21- ¡Marchando una de mili! Por Abuelo
- 29 septiembre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, mili
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Uno de los viveros narrativos más recurrentes es la mili. Un disparate embutido a contrapelo en la vida de los cuerdos.
¿Qué españolito entre la cuarentena y el siglo no contaría como verdugo, víctima o testigo, alguna burrada ocurrida alrededor de un macuto?
Hasta la jornada en la que sortearon los destinos, el Señor no me había bendecido con unos pies de pato, una pierna de pino, o un ojo de Swarovsky. Cual oráculo de Delfos, un bombo decretó que me uniese al grupo de inocentes que compondría la cuarta promoción del setenta y cinco en la Marina de Guerra Española.
El 2 de julio, un convoy procedente de Barcelona se detuvo en la estación del Norte de Valencia. Una hora después, su locomotora puso rumbo a Cartagena, su final de trayecto. Aquella misma tarde, dos mil peludos recibíamos los primeros berridos tras franquear el portal del cuartel de instrucción; un Gulag al que ingresamos como corderos, y del que salimos como cabritos.
Saltaremos tres meses hasta situarnos en las semanas previas al traslado del Generalísimo al secadero del Valle de los Caídos. Don Francisco no acababa de torcer el pescuezo, y nosotros, entre tanto, lustrábamos desde el amanecer con la suela de las botas el adoquinado del patio del cuartel bajo un sol asesino, ensayando la romería funeraria por la Castellana.
Una tórrida noche septembrina, recién ascendido a cabo segundo sonarista, se me asignó a dedo la tercera imaginaria en el cuerpo de guardia. El ajuar del garito en el que debía permanecer con ojo avizor, constaba de una mesa coja garabateada con jaculatorias soeces y dos sillas carcomidas. En una de las paredes desconchadas, colgaba un calendario del 68 con una espléndida moza guiñando sus redondeces, junto a una foto de Franco sonriendo en blanco y negro.
En aquella infausta vigilia me acompañaba Paco Taroncher, un tarugo oriundo de Gandía.
A aquel ejemplar, las lecciones magistrales de Barrio Sésamo, -alto, bajo; lejos, cerca; frío, caliente; derecha, izquierda…- le quedaban fuera del alcance de sus luces largas. Verle adelantar el brazo y la pierna del mismo lado durante la instrucción, representaba un espectáculo impagable. Pero con un fusil apoyado en el hombro y mezclado entre cien tíos, aquello era ya una ambrosía.
La noche avanzaba como todas, tediosa, militar, absurda. Un diálogo de besugos se coló entre los bostezos.
─ Tinc son. (Tengo sueño).
─ Ja, ¡no et fot!, y jo també.. (Ya, ¡no te jode!, y yo también).
─ ¿Què collons fem aquí? (¿Qué cojones hacemos aquí?)
─ T’ho diré quan ho sàpiga. (Te lo diré en cuanto lo sepa).
─ ¿Per a què serveix aquesta palanqueta? (¿Para que sirve esta palanquita?)
─ Paco, deixa aixó. (Paco, deja eso).
─ Es que m’avorreixo. (Es que me aburro).
─ Doncs agafa el Interviu i fes-te un alegría, però deixa aixó. (Pues coge el Interviú y date una alegría, pero deja eso).
Fueron éstas mis últimas palabras antes de subir a la primera planta para dirigirme a los urinarios, denominados “parques y jardines” por los arrestados encargados de su limpieza. Se accedía a ellos atravesando un amplio corredor formado por dos hileras de cinco dormitorios. En cada uno de ellos, veinte chavales emitían desde sus literas ruidos de diversa procedencia, que unidos al hedor de pies y sobaqueras creaba un ambiente capaz de anestesiar a una piara de gorrinos.
Conteniendo la respiración alcancé al fin los retretes. Abrí la bragueta y hurgué con el índice entre la abertura del calzoncillo hasta localizar el instrumento. Una vez fuera, retraje el pellejillo y me dejé llevar. Esbozando una sonrisa bobalicona, me entretuve dibujando el perfil de la cara del sargento en la loza que tenía frente a la manguera.
