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4- El juego. Por Caos

El retoque final a la pajarita: con ambas manos la centré en el cuello de la camisa. El pelo engominado y la mirada segura. “Perfecto”, pensé. El espejo me devolvía una imagen impecable. Trece años trabajando en el Continental, hotel de lujo con una excelente reputación. El trato exquisito que me esforzaba en dispensar a los visitantes, me había promocionado al puesto de jefe de sala y, cuando la noche ejercía su dominio, me convertía en el perfecto relaciones públicas asegurándome que todos los clientes se sintieran a gusto en sus mesas.Al acercarme al acceso a la terraza cambié el caminar rápido y seguro, por uno que me mantenía tieso como un palo y altivo aunque sin llegar a la impertinencia, postura que solo los años de experiencia te permiten ejecutar con precisión. Últimamente era un momento de reflexión sobre cómo me habían convertido en un cínico de vuelta de todo.

Al acceder al recinto me topé con los señores García: sesenta años, luciendo calva él, y algunos menos, con un apreciable sobrepeso ella. Abrí los brazos manteniendo la cabeza ladeada como quien observa una sorprendente y grata aparición:

―     ¡Siempre tan exquisita en el vestir, señora García!

―     ¡Ah! Gracias Joaquín, tú siempre tan amable – dijo bajando rápidamente una mano.

Les sugerí una mesa y retiré una silla para ayudar a que ella tomara asiento. Los dejé después de desearles que disfrutaran de la velada. Mientras me alejaba pensaba en qué leyes universales regían para que, aquel pelele de mirada alcohólica se mantuviera junto a aquella patética foca con pésimo gusto en el vestir.

En una mesa junto a la piscina se habían acomodado tres parejas, clientes habituales. Ellos, banqueros los tres, rondaban los sesenta destacando en cada uno una barriga acorde a su condición. Rivalizaban en habilidad para las inversiones en bolsa; algo palpable en su forma de gastar. Ellas calibraban su categoría exhibiendo minerales blancos y verdes. Cuando me acerqué pidieron que mediara en la disertación con la que entretenían la velada:

―    Joaquín, queremos tu opinión – dijo Don Hernán con voz cascada.

―    Si puedo ayudar, será un placer.

―    Mi amigo Alfonso, opina que las personas estamos fingiendo constantemente, hasta tal punto que llegamos a engañarnos a nosotros mismos. ¿Tú, cómo lo ves?

―    El mundo es un gran teatro pero con un reparto deplorable – respondí.

Todos los presentes rieron el comentario.

―    Ingenioso – afirmó Don Hernán.

―     La frase es de Oscar Wilde – dije mostrándome modesto.

Me disculpé y fui a atender a otros clientes. “No te pases”, pensé, “a estos no les gusta un sirviente demasiado listo”. Años atrás cometí el error de discutir sobre música clásica con un cliente, corrigiéndolo en tres ocasiones: insistía en atribuir las sinfonías de invierno de Tchaikowsky a Brahms. Pude percibir su desdén cuando puse al descubierto su pedantería y, tras aquel episodio, el trato que me dispensaba varió sutilmente introduciendo toques de menosprecio que bordeaban la humillación. No, nadie quiere a su vera a un criado más inteligente que su señor. Es una premisa tácita que si estás por debajo en la escala social, el resto de condiciones deben discurrir acordes a la primera. Necesitan poder mirarte por encima del hombro, quieren que participes cuando te solicitan pero nunca hasta el punto que te sientas uno más. Éste es el juego y hay que saber jugar.

“Ahí va Adrián con su nueva conquista”, pensé. Un playboy cuarentón que gustaba de exhibir sus trofeos. No está mal la zorrita. Se siente en el séptimo cielo creyendo haber conquistado al soltero de oro. Le doy quince días.

―     ¿Una mesa junto a la piscina?

―     Y una botella  de champán francés; el de siempre – respondió.

Alargó una mano que escondía un billete. Lo acepté al tiempo que inclinaba ligeramente la cabeza en un gesto de agradecimiento. Sabía reconocer a quién exige que aceptes una propina para sentir que te ha comprado barato. Chasqueé los dedos para que un camarero se acercara de inmediato.

―    Una botella de Moët en una cubitera con hielo y dos copas para esta mesa – dije con voz firme y en un tono lo suficientemente elevado como para poder ser escuchado por las mesas cercanas.

Él, henchido de orgullo, me mostró el pulgar levantado. Me incliné de nuevo y me alejé.

Me crucé con los señores Monterrey. Era el segundo verano que venían al hotel. Parecían formar una pareja de mediana edad felizmente aburridos el uno del otro. Les obsequié mi mejor sonrisa mientras imaginaba follarme salvajemente a la señora de Monterrey: a cuatro patas la penetraba con violencia por detrás al tiempo que le daba fuertes cachetes en sus generosas nalgas mientras ella, agarrada a la cabecera de la cama, emitía grititos de dolor y placer. No se podía ver como un ejemplo de librepensamiento, sin embargo era una de esas mezquindades que me permitía en el anonimato de mis cavilaciones.

