22- De vuelta a Roma. Por Ganímedes
- 29 septiembre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, Roma, viaje
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Se acercaba demasiado la fecha de inicio de mis vacaciones, quería irme de viaje al extranjero unos días, pero no terminaba por decidir el destino.
Hasta entonces, siempre había desechado de mi baraja aquellos lugares en los que ya había estado alguna vez, sin embargo, por alguna extraña razón, diez años después sentía la necesidad de volver a Roma.
Dejé de luchar conmigo misma, serían seis días en Roma. Con la idea de que fuera una experiencia distinta, decidí que ese viaje fuera con gente desconocida. Conforme se acercaba la fecha de partir me sentía más ansiosa.
Por fin llegó el señalado día, habíamos quedado todos en el aeropuerto. Nada más salir del taxi sentí cómo me envolvían los colores anaranjados del amanecer, llenándome de energía. Di rienda suelta a mi emoción que tomó forma de un suave escalofrío y una amplia sonrisa; cogí con brío mis dos maletas y me acerqué al que debía ser mi grupo de acompañantes.
Nos presentamos unos a otros, y mientras nos dirigíamos hacia la puerta de embarque de nuestro avión, observé a mis nuevos compañeros. Llevaba conmigo un buen libro de bolsillo y me apetecía mucho leer; una chica del grupo aparentaba ser reservada, fue la elegida para sentarme junto a ella durante el vuelo.
Estaba tan absorta leyendo que al oír el aviso de que en diez minutos aterrizaríamos, miré el reloj para comprobar que era posible.
Cuando llegamos al aeropuerto de Ciampino me trasladé mentalmente diez años atrás, aquel pequeño aeropuerto apenas había cambiado.
Esa misma tarde comenzábamos nuestras excursiones por Roma, dejamos nuestras maletas en el hotel, una hora de descanso y a volver a recorrer aquella hermosa ciudad, para mí la más bonita del mundo.
Como símbolo de bienvenida, nuestra primera visita guiada fue a la Plaza de España. Una vez allí, fui directa a subir las escaleras hacia la iglesia Trinità dei Monti, 135 peldaños me separaban de ella. A mitad de camino, me detuve para disfrutar del colorido de las diversas variedades florales que adornaban la gran escalinata.
Desde que aterrizamos el ambiente había sido de calma absoluta, ni una pizca de viento, pero de pronto me encontré entre dos corrientes de aire, que me obligaron a permanecer con una mano sobre mi sombrero un buen rato. Me llegaba un olor dulce, un poco enmohecido, debía venir de una de mis fuentes favoritas, la Fontana della Barcaccia, que se encontraba a los pies de la escalinata; me giré hacia ella.
Desde aquella altura, entre la multitud, distinguí a un bebé que, agarrándose a la barandilla de la fuente, estaba recorriéndola, apenas sabía caminar erguido. Miré a su alrededor, pero ninguno de los adultos que se encontraban cerca parecía estar pendiente de él. Me faltaban tres escalones por bajar cuando observé, sin pestañear, cómo el bebé pasaba su cabeza por debajo de la barandilla, directo hacia el borde de la fuente, echando sus dos manos hacia delante intentando tocar el agua. Caía de bruces al agua, conseguí cogerle de las piernas y elevarle. Mientras lo dejaba sentado en el suelo, el bebé pasó de mirarme asustado a reírse tímidamente. Se levantó y se dirigió a quien debía ser su madre, cogiéndole la mano.
La chica junto a la que estuve sentada durante el vuelo se me acercó:
— Has estado ya aquí, ¿verdad?
— ¿Tanto se me nota?
— Un poco, digámoslo así. Durante el vuelo me mantuve callada porque era evidente que querías leer. Si no recuerdo mal, te llamas Laura.
— Y tú Sandra, te llamas igual que la protagonista de mi libro.
— Mientras no me digas que es psicóloga, como yo… Tranquila, estoy de vacaciones al cien por cien.
Sandra me guiñó un ojo y con su sonrisa traviesa conquistó mi confianza; el entusiasmo que emitía en todo momento me lo contagió en mi reencuentro con cada uno de aquellos lugares.
A la mañana siguiente, apenas me había dormido profundamente cuando sonó el despertador, siempre extrañaba mi cama. La primera visita del día sería la iglesia Santa Maria in Cosmedin, para hacernos una foto metiendo la mano en la Boca de la verdad antes de que se formara una larga cola.
A pesar de nuestra previsión, cuando llegamos había una espera de más de media hora, me alegré mucho de llevar conmigo aquel libro, se me haría más ameno el plantón. Al sacar el libro del bolso se me cayó al suelo. Me agaché a recogerlo, se levantó aire y se me metió algo en los ojos; mientras me los restregaba me pareció ver cómo un niño pequeño se soltaba de la mano de una señora que se encontraba hablando por teléfono, en el borde de la acera. Fijé mi atención en él, me temía que bajara el escalón que lo separaba de la transitada carretera. Avisé a aquella mujer, me miró extrañada, parecía no entenderme. Apartando a la gente, llegué corriendo hasta el pequeño que ya tenía los dos pies en la carretera; lo volví a poner sobre la acera. Volví exhausta a mi lugar en la fila.