Un formidable estampido rebotó en todas las paredes del edificio. Sin pararme a sacudir nada, corrí hacia la escalera y volé por ella saltando los peldaños de cuatro en cuatro hasta ganar el cuerpo de guardia en seis zancadas.
Al llegar allí me encontré a Paco agarrado al Cetme por cuyo cañón escapaba un humillo blanquecino. Con un tono acojonado, casi inaudible, confesó:
─ M’he cagat. (N. del a: considero innecesaria la traducción).
El guirigay fue antológico. Una multitud de tíos en gayumbos nos rodearon a los pocos minutos. El sargento de guardia que dormía solo en un cuchitril al fondo de un larguísimo corredor, galopó hacia nosotros abriéndose paso entre la tropa pistola en mano. Al verle entrar solté el cuello de Paco y me llevé la mano a la sien.
─ ¡A sus órdenes mi sargento!
─ ¿Qué cojones ha pasado aquí? -Aulló el chusquero.
─ ¡Ha sido el marinero Taroncher, mi sargento!
El suboficial le dirigió al ceporro una mirada homicida.
─ Ha estat sense voler, meu sergent. (Ha sido sin querer, mi sargento)- balbució con un hilo de voz presentando armas.
Un mes más tarde, desposeído de los galones de cabo segundo y retirado el salario mensual de veinte duros, me relevaron junto a aquel mostrenco del aseo diario de parques y jardines. Todavía recuerdo aquellos Celtas que nos fumamos en el patio del cuartel sacudidos por una risa tonta, cautivos de un destino tan fatal como pasajero.
─ Crec que mai t’oblidaré, Xavi. (Creo que nunca te olvidaré, Javier), -me declaró bajo el lepanto.
─ Jo tampoc, tros de cabró. (Yo tampoco, pedazo de cabrón), -le repliqué palmeando su espalda.
Un feliz día Cartagena salió de mi vida; pero aquel cenutrio, Paquito Taroncher, aún resiste entre mis recuerdos.
Abuelo, pásate por la vieja bodega,hay una fiesta y necesito a alguien de mi quinta.
suerte
Hola Abuelo, lo de la popa sabía lo que era, pero pensaba que sería algún mote militar como la «blanca». Gracias por la aclaración, ya digo que soy curiosa, siiii chica 🙂
Me he pasado de nuevo porque se me olvidó entre las risas, dejar las estrellitas.
Ahora si, estrellado le dejo. Espero seguir leyéndolo por estas páginas.
Elijo besos, Abuelo, besos y abrazos.
Esto de dirigirte a un ser humano sin saber si se afeita la cara o las piernas, (o ambas), es toda una aventura. Sussan… un misterio, tú. Yo chico, Sussan; de nacimiento y hasta la fosa… espero.
A ver, lo de la popa es sencillo: parte posterior de una embarcación. Es el lugar en donde suelen ubicarse los motores. Si se instalaran en la proa, (parte delantera de una embarcación), los tripulantes tendrían que colocarse de espaldas al sentido de la marcha, y como no llevan retrovisores se tendría que navegar de oído. Acuérdate del Titanic.
Blanca: en este caso se trata del sobrenombre por el que nos referíamos a la cartilla militar, (de color blanco), los pavos a los que nos tocó servir en la marina de Pancho Villa. «La alegria de pasarse a Cartagena por la popa con la blanca en el petate», no es otra cosa que largarse para siempre del cuartel más contento que un marica con lombrices, dejando a Cartagena a tu espalda con la cartilla en el macuto.
No recuerdo bien la fecha de mi boda; acordarme de la de mi entierro creo que me costará un poco más; pero esa… esa solo podrá arrebatármela el tío Alzheimer: 16 de diciembre del 76.
