo disfrazado de pensamiento liberal y democrático.
-¿Usted también? Hay cosas para las que no se debe dejar libre nunca a nadie. No puedo creerlo –decía acercándose un policía jubilado que había pedido volver a estar en activo.
Y así dejaron pasar los años aquellos seres humanos absurdos, diminutos en la extensión general del mapa, pero poderosos como generadores de noticias de miedo de esas con las que abrir los noticiarios de los países ajenos, con las que hacer a los demás sentirse privilegiados por vivir a la sombra del árbol de la democracia, de las buenas costumbres y la salud política.
Mientras, los mercados hicieron su agosto, los especuladores nadaron en sus piscinas privadas y una nueva generación de estudiantes apáticos apuntaron en sus cuadernos el nombre extraño de un lugar donde se había instalado la barbarie.
“Recordad la pregunta del trabajo: Consecuencias políticas de la guerra en Cualquierlugar. Fases de la contienda y repercusión a nivel mundial,” recitaba en voz alta el profesor asociado de una Universidad lejana. “Apaga el televisor”, le pedía una señora al marido, haciendo gestos elocuentes de que no era material adecuado para que lo vieran sus hijos. “Preparad un nuevo envío”, ordenaba el sicario a sus empleados, viendo que mermaba la cantidad de balas disparadas.
Sólo algún tiempo después, en el momento de sentarse a negociar despacio el futuro, seguramente alguien recordó su ausencia en medio del fragor de la batalla, algún burócrata aburrido encargado de redactar las leyes y poner en marcha el nuevo estatus, hizo memoria y revivió la sonrisa templada de aquel hombre callado que una mañana desapareció por la vereda. Dio carpetazo a aquel informe económico con el que se justificaban las deudas adquiridas y le dedicó un gesto impulsivo al compañero de tarea, pidiéndole que le ayudara a rescatar de la memoria aquel discurso repetido con insistencia de líder que había hecho famoso al personaje, en una era que parecía muy lejana, en un tiempo desaparecido para siempre en el que empezaron a tronar las armas.
-¿Cómo se llamaba aquel loco? –Preguntó en voz alta asombrado por el eco de la habitación- Sí, aquel que hablaba de negociaciones, de pactos y daños colaterales.
-Pero ¿qué loco?, ¿el nuestro? ¿O es que acaso en todo conflicto no hay siempre algún loco?
Y fue en aquel momento lúcido, en ese tiempo reinventado en el que se hacía tan imposible recordar el principio del fin que apenas merecía la pena, cuando aquellos pequeños seres sin espacio ni tiempo, perdieron la oportunidad de darse cuenta de cómo de fácil había sido dejar que todo fallara y de qué manera con el argot de su lengua heredada, habían desterrado para siempre la justicia, la libertad, la cordura y a aquel pobre buen “Entendedor” al que pocas palabras bastaban.
Gracias a todos por venir a comentar mi escrito.
Vivimos siempre con la noticia de un lugar en el mundo donde se ha asentado la barbarie, el conflicto y la locura. Nos dejamos embrollar por el lenguaje de los medios de comunicación, vacío, y en el fondo todo está dirigido por personajillos a los que les hacen falta las contiendas para vivir por todo lo alto.
Estoy segura de que aunque hubiera un loco, un buen entendedor capaz de pararlo todo, nadie haría caso a sus palabras.
Un poco apocalíptico pero tan real como los telediarios de la mañana.
Gracias
Tengo que suscribir punto por punto este párrafo:
«… poderosos generadores de noticias de miedo de esas con las que abrir los noticiarios de los países ajenos, con las que hacer a los demás sentirse privilegiados por vivir a la sombra del árbol de la democracia, de las buenas costumbres y la salud política.»
Siempre los ha habido y siempre los habrá. El problema de hoy en dia es la densidad de estos hombrecillos.
Suerte.
Imagino que el cuento tendrá su simbolismo aunque a mi no ha dejado de quedarme claro. Como dice Dies Irae, dejas cosas rondando por mi cabeza. El párrafo final me pareció algo oscuro, en el sentido de embrollado.
Suerte
También a ti, Moda, te han bastado pocas palabras bien escritas para hacer reflexionar a quien esté interesado.
No sé si seguiremos tus mismos derroteros, pero algo dejas rondando en mi cabeza, y de eso se trataba, ¿no? Enhorabuena y suerte.
Una historia que puede servir para reflexionar sobre la adulteración del lenguaje que sufrimos a diario y que nos aleja de la comprensión y la trascendencia de lo que está pasando.
Me ha gustado mucho Moda, buen trabajo y bien escrito.
Enhorabuena y mucha suerte.