— Laura, ¿te encuentras bien?, estás muy pálida.
— La verdad es que no, Sandra, me estoy mareando. Creo que mejor entro y me siento un rato, a ver si se me pasa; total, ya tengo una foto aquí…
Entrando a la iglesia me recorría sudor frío por la espalda, me dejé caer en el primer banco que encontré a mi paso. Desde aquella posición observé detalles de aquella iglesia, a simple vista sencilla, que en mi anterior visita se me pasaron por alto; me relajé y empecé a sentirme bien. Me uní al grupo, acababan de entrar, me puse junto a Sandra.
Después hicimos un recorrido por los alrededores y tanto andar me abrió tal apetito, que mis ojos se iban detrás de cualquier cartel que se refiriera a algo comestible, la tentación de abandonar al grupo para devorar lo que fuera era terrible, pero aguanté la espera.
Tras una copiosa comida y un buen café fuimos a la grandiosa Fontana de Trevi, en la que hacía diez años arrojé una moneda para que me hiciera volver. Me resultó muy curioso que, a la tradicional leyenda, habían añadido que lanzando a la fuente dos monedas tendrías un nuevo romance, y que lanzando tres te asegurabas un matrimonio o un divorcio; sin dudarlo esta vez arrojé dos monedas.
Terminamos el día tomando unas copas de vino en las acogedoras terrazas de Campo de’ Fiori. No sé si el vino tuvo algo que ver, pero esa noche dormí de un tirón.
Apenas sonó el primer toque del despertador, me levanté de la cama de un respingo, recordé que teníamos previsto comenzar recorriendo el Monumento a Víctor Manuel II. La primera vez que lo visité supe que nunca me cansaría de observarlo; su reluciente color blanco dentro de aquel entorno funcionaba como un imán para mí, también para los rayos de sol que allí siempre se me mostraban alegres y juguetones.
— Sandra, ¿nos hacemos una foto junto a la llama eterna?, pero tenemos que salir las dos juntas.
— A ver, ¿a quién le digo que nos la haga? Cuando estemos al lado de ella, ¿soplamos a la vez?, pero muy fuerte, lo mismo hasta la apagamos y todo…
— Haríamos historia… Y después subimos allí, a lo más alto. ¡Vamos!
Disfruté muchísimo enseñándole a Sandra cada rincón de aquel monumento.
Por la tarde fuimos al Coliseo Romano. La hierba y el musgo que tenuemente cubrían el hipogeo aumentaban su ambiente misterioso; al observarlo intentaba descifrar cómo se habrían distribuido, de manera exacta, sus túneles y mazmorras.
— ¿Qué miras, Laura?
— ¡Hola Sandra! Perdona que no os siguiera, pero es que este preciso lugar que tenemos debajo es el que más me llama la atención. ¡Qué sensación más extraña recorre mi cuerpo en estos momentos!
— ¿Extraña?
—Cómo lo diría…, ¿tú no sientes como si estuviéramos acompañadas por más gente de la que vemos?
Sandra me miró muy seria, con el ceño fruncido, hasta que rompió a reír; me agarró un brazo, como signo de complicidad, y tiró de mí para que siguiera andando.
El sol se ponía, dejando un cielo con pinceladas difuminadas en tonos púrpura. Cada vez hacía más aire, me preocupaba porque solía venir acompañado de una jaqueca que martillaba mi mente hasta el límite para seguir cuerda; por suerte la visita llegaba a su fin, luego tiempo libre, la mayoría se marcharía de compras, yo elegí descansar en el hotel, quería estar perfecta para el siguiente día que sería intenso, iríamos a la Ciudad del Vaticano.
Amaneció lloviznando, y una pesada bruma envolvía la ciudad haciendo palpable la incómoda humedad. Me sentía atontada, hasta que, al cruzar el arco de piedra con la inscripción Mvsei Vaticani, mis sentidos se activaron con entusiasmo. Al volver a recorrer los Museos Vaticanos y encontrarme de nuevo en la Capilla Sixtina, mi percepción era como la de estar viviendo lo que un día soñé.
En cuanto dejó de llover, nos dirigimos a subir al balcón que se encontraba en lo más alto de la cúpula de la Basílica de San Pedro. En el último tramo, que en el pasado tanto me divertí, lo pasé francamente mal, por lo estrechas, curvas e inclinadas que eran las paredes que rodeaban la escalera de subida, supuse que algo de la comida no me habría sentado bien. Tuve que hacer paradas y asomarme a las ventanas que me encontraba por el camino, para respirar profundo. Sandra estuvo todo el tiempo a mi lado, insistió en renunciar a la subida, pero no quería que por mi culpa se perdiera una experiencia así.