Un abrazo, o un beso, Sussan. Elige tú pero no te equivoques, porfa.
jaja Abuelo, el petate si sé lo que es, lo demás no, pero lo buscaré o si quieres me lo cuentas.
De todas formas es el relato y la forma de contarlo lo que me parece genial.
Un abrazo
Gracias, Sussan. Yo también me reí un montón escribiendo la historia. Cuando la viví, (palabrita del niño Jesús), me reí un poco menos. Ignoro si eres mozo o moza, (podrías llamarte Jesús Santiago, o Susana Sancha, I don’t know), pero en cualquier caso, descansa, no te has perdido nada. Bueno, si: la alegría de pasarte a Cartagena por la popa con la blanca en el petate*.
* ¡Ah!, ¿que no sabes que es la popa, ni la blanca, ni el petate…? Lo dicho, criatura, no te has perdido nada.
Un abrazo.
Que la mili a dejado recuerdos imborrables en aquellos que la pasaron y anécdotas variopintas para contar mil historias es indudable.
Esta que nos cuentas es divertida, amena, bien escrita y nos mete de lleno en el ambiente y los personajes perfectamente dibujados.
Genial Abuelo, me he reido un montón.
Suerte
Querido Abuelo: anda, colega, vete a mear, suelta el ordenata y te espero en el banco del parque, vemos unas cuantas obras, echamos una petanca y unos cuantos vinitos. Me parece que estamos los dos por el estilo con el certamen y sus comentarios. Sacudamos la cabeza, a ver si las idéas se nos vuelven a su sitio y luego voy en busca de unos malditos robots que se han apoderado de mi página y no me dejan contestar. Yo creo que son unos robots poétas que se están vengando de mis versos…cuidado, luego irán a por Lovecraft y a por ti. Quedas advertido.
Muchas gracias por tu visita, me ha hecho mucha ilusión.
PD: Yo también voy a mear, que he aprendido a hacerlo con un rumor misterioso y una trayectoria itinerante…¡Dios, cómo me estoy culturizando!
Te echo de menos por ahí, así que me he acercado a tu casa para dejarte mi voto y mi nostalgia de la puta mili. Un abrazo.
Miss Bennet, muchas gracias.
Otro saludo.
Hola Abuelo, aquí te dejo mi voto y mis estrellitas.
Un saludo
Me pareció muy pertinente este artículo y quise compartirlo con vosotros:
http://rescepto.wordpress.com/2008/03/23/garabatos/
Hola Abuelo:
Un relato de mili. Sí, hay muchos… Lo has narrado bien, tiene gracia. He pasado un rato agradable leyéndolo.
Un abrazo y suerte.
¡Hola abuelo! Mi padre me hablaba mucho sobre sus historietas de la Mili en Cartagena, así que tu relato me ha sacado más de una sonrisa, y me ha recordado un poco a sus historias.
Me ha gustado tu forma de narrar. El detalle Valenciano es bonito, a mi me gusta mucho el Euskera y no tengo nada de vasca. Si bien, reconozco, que el valenciano me frenaba un poco leyendo. Pero lo he solucionado con una segunda lectura, leyendo directamente las traducciones, y resuelto.
Es una pena que no se estudien todas las lenguas que hay en este país.
Le enseñaré el relato a mi padre, que seguro que le encanta.
Un saludo, y suerte.
Voy, con permiso del Abuelo, a diferir de los contertulios en una cosa: el subtitulado.
A mí me resulta asombrosamente molesto y nada literario, por lo que elegiría entre las dos lenguas o dejaría los diálogos en valenciano, que tampoco es TAN difícil de entender para un castellanoparlante. Y así aprendemos un poco a amar la diversidad cultural de este bendito país nuestro, apreciando la riqueza de poseer varias lenguas y la calidad que tiene cada una de ellas.
Vamos, que no nos quejamos si nos ponen los anuncios de la tele en inglés o en alemán, y nos va a molestar un diálogo anecdótico con toda su gracia.