Al acercarme a la barra del bar Francisco, sin dejar de preparar un Daikiri, ladeó la cabeza hacia la derecha al tiempo que abría ostensiblemente los ojos: me decía, en ese particular lenguaje no verbal, que me estaban buscando, con un ligero toque de: “ten cuidado”. Dirigí la mirada hacia donde me indicaba y, allí estaba: la hija del director con una lastimosa expresión en el semblante. Un mes antes cometí el error de seducirla, motivado en parte por todo lo que había aspirado con un canuto por la nariz ese día. La frase: “Donde tienes la olla no metas la polla”, no dejaba de amartillar mi cerebro desde la fatídica noche que me la beneficié en la habitación contigua a la de sus padres; casi en sus narices. Me acerqué sin dejar de sonreír, intentando aparentar naturalidad.

―    Te dije que no es conveniente que nos vean hablando.

―    ¿No es conveniente para quien? – preguntó.

―    Julita…

―    ¡Me llamo Julia!

―    Perdona, Julia, eres preciosa pero, aunque el corazón me pide seguir adelante, la razón debe imponerse.

―    ¿Tú me quieres?

La misma conversación que una semana atrás, con la diferencia de que ahora transcurría en un lugar público y todo podía descontrolarse.

―    Julia, te saco veinticinco años…

―    ¡Y qué! – algo crispada y en tono elevado.

―    Por favor, mantén la compostura. Ahora no eres capaz de verlo, pero en unos pocos años pareceré tu abuelo. Además, tu padre me echaría a patadas.

―    Estoy embarazada.

―    ¿Qué?

El suelo desapareció de mis piés. Parecía imposible, solo lo habíamos hecho una vez en una noche de sexo desenfrenado. Más furioso que frustrado, recordé cómo me pidió que no usara un preservativo; no me lo podía creer.

―    Lo que has oído.

―    ¡No puede ser! ¿Es que con veinte años no tomas precauciones?

―    ¿Ahora la culpa es mía?

―    Vamos a calmarnos ¿Estás segura?

―    La semana pasada no me vino la regla. Anteayer compré una prueba en la farmacia; lo estoy.

Necesitaba pensar. La ropa se tornó pegajosa al contacto con la piel y una gota de sudor empezó a crecer encima de la ceja.

―    ¿Es… con seguridad mío?

―    ¿Me estás llamando puta? – preguntó casi gritando.

Los clientes de las mesas cercanas miraron con escepticismo. Yo seguía sonriendo.

―    ¡No hagamos un espectáculo! No quería insinuar eso pero… me has pillado por sorpresa.

Una línea acuosa se estaba formando bajo sus parpados. Tomé de nuevo la palabra:

―    Julia, no puedes tenerlo.

―    Pero yo te quiero…

―    Destrozarás tu futuro. Eres demasiado joven para esa responsabilidad

Ella bajó la mirada mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.

―    Es mejor que ahora te vayas a casa y descanses. Déjame pensar en cómo podemos arreglar este asunto.

―    ¿Asunto? ¿Llevo a tu hijo en mi vientre y le llamas asunto?

―    Julia, baja la voz – dije en tono bajo pero crispado – no nos pongamos melodramáticos, estoy pensando en ti y en tu futuro. Nos vemos mañana en el centro comercial, en la cervecería a las doce, y hablaremos con más calma.

Se marchó cabizbaja. El resto de la noche fue un tortuoso esfuerzo por mantener la compostura habitual.

A las doce en punto estaba sentado en la cervecería esperándola. Unas profundas ojeras eran el resultado de la tensión vivida durante la noche. La vi llegar vestida con una vaporosa falda floreada. Era realmente una preciosidad, pero una cría al fin y al cabo y yo no tenía tiempo ni edad para aguantar niños. Al acercarse me obsequió una amplia sonrisa: igual creía que aquello era algo parecido a una cita; “niñata estúpida”, pensé. Nos saludamos besándonos discretamente las mejillas:

―    Se lo he contado a mi prima Irene.

―    ¡Julia, por Dios! ¿Cómo se te ocurre? – pregunté molesto.

―    Necesitaba hablar con alguien y me ha jurado que no se lo dirá a nadie – dijo con la mirada gacha.

―    Está bien, calmémonos. Lo mejor que podemos hacer es buscar una clínica para que abortes. Pediré unos días libres y te acompañaré a…

―    Ya lo he pensado con mi prima – me interrumpió sonriendo –. Irene ha buscado una clínica en Londres y me acompañará. Así parecerá que nos vamos de vacaciones y mis padres no sospecharán nada.

Escuchaba atónito a Julia y sus planes para abortar. Parecía comentarlo alegremente, como si realmente planificara unas vacaciones. Me sorprendía lo inmadura que era aquella “niña bien”.

―     Quiero hacerme cargo de los gastos – dije muy caballeroso.

―    Ya lo hemos calculado. Necesitaremos veinte mil euros.

―    ¿Veinte mil qué? – pregunté escandalizado.

―    Es lo que hemos calculado de avión y hotel más gastos de clínica.

―    Pero, Julia, déjame buscar en España, seguramente encontraré algo más económico y…

―    No pretenderás meterme en una pensionucha de mala muerte. Si tiene que parecer que nos vamos de vacaciones, tiene que parecerlo realmente y, ya que voy a pasar el mal trago, al menos ayúdame a que sea lo más llevadero posible.

―    Pero Julia, no dispongo de esa cantidad.

―    ¿No querrás que le pida el dinero a mi padre, verdad?

Evidentemente no lo quería. Me comprometí a encontrar el dinero. “Menudo polvo, y en todos los sentidos