En lo más alto de la cúpula, la espectacular vista hizo que me olvidara de mi malestar, a pesar de que allí las corrientes de aire se divertían enlazándose unas con otras.
Buscando la mejor foto, con el zoom de la cámara, apareció la imagen de un niño que se despedía de una niña, alejándose de ella y subiéndose a lo alto de la barandilla que bordeaba aquel balcón panorámico. Me temía lo peor, con lo que fui rápidamente hacia él, tenía que bajarle de allí. En cuanto me fue posible le agarré con firmeza, ya le tenía. Me miró sonriente y para mi sorpresa me mordió, primero en una mano y después en la otra, por instinto le solté. Cayó al vacío. Me desmayé.
Desperté en esta cárcel sin rejas que simula ser un acogedor lugar de descanso. Si no fuera por las visitas de Sandra, y el poderme expresar libremente en este diario, no podría soportar la falta de oxígeno que a veces consigue que me rinda y me tire en la cama días enteros, sin fuerzas.
Desde hace unas semanas digo a los médicos que aquellos niños no existieron, que fueron fruto de mi imaginación, que ahora soy consciente de que lo que le sucedió a mi bebé fue un accidente, que no lo podía haber evitado. Les oculto que han vuelto las corrientes de aire en mi habitación, y que cada vez son más fuertes, no me gustaron sus cruces de miradas la última vez que lo conté. Me han bajado la medicación; si sigo actuando igual saldré pronto de aquí.
Gracias Ganímedes, tú no lo dejes que sí que puedes hacer algo bueno, tienes talento y aún mucho tiempo.
No te puedo votar por segunda vez, una pena.
Muchas gracias, Lovecraft. Guardo esa suerte que me envías como oro en paño.
Quiero aprovechar para daros las gracias a todos los que os habéis molestado en votar mi relato. Ha sido una grata sorpresa ver los votos que lleva mi relato, ya que se pueden contar con los dedos de una mano las personas que, fuera de este concurso, saben que hay votación.
Suerte
Sussan, muchas gracias por leer mi relato y por este comentario tan alentador. De alguna manera, a lo largo del tiempo me seguirás leyendo, seguro 🙂
Enhorabuena.
Estaba disfrutando de esa Roma eterna que me maravilla, incluso con esos niños atrevidos buscando peligros,de sus maravillas y sus calles, hasta que me has dado al final ese puñetazo en el estomago a bocajarro.
Un relato excelente en todos los sentidos.
Espero que publiques algo más en este portal para seguir leyendote.
suerte.
Un policía murciano desenmascarando a un asesino riojano sería fantástico. Ya estoy impaciente por conocer la historia.
Empieza ya con ello. Será un éxito. Si lo necesitas yo te documento sobre las costumbres y usos de La Rioja.
Beso.
Avril, espera; se me ha metido una pestaña en el ojo…
Muchísimas gracias por tu voto. Perdón, quería decir por tu apoyo… 😛
Espero que volvamos a coincidir en el próximo certamen. No tengo ni idea sobre qué irá el mío, podría ser de un policía murciano que desenmascara a cierto personaje… 😀
Besicos, Avril.
Hola Ganímedes te vuelvo a visitar para decirte lo que me gusta tu relato y dejarte mi puntuación a él.
Yo también te debía otra visita, de nuevo con todos mis ánimos y deseos de suerte, ya aquí la tiene. ¡Este año está resultando tan difícil seguir el hilo de las conversaciones y antender a todo el mundo como os merecéis!
Un abrazo
¡Ay, Lovecraft! Me encontré varios corrillos de debate, en algunos relatos, sobre el enlace. Llevo un tiempecillo alejada del certamen y hoy que tenía un ratico, me ha apetecido volver a leer mi relato y repasar todos los comentarios que hay, en general, y el que me dejaste tú, en particular. Y me he sentido una estúpida al no contestarte 😛
Gracias por compartirlo aquí. Y de paso te envío otro besazo 🙂
Ganímedes:
Todos, remarco el todos, los que queremos escribir tenemos que leer y trabajar mucho, no nos queda otro remedio. Si nos dan una mano con correcciones, criticas, opiniones… siempre es bienvenida. Gracias por tu apreciación sobre mi relato. La tomaré en cuenta, no lo dudes.
Un fuerte abrazo.
Suscribo lo que un buen amigo me dijo hace poco, escritor es el que escribe textos de la clase que sea, lo difícil es ser un buen escritor. Tengo que leer y trabajar mucho, lo sé.
Enseguida me acerco a tu relato. Gracias por pasarte por aquí y dejar tu comentario. Un abrazo fuerte, Bonsái.
Me pareció muy pertinente este artículo y quise compartirlo con vosotros:
http://rescepto.wordpress.com/2008/03/23/garabatos/
Hola Ganímedes:
Tienes tantos comentarios, tan extensos, y con pique y repique, que cuando llego al final… me he olvidado de qué iba el cuento. No, no, que es broma.