En cuanto al relato, muy bien contado, Abuelo. Aunque para mí, las historias de la puta mili no dejan de ser todas similares, salvando al gran Ivá.
Un saludo y suerte en el concurso.
Menos mal que no hubo sangre y, al fin, salió de la vida del protagonista ese episodio insulso que era la mili. Tiene momentos divertidos en algunas descripciones como el de la piara de gorrinos. Y el doblaje lingüístico en algunos diálogos le da, a mi juicio, un toque gracioso (M’he cagat, por ejemplo). Tu forma irónica y sencilla de escribir se agradece. Aunque con esto también hay que tener cuidado, pues la forma de contarlo puede originar un problema: parecer que es, simplemente, una historia cercana. Pero esto es sólo una opinión más.
Suerte en el certamen
Como una viñeta del Jueves, o un guión de Azcona, o una película de Berlanga: Genial
Un último inciso Abuelo, sólo por aclarar una cuestión. Tienes razón en casi todo. Castañas salen mogollón, también en pleno verano. Además, en esto de la literatura, el lector es como una mujer escogiendo minifalda, necesita una talla acorde a su particular audacia. Y, repitiendo tu esquema gastronómico, aunque te salga una paella valenciana de verdad, tendrá, seguro, suficientes detractores como para que aterrice en la basura por falta de comensales.
Pero hay una cosa que me gustaría aclararte. Es verdad que leo literatura, como dices tú, de cualquier pelaje. Pero sólo el tipo de narrativa que me gusta. Aunque la que no me guste, sea de Faulkner, Cervantes o Vargas Llosa. Me da igual. Esa la dejo para los filólogos y los aficionados a la “titulitis”. He leído cantidad de novelas sólo hasta la página ochenta o noventa. Luego, si no tiene algo que ver con mi forma de narrar, las abandono. Obviamente las pillo en la biblioteca, claro.
Suerte en la vida
Biznaga, muchas gracias por esas palabras tan afectuosas. Yo también te deseo tanta o más suerte con «La mujer de la plaza».
Un abrazo.
Rulfo, tu comentario ha sido más técnico y no imaginas cuánto te lo agradezco. Leyendo tu análisis con atención, creo como tú que ganaría en contundencia, pero será para el próximo relato. Como dijo Pilatos: «lo escrito, escrito está» (Jn 19,22).
Por otra parte, de tu disección infiero un par de cosas: en primer lugar te imagino dueño de una arcaica afición a manducar literarura de cualquier pelaje, lo que explica tu pulcra observación. Y en segundo término, aseguraría que también a ti te sucede que rara vez el repaso de un texto te deja definitivamente satisfecho.
En cualquier caso, te agradezco mucho el tiempo que me has dedicado e intentaré en adelante estar más atento a las «tres fases». Sabes como yo que un buen relato es como una buena paella, existen muchos factores para que te salga una castaña, pero incluso el día en que la aciertas, no falta quien diga aquello de: «pues yo creo que le sobra aceite…» (que no es tu caso).
Un abrazo.
Está bien escrito Abuelo. Incluso yo diría que, tanto el vocabulario y demás artilugios gramaticales—quizá falte incluir algunas figuras literarias—como el contexto donde se desarrolla la trama (el cuartel), salen bastante bien parados. En líneas generales me ha gustado. Pero, si me permites una licencia, me gustaría darte una nueva idea, para otra ocasión, quizá.
Empezar el relato donde dices:
El guirigay fue antológico. Una multitud de tíos en gayumbos nos rodearon a los pocos minutos. El sargento de guardia que dormía solo en un cuchitril al fondo de un larguísimo corredor, galopó hacia nosotros abriéndose paso entre la tropa pistola en mano. Al verle entrar solté el cuello de Paco y me llevé la mano a la sien
Aquí continúas todo, más o menos como lo tienes, hasta el final, y prosigues luego por el principio quitando las dos primeras frases que, a mi juicio, sobran. Tendrías que hacer algún arreglillo para entrelazar los dos textos (por ejemplo, en el nuevo comienzo, sobraría lo de la segunda frase: “a los pocos minutos”), pero luego el relato acabaría con la frase esa de:
─ M’he cagat.