Si tú has querido hacer un relato sobre una psicosis, como he leído que le contestabas a la señora Ira, pues la cuestión está mal encaminada. A ver… intentaré explicarme con la mayor sabiduría posible, tengo muy poca, y sobre todo no quiero herirte.
En un certamen de novela y te digo novela… que vaya con las correcciones y el trabajo que dan… una participante del certamen al que me presenté me dijo que mi novela parecía una guía turística. ¡Pobre de mí! ¡Qué mal me lo tomé! No sabes lo que sufrí. Han pasado algunos años y esa participante, que me dio un palo tremendo, se ha convertido en una gran amiga mía. Le muestro mis trabajos, ella me muestra los suyos, compartimos consejos y cambio de opiniones. Fíjate… todo comenzó con una crítica, que en aquel momento me pareció feroz. Se aprende mucho de quien te dice la verdad, aunque esta duela.
Para un relato de orden psicológico, el lugar es lo de menos. Podía darse todo en una habitación. Tú relato lo he leído con facilidad, no he tenido que empezar tres veces ni nada… Si te enfocas en lo que quieres narrar, lograrás muy buenos resultados. Tú tienes la facilidad de que leerte sea ameno. Ahora concéntrate, trabaja cada oración, piensa en lo que quieres transmitir con ella al lector. Corrige mucho, mucho. Trabaja con ahínco. Yo estoy en ello. Trabajo muchas horas diarias. Escribir no es fácil y escribir bien es muy difícil. Pero si realmente quieres hacerlo, no dudes que llegarás a lograrlo. Además ya te han puesto un 7 es una excelente nota. Si no es mucho pedirte, ¿podrías leer mi relato? Es que me gustaría saber tu opinión. Me presento con Terapia Musical.
Mucha suerte y un abrazo.
Dies Irae, creemé si te digo que entiendo tu punto de vista. Y, respecto a esa «mala» costumbre, ¡qué te voy a contar yo!… 😉
De todas formas, insisto, de alguna manera «mea culpa».
Gracias por volver para contestarme. Otro abrazo para ti.
Estimada Ganímedes, nada de «…sentí que había fracasado completamente con mi relato». Nunca un relato que alguien te comenta es un fracaso, nunca. En este certamen hay buena gente dejando al menos un mensaje en cada relato, imagínate un autor con cero comentarios, qué sentiría…
Yo no tengo tiempo para tanto, por eso busco y elijo: por el título, por las primeras frases, por el número de comentarios que han recibido (curiosidad, sí). Luego dejo un comentario donde creo que servirá de acicate, y tengo la «mala» costumbre de destacar más los errores que las virtudes. Pero si pienso que caerá en baldío, lo evito.
Te agradezco la explicación. No la discuto, pues seguramente yo no he sido capaz de ver tantas cosas entre tus letras. Tienes muchos elogios, probablemente sea mi fallo el no haber encontrado lo que tantos han disfrutado. Aún así, casi seguro que, si pudiésemos hablar largo y tendido, entenderías mejor mi punto de vista.
Pero disfrutemos ahora del concurso y el resto de los relatos, ya llegará el día de las despedidas, o de apuntarnos los correos de los compañeros si nos apetece.
Un abrazo, Ganímedes.
Muchas gracias, Dies Irae, por pasarte y dejarme tu comentario. Claro que tu opinión me sirve para aprender, y te agradezco que la dejaras en vez de guardártela. Cuando leí tu comentario sentí que había fracasado completamente con mi relato. A ver, siempre te da bajón leer un comentario que te diga que no has conseguido nada de lo que pretendías; desde luego soy de las que piensa que si no te ha llegado «mea culpa».
Bueno, intentaré dar las que considero son las claves para explicarme.
No he pretendido narrar dos historias, sólo una, la de su «psicosis», pero como escenario decidí que fuera en aquella preciosa ciudad que me cautivó. Decidí que Laura fuera a un sitio en el que ya hubiera estado, fácilmente podría ser Roma, como Londres o París, por poner ejemplos. Al llegar a su mente recuerdos de aquel viaje, se le pueden unir otros recuerdos, como los del aquel maldito accidente, aunque no fuera allí.
¿Laura parece normal durante el relato, antes del desenlace?, ¿y después de él?, no sé, para mí una persona que en el vuelo no dirige la palabra a su acompañante, que físicamente va a salvar niños, tiene mareos y sudores repentinos… Y por eso ahí está Sandra junto a ella, a pesar de esas rarezas, porque sabe que le pasa algo y acompañándola, la cuida. Quizá otra persona que no fuera psicóloga, más bien huiría de ella; todos los del grupo son desconocidos.
Las corrientes de aire también tienen mucho que ver, ¿cuándo aparecen?, ¿qué provocan?
Mi simplicidad describiendo es tal cuál la mente de Laura recordaba esos días. Y ya de paso intento que ciertos detalles sobresalgan de manera inconsciente en la mente del lector, para cuando llegue el desenlace sea más fácil atar cabos.