El relato tiene, a mi entender (supongo que también lo sabes, pero es un poco por dar la explicación a mi ocurrencia), tres fases: Planteamiento, nudo y desenlace. Y éste último, además de cortarlo definitivamente, debe ser lo más explosivo posible. Siempre no se puede, claro, pero dicen los entendidos que eso lo enriquece.
En fin, sigue estando muy apañadito como está.
Suerte
Abuelo, esta historia de la mili está muy bien hilada de principio a fin. Simpática y un fiel reflejo de la tropa y los cuarteles de la época, según contaban los chicos (ahora adultos, algunos abuelos)de entonces. Con un buen sentido del humor y manejando castellano y valenciano, el más difícil todavía. Enhorabuena y mucha suerte.
Aljibe, nadie puede dar lo que no ha recibido antes. Sabes mejor que nadie que parte del incienso es tuyo. Gracias. Un beso.
Lovecraft/El asesino de Morfeo, ¿para qué querré yo a mi abuela teniéndoos a vosotros…?
Pues si, la mili da para abarrotar unos cuantos anaqueles de biblioteca. Quizá un día me anime a contar lo que sucedió la mañana en la que salimos de maniobras con dos destructores -que todavía flotaban- adquiridos a peso a la U.S. Navy. El objetivo era localizar a un submarino que había zarpado una hora antes. Alrededor de las doce, después de dar más vueltas que un tiovivo y viendo que el supositorio aquel no aparecía por ninguna parte, parece ser que se recibió la orden del capitán de navío al mando de las operaciones de que sonase por los altavoces la Salve Marinera por el alma de los del submarino, y que regresásemos a la base porque ya se estaba acercando la hora de comer. Épico.
Muchas gracias a los dos.
Los pérfidos de la RAE.a veces no tienen ni idea. Los efectos de la Mili (dejame ponerla con mayúscula solo por esta vez) en muchos de los españolitos de a pie te aseguro que no eran minúsculos. De todas formas, gracias, no volveré a faltar a los dictados de los reales académicos de la lengua al usar esa palabra que está a punto de morir por inanición. Con las demás no se, soy bastante torpe. De momento, mientras hurgo con ésto del certamen, me tranquiliza que pueda recurrir a ti si tengo dudas. Mil gracias anticipadas.
!Con minúscula, por Dios, con minúscula! Eso aseguran esos pérfidos de la RAE.
Los temas recurrentes es lo que tienen, que el lector entra en situación nada más empezar a leer…pero da gusto encontrarse con un relato divertido (muy divertido), bien contado y perfectamente estructurado. Loor y gloria al Abuelo que sabe guiar al lector por los trillados mundos de la Mili (tengo que preguntarle a Lovecraft si se escribe con mayúscula o con minúscula) con una sonrisa en los labios. Mi admiración, maestro.
Ya lo dices tú mismo, Abuelo, al inicio de tu relato: «Uno de los viveros narrativos más recurrentes es la mili». La de batallitas que se habrán contado usando como excusa las mil anécdotas protagonizadas por todos los que tuvisteis la fortuna (o la desgracia; cada cual escoja el sustantivo que más le aplique) de pasar por aquella experiencia. Otra cosa muy diferente es contarlas con esa gracia y ese estilo sandunguero con el que nos obsequias en este cuento. He pasado un rato muy divertido mientras lo leía.
La traducción simultánea del valenciano al castellano es todo un detalle que se agradece.
P.D.: te lo creeras o no, pero de joven tuve un amigo llamado Ricardo al que motejábamos también como Follardo
Te dije que ibas por el buen camino…
Por cierto, veo que estás en tu salsa…
Beso.
Caos, gracias por tu comentario. Únicamente dejar constancia de que Paquito Taroncher no era mala persona, ¡qué va!, pero con una escopeta en la mano, tenía más peligro que una piraña en un bidé.
Voy a arriesgarme a que no publiquen este comentario.
Todas las noches, cuando a las diez en punto apagaban las luces de las habitaciones, él, desde la litera que ocupaba al fondo nos obsequiaba con la misma historia. Decia:
— ¡Follardoooo…!¿dónde me llevas con el coche,Follardoooo?
Y él mismo respondía:
— ¡Que no me llamo Follaaaardo, que me llamo Ricaaaardo!
Y concluía:
— ¡Ay Follardo…¿en qué estaría yo pensando, Follardoooo…?
Pues así, dieciséis meses y catorde días.
Ganímedes, no tengo ni idea de cómo os aliviáis en tu satélite, pero por esta zona del Mediterráneo -desde que mami deja de sacarnos el «pitilín»-, solemos proceder con el mismo manual de instrucciones. Gani, ¡que en total no ha llegado a un renglón y medio…hombre!
Gracias por tus deseos.
¡Salve, Aurelius!
Afirmar que leer mi escrito supone para tí tanto como haber hecho la mili, constituye una herejía a la altura del calvinismo. (Recuerda que Calvino aseguraba que Pedro, Santiago y Juan, salían a pescar por el Tiberíades con una barca equipada con un «fuera borda» en el espejo de popa).
¡No, Aurelius…, no! ¿Cómo te lo explicaría…? Aquel año y medio «de patito» purgando una guardia cada tres días, fue como parir gemelos hacia adentro, asistido por una comadrona equipada con un martillo pilón…y sin epidural.
Jamás añores un parto así, Aurelius.
Abuelus.
Yo por la mili no he pasado, pero con tu escrito es como si lo hubiera hecho.
Abuelo, además de leer tu relato con una sonrisa puesta, me ha encantado la construcción de los personajes, la agilidad del lenguaje;en definitiva, la forma que tienes de narrar.
¿¿Enhorabuena y suerte!! (aunque esto último creo no te va a hacer falta)
Pues yo siento ser agua fiestas y voy a poner un pero, que espero no se convierta en peral. Creo que utilizar tantas palabras para describir lo que es un mear es un desperdicio de tu buen narrar. Hasta en mi satélite se hace igual…
Otro pero; pero te deseo mucha suerte en el certamen (ahora que no nos oye nadie, suerte la justita, que ya quisiera yo escribir con la soltura con la que lo haces tú).
Cuando lo leí por primera vez, no lo quise comentar antes de asegurarme que no eras un buen amigo a quien le pasó exactamente lo que relatas. Ahora sé que no eres Toni, pero no deja de sorprenderme el hecho de que éste se pasara una buena parte de la mili en el calabozo por habérsele escapado un tiro en el comedor del cuartel. El suceso me hizo gracia cuando ocurrió hace años, y me he divertido leyendo tu relato, que en mi opinión está escrito con oficio.
La única diferencia con la realidad es que mi amigo Toni no es un ceporrón como tu personaje. Torpe con las armas innegable, pero un gran tipo con el que sigo manteniendo una buena amistad. Suerte en el certamen
Jerry Cornelius, no soy J.F. sino F.J. (I’m sorry). Tampoco pensé en Gomaespuma al sentarme frente al teclado, pero lo cierto es que he sido y soy un devoto empedernido de ese par de genios.
Como homenaje a la pareja te diré que lo primero que pensé al leer tu nombre, es que aquí en España te llamarían Jerry Saquedesquinius. (I’m sorry otra vez).
¡Ah!, y muchas gracias por los elogios, pero si hay que ser justos, el incienso habría que otorgarlo a quienes me ayudaron con el pulido, especialmente a un asiduo colaborador de este presigioso foro literario.
Un abrazo, Jerry.
Muy divertido, perfecto el tono, perfecto el lenguaje.