Respecto al recorrido por Roma, por supuesto que es incompleto, serían seis días en Roma, pero solo pudo disfrutar de cuatro «en libertad». Incluso si la historia hubiera dado para describir los seis días, faltarían días para describir la grandiosa Roma (alguno suspirará de alivio porque no haya sido así).
En fin, desde luego, tener que explicar mi relato, me hace replantearme muchas cosas…
Gracias por tus buenos deseos 🙂
Estimada Ganímedes:
Veo que has logrado un buen puñado de comentarios con su poquito de polémica. Por ahí dices que te sirven para aprender, espero que mi opinión te sirva, quizá, un poquito. Y si no, pelillos a la mar.
Procuraré ceñirme a lo literario, otras cosas no son de mi incumbencia:
Utilizas una forma de «diario de viaje» para relatar dos historias, según entiendo: el viaje en sí y la psicosis (no sé si es el término médico apropiado) de la protagonista. De la razón de esta última nos enteramos al final, porque el viaje, tal como lo cuentas, no parece narrado por una persona con un desequilibrio mental. A mí me ha parecido una guía, escueta e incompleta, de lo que se puede ver en Roma, y no me ha transmitido la emoción que suele deparar la visita a tan hermosa ciudad. Cierta intriga sí supone el rescate de niños en peligro, que se desvela en el descubrimiento de la psicosis… casi como era previsible. Echo en falta una unidad psicológica en la narración, algo que haga que todo cuadre al final. Sólo el momento, en el Coliseo, en que expresa esa sensación de extrañeza a su compañera de viaje (por cierto, el que fuera psicóloga, creo que le podía haber dado mucho juego al relato), permite intuir que haya algo más detrás del alma simple que describes.
En cuanto a la escritura, el recurso de utilizar la simplicidad (si lo es), da lugar a que parezca más un «diario adolescente», como te han dicho por ahí. Demasiada simplicidad, narras describiendo todo, sin dejar que el lector intuya, adivine, presienta. No le das juego. Tampoco hay intriga, ni poesía, ni tensión. Gramaticalmente, ya te han hecho unas correcciones con las que estoy totalmente de acuerdo.
Es tan solo mi opinión, por supuesto, y me refiero únicamente a lo más básico. Reconozco el mérito de cualquiera de nosotros, el ánimo de aprender y mejorar, así como el valor para exponernos a las críticas y, en mi opinión, tu escritura tiene cualidades que le permiten desarrollarse mucho más. Te deseo lo mejor, que sigas escribiendo y avanzando en la técnica.
Con afecto.
Muchísimas gracias, Ann Danzas.
¡Vaya!, ahora va ganando que Laura se escape por la ventana; lo de que sea volando ha sido añadido por vosotros, que conste (es un poquitín más complicado 😉 ).
Me pasaré por tu relato. Veo que se me están acumulando las visitas por hacer.
¡Me encanta ésto!
Estupendo. Me dejó sin aliento.
Hay que leerlo hasta el final, he ahí su magia.
También volaría con el viento.
Te envío un puñadito de suerte para que la sigas coleccionando.
Enhorabuena.
Gracias, Jazzmina. Sí, leyendo los diferentes comentarios sobre un mismo relato se demuestra lo diferentes que somos como lectores. Entiendo que, un final así, si el lector no se queda con cada detalle en la lectura del relato, queda un poco descuadrado. Animo al que le pase a que, una vez conocido el final, vuelva a leerlo. Seguro que verán esos guiños de los que hablo en otro comentario.
Jazzmina, también me guardo esa suerte que me envías; ya hay muy buenos relatos en este certamen, y quedan por llegar. Miraré si tienes un relato y me paso.
Sacha, gracias por pasarte por aquí y dejar tus palabras. A ver si saco un hueco y leo tu relato. Tienes razón, Roma da mucho juego. Me aparecieron varios posibles relatos muy distintos, situados allí, pero al final éste fue el que eligió invadir mi mente.
De momento hay empate entre la opción 1 y la opción 3 😉
Ya veo que tienes comentarios de todo tipo—parece que los del principio tenéis ya un montón de lecturas—, hay quien dice que es un buen final por lo repentino, y a quien le parece que falta algo. A mi me ha agradado leerlo, es una prosa sin demasiadas complicaciones, fácil de leer. Y, el final, aunque la revelación sea explosiva, es interesante que sea así, y yo, al menos, no he tenido ningún problema para captarlo. Me ha gustado Ganímedes.
Suerte en el certamen
Me gustó el relato. Sólo la imagen de Roma, insulsamente tópica, me decepcionó. La ciudad en sí da mucho más juego.
Te felicito y marco un 1 (Laura conseguirá engañarlos).
Biznaga, en mis profundos sueños estaba recibir un comentario así de un buen escritor completamente ajeno a mi vida; sueño cumplido. Muchas gracias. Me lo guardaré en un rinconcito, ese en el que me resguardo cuando me pregunto por qué escribo si sólo sé que no sé nada.
Gracias por dejar tu comentario, Rulfo, y por esa suerte, que me la guardo… 😉
Lo que me he reído con tu «narrativa apañadita».
Bueno, respecto a que no hay nada por el relato que lo enlace con el final, he ido dejando guiños esparcidos por todo él; eso sí, muy disimuladamente 🙂
Me ha parecido un relato muy pulcro y bien descrito en todos los detalles. Que maneja un buen ritmo y sin florituras innecesarias. El final: muy bueno e inesperado. Mi enhorabuena y mucha suerte.
Bueno, es un relato que se lee muy agradablemente. Más todavía, los que, como yo, no hemos estado nunca en ese pueblo. Creo que tiene una narrativa apañadita y las descripciones, dentro de las posibilidades que ofrece un relato de dos mil palabras, sirven al menos para saber donde se puede ir si algún día caigo por ahí. Me ha sorprendido el final. A mi juicio, queda algo colgado, es muy repentino, no hay al principio o entre medio, nada que le sirva de enlace, y…, no sé. Parece como si le faltara algo (ya sé que no). En fin, tú eres el dueño/a.
Suerte Ganímedes, o Júpiter o Sagitario o los dos juntos, como dice compi.
Ganímedes, un 7 es un notable, tampoco está nada mál. Dejemos los sobresalientes para los escritores profesionales, no sea que nos acusen de cometer agravios comparativos.
Un besazo
Pero, Lovecraft, ¡cómo se te ocurre dejarme esta «peazo» crítica!, ¿no te has dado cuenta de lo breve que soy expresándome?
Estaba esperando impaciente tu crítica. Esta mañana, cuando he visto tu comentario a mi vecino de abajo, he sonreído y me he dicho «enseguida me toca».
Sí, efectivamente, estuve en Roma hace algo más de un año, por primera y única vez. Me encantó y decidí que el próximo relato para este certamen estuviera situado allí. Lo que más me preocupaba era que el lector que leyera mi relato, sin haber estado en Roma, no se perdiera o aburriera por mi recorrido; no sé si a la mayoría le pasará o no. Si alguno quiere dejar aquí su opinión al respecto, la acepto y la agradezco de antemano.
Respecto a la coma, punto y coma y demás signos de puntuación, te hará gracia que te diga que soy más que sensible a ese tema, y que el punto y coma me encanta. Al recibir tu comentario me he dado cuenta de que los comentarios que he dejado respecto a esos puntos tan seguidos en otros relatos, que PARA MÍ, no surten el efecto deseado, es lo que puede pasar en mi relato con esos puntos en vez de punto y coma. Soy Laura, estoy escribiendo en un diario, encerrada en mi habitación, atormentada, en esa cárcel… Puntos para separar pensamientos; párrafos cortos para separarlos aún más. Yo tengo claro por qué lo hago así pero al lector quizá no le llega.
¿Sólo un 7?, bueno, seguro que el año pasado, con mi relato, habría conseguido de ti como mucho mucho un 6; voy a por el 8 del año que viene.
Seguro que hoy he crecido un poquitín más gracias a ti.
Mil gracias.
Querida Ganímedes:
Bien. Para empezar, a mi no me ha costado ningún trabajo terminar con tu relato. La escritura es lo suficientemente fluida como para que no resulte pesada su lectura. Todo es cuestión de gustos, desde luego.
Más que un diario de adolescentes, como alguien ha sugerido, me parece a mí una crónica de viajes con una buena descripción de usos y lugares. Sospecho por ello que has conocido de primera mano las localizaciones por las que se mueve tu protagonista.
Al principio me confundió un poco esa obsesión por los niños y por evitar sus accidentes, aunque el final del relato resuelve con soltura el motivo de ese empecinamiento. Sin embargo, si he de serte sincero, el párrafo del desenlace me resultó demasiado cinematográfico (es una escena que se ha repetido cientos de veces en películas y series televisivas de variado pelaje).
En cuanto a la forma, veo por tus comentarios a otros concursantes que eres más amiga de las «comas» que de los «punto y seguido», y eso se refleja meridianamente en tu relato. No existe, desde luego, una norma que fije la cantidad de puntos o de comas que debe contener un texto, ya que ello depende del contenido y la estructura que queramos darle. Pero si hacemos caso a la RAE y sus normas de ortografía, el punto y seguido debe utilizarse para separar diferentes enunciados dentro de un mismo párrafo, y en tu relato creo que esa norma se incumple en numerosas ocasiones. Te entresaco algunas frases, corregidas según yo pienso que están mejor puntuadas:
“Esa misma tarde comenzábamos nuestras excursiones por Roma. Dejamos nuestras maletas en el hotel. Una hora de descanso y a volver a recorrer aquella hermosa ciudad, para mí la más bonita del mundo.”
“…agarrándose a la barandilla de la fuente, estaba recorriéndola. Apenas sabía caminar erguido.”
“A la mañana siguiente, apenas me había dormido profundamente cuando sonó el despertador. Siempre extrañaba mi cama.”
“A pesar de nuestra previsión, cuando llegamos había una espera de más de media hora. Me alegré mucho de llevar conmigo aquel libro. Se me haría más ameno el plantón.”
Voy acabando que me enrolló: la lectura me ha resultado ligera y el argumento entretenido, con su punto de misterio. Si he de darle una puntuación, un 7 sobre 10.
Como te prometí, he sido totalmente sincero. Espero que no tomes a mal mis sugerencias.
P.D.: esa obsesión tuya por las constelaciones empieza a resultarme familiar. A ver si voy a tener que empezar a llenar de aire los pulmones, por si fuera necesario soplar…
Siento si he sido brusco en mis palabras, el hecho de que cualquier persona tenga un relato aquí colgado es de un gran mérito porque no es empresa fácil escribir y exponerse a los criterios de los demás. Espero y deseo que nuestra relación sea cordial y te hago una promesa, leeré entero tu relato.
E. Mendoza, sólo te voy a responder al final de tu comentario. Para nada he hablado de tu relato ni de ti fuera de este lugar y del de los comentarios de tu relato, siento que te des por aludido. Si es por el comentario a La casa Azul, por supuesto que me refiero a la cuestión de dejar un comentario «no positivo», o no, en un relato, cuando se ven cosas «no positivas», pero no por ti, sino por cualquier concursante al que le pudiera molestar.
El certamen está abierto a comentarios, pero también es verdad que no nos dejan poner un cartel que diga, al final de él «Por favor, no dejar comentarios los que vayan de listillos». Te aseguro que mi intención nunca ha sido que un comentario mío acabara en esta situación.
Creo que te sobrevaloras sobremanera, no quiero ser todo lo franco que quisiera contigo porque eres muy susceptible, pero te haces tu misma unos embrollos mentales para justificar una crítica mala. Por otra parte no serás tu quien me ponga los pies en el suelo porque nunca los he levantado de él. Justificas que a dos personas no les guste tu relato ( te aseguro que habrá más) como si de una conspiración se tratara. Tu a mi no me vas a dar clases de como se escribe o como se conjuga un verbo, eso te lo aseguro. Espero que se quede aquí ya zanjada nuestra disputa dialéctica porque no tengo interés en molestar a nadie ni en ser molestado. Te pido por favor que no sigas de manera sibilina hablando de mi, ni de mi relato que yo te prometo hacer lo mismo.
Muchas gracias por dejar tus palabras en mi rinconcito, no te esperaba por aquí, y me ha alegrado muchísimo.
Te envío un abrazo muy fuerte, por conciliador.
Es la primera vez que participo en éste certamen…¡Que divertido! leña al mono, que es de trapo. Me teneis alucinando con vuestros comentarios..¡ A mi Gamínedes, ni tentarla, que dicen en mi pueblo!
Sospecho que ninguno de los que participamos en este certamen somos candidatos al Nobel de literatura, si acaso aficionados a ésto de escribir a base de sudores de teclado. Deberíamos ser los primeros en comprender que, a veces, hay más ilusión que maestría y que ya hay bastante mala leche por el mundo para aumentarla gratuítamente. Si algún relato os aburre…pues ni puto caso. Seguro que habrá por ahí alguien que disfrute leyendolo; a veces es mejor callarse las opiniones si no son amables. Para juzgar en voz alta ya está el jurado.
Para que conste, a mí ni me has aburrido ni he tenido que leerme varias veces tu relato para engancharme. En cuanto a tus opciones, elijo la de salir volando por la ventana.
Tranquila Ganímedes, que la tendrás. Lo que ocurre es que estoy leyendo y comentando los relatos en orden cronológico y todavía no he llegado al tuyo (creo que me salté la norma un par de veces, embrutecido como estaba por el abuso del alcohol). En serio ya, pronto te llegará tu turno. Y te garantizo que pienso ser todo lo sincero que mi educación de colegio público me lo permita.
P.D.: como verás, estoy vivamente interesado por tu relato. Si no, ¿de qué iba a entrar solo para leer los comentarios de otras personas?
Lovecraft, que sepas que estoy esperando de ti una crítica más crítica, positiva o negativa, pero una crítica 😉
Por favor, E. Mendoza, da las gracias, de mi parte, a Matilde A., por volver a intentar leer mi relato. Por favor, Matilde A., dale las gracias de mi parte a E. Mendoza por también intentar conseguir leer mi relato.
Bromas a parte, gracias a las/los dos por pasaros por aquí de nuevo, había decidido no volver a comentar nada en este certamen, no va conmigo ni utilizar otro seudónimo que con el que participo, para comentar sinceramente y abiertamente, ni sólo comentar aquellos relatos a los que no veo, bajo mi punto de vista, por supuesto, cosas importantes que deberían corregir para un futuro.
Soy una chispa irónica, también lo soy en los comentarios positivos, pero reconozco que esa chispa se hace más grande cuando me encuentro un relato en el que se alaba todo cuando yo veo algo que si no se le dice al escritor de ese relato, poniéndole los pies en el suelo, volverá a caer otra vez. Siempre que dejo un comentario con algo negativo he leído el relato mínimo dos veces con detenimiento, al menos no se me podrá echar en cara que lo que digo lo he dicho porque sí. ¿Y quién soy yo para intentar corregir a otro?, nadie, pero a mí me encantaría que se hiciera conmigo lo mismo.
El jurado del certamen seguro que ve más fallos que ninguno de los que comentemos por aquí, pero se los guardan para ellos y así no aprendemos a hacer relatos mejores.
Suerte a todos, unos la necesitaremos más que otros.
Todo es cuestión de gustos, desde luego, pero los diarios de adolescentes no tienen necesariamente porque ser despreciables. Véase el de Ana Frank.
No voy ni siquiera a molestarme en contestar a tu desafortunado comentario . Aunque si hablaré un poco más de tu relato, he dicho con anterioridad que me parecía un diario de una adolescente y me reafirmo en ello. La protagonista no es ninguna adolescente, o eso creo, porque ya te dije que no terminé de leerlo. Hay que aceptar las críticas y no sólo escuchar a quien nos regala el oido.
Después de tu comentario has conseguido despertar mi interés por leer algo tuyo. Siento decirte que me he acercado a tu relato pero solo eso, acercado, no he sido capaz de terminar de leerlo. Suerte
Matilde A., muchas gracias por intentar, nada menos que tres veces, leer mi relato. Te aseguro que tengo en cuenta tu opinión, como todas las que reciba, y me planteo dónde fallo; bueno, más bien dónde está el fallo más grande para que eso suceda, porque fallos seguro que hay muchos.
Sólo espero que el que dejara un comentario sincero en el relato 28. Un grillo en Saturno, que tantísimo te gustó, no tenga nada que ver… ¡Pero qué tonterías digo a veces!…
Lo he intentado por tres veces pero al final no lo he terminado de leer. No ha conseguido despertar mi interés, me recordaba al diario de una adolescente. Aún así te deseo suerte
¡Gracias, compi! Mi querida Laura, ¿qué será de ella? Si quieres que engañe a los médicos, marca el 1; si quieres que siga en tratamiento, marca el 2; si quieres que se escape por una ventana de su habitación, aprovechando una de sus tantas corrientes de aire, marca el 3; si no sabes qué continuación darle, espera… 😀
Me gusta- Lo más inquientante estará en la continuación del relato. Te seguiré Jupiter-Ganímedes en Sagitario
Avril, muchas gracias por tu generoso comentario. Te aseguro que lo guardaré en mi cofrecillo de «remedios para levantar el ánimo cuando me atasque en esto de escribir».
Hóskar-wild is back, me ha alegrado mucho ver que te has pasado por mi rinconcito, dejando tus palabras. Creo que éste es el tercer certamen seguido en el que coincidimos, y espero que coincidamos en muchos más.
Lectora, María, me has puesto los pelos como escarpias y no me salen más palabras que las de agradecerte que hayas dejado aquí tu consejo y tu experiencia. Un abrazo muy fuerte y otro beso para ti.
Mi querida Laura:
Supongo que en la soledad de esa habitanción hay un tintineo que no te deja dormir:»No puedo sacarme de la cabeza aquello que pasó».» No reaccioné a tiempo», » no puedo confiar en mí».»Tendría que haberlo previsto»…El duelo es una transición esperable y normal en todo ser humano para aceptar una pérdida ,sigue un protocolo.Etapas que se tienen que pasar, pero ante la pérdida de un hijo y en ciertas circunstancias suele ser un duelo muy complicado.
Es una situación traumática que se puede volver crónica.No te precipites, no te engañes.Déjate ayudar.Habla de él, mira sus fotos..No van a borrar tu tristeza, tu soledad, tu sentimiento de culpa pero vendrán a menos y podrás salír pronto de tu infierno.
Yo tuve en mis manos la vida y la muerte de un ser muy querido.Vuelvo a Roma día a día, me tomo un café en la Plaza de Nabona, me hago fotos en la Fuente de los cuatro ríos y la recuerdo, hoy por hoy, con su sonrisa eterna, con esa dulzura en su mirada.Yo río y le digo…!Estoy bien, muy bien.»
Un beso amiga
María
Mira por donde me he ahorrado un viaje a Roma y así evito todos sus peligros: los niños suicidas y la Fontana de Trevi, como recurso alternativo de los italianos para conseguir unos eurillos con los que saldar su deduda. Suerte
Una descripción que reafirma mi tan deseada como imposible visita a Roma. ¡Que buena prosa! y que final tan elocuente y que da la explicación a todo el relato. Estupendo.
Mucha suerte no te va a hacer falta, pero yo te la deseo.