«Marchando una de mili» es un homenaje a gomaespuma o eres J.F.?
En cualquier caso, el humor del cuento debe bastante a esos tipos geniales, no?
Saludos,
Muchas gracias, José María, eres muy amable. Yo creo que dentro de medio siglo el tema aún podrá seguir siendo atractivo. El problema -si el Señor aún no nos ha llamado a consultas-, va a ser acertar la tecla con un Parkinson o leerlo en Braille, vaya usted a saber…
Suerte también para tí.
El relato está muy bien escrito, tiene gracia, lo que ocurre es que la mili… A lo mejor dentro de cincuenta años sirve de filón literario inagotable.
De todas maneras tu historia no aburre que es lo primero que se le debe de pedir a un relato.
Suerte.
¡Gracias, mi lectora!
La suerte que tienes, today, es que a la vista del comentario deben separarnos al menos una generación y cuarto y mitad de la siguiente.
No viviré para contemplar la cara de los nietos cuando les cuentes tus historietas. Si si, es cuestión de tiempo. Pero por otra parte tienes toda la razón: un abuelo narrando batallitas a la hora de la sobremesa, podría ser juzgado por «inducción al suicidio».
Un abrazo.
Noticias del mundo Today( actualidad de la mañana)
25 de Julio 2012
«Un joven de 21 años fue asaltado ayer por la tarde en Barcelona por dos hombres de mediana edad (Juan Martínez y Abundio González). De camino a casa, el joven se encontró con dos ancianos desconocidos que caminaron hasta ponerse a su altura y le acorralaron contra una tapia para, acto seguido, empezar a explicarle, durante casi cuatro horas, anécdotas de cuando hicieron la mili.
El chico aprovechó un despiste de sus agresores para llamar a la Policía y poner fin a su calvario. “Primero uno que hizo la mili en África explicaba anécdotas de un tal sargento Muñoz y el otro iba asintiendo. Luego se turnaban y el otro explicaba anécdotas de cuando se emborrachó en una guardia y meó en la rueda de un carro de combate. Me dijeron que se dice así: carro de combate. Tanque, no. Carro de combate”.
PD__Estos «asaltos también pueden ocurrir en el seno familiar.
jejejeje
Se echaba de menos esas batallitas.
Suerte mi sargento!!!
Hóskar, mucho me extraña que no te tocara nunca hacer guardia con un tarugo como el de la historia. El número de esos ejemplares por metro cuadrado que pululaban por los cuarteles, era directamente proporcional al de suboficiales que necesitaban el auxilio de un canuto para escibir la O. Una pandemia de libro.
Primo Genito, me huele que tú has mojado el chusco en el mismo ajoaceite. Pues si, autobiografía pura. Ese instante en el que coincidió el corte del chorrito, la súbita desaparición del pulso, y la piel de pollo de corral, quedó esculpido en mi curriculum cuartelero per in saecula saeculorum. Amen.
Muchas gracias a los dos. Esta noche ya no ceno.
Dadas la trama y esa cantidad de detalles supongo que es autobiográfico, porque la imaginación humana no es como el campo, que no tiene puertas.
Una descripción de una escaramuza cuartelera, incruenta y delirante narrada con armamento de lujo: vocabulario idóneo, ritmo ajustado, apuntes convincentes (lo dicho, si no se ha saboreado el ajoaceite castrense es imposible tanta minuciosidad) y un eje argumental que huele a la mili-mili de toda la vida (no como en la actualidad, que guerrean de nueve a dos con media hora para el «coffee break» y apestan a Rexona en lugar de a sudor machote).
Felicidades y mucha suerte.
Si la ‘mili’ es ya de por sí un mal trago que muchos tuvimos que pasar, no quiero ni imaginarme si me hubiera tocado un tarugo como el de la historia (cada uno que elija cual de los dos lo es más). Lo del catalán y la traducción simultánea, muy bien (molt bé). Haciendo amigos que ahora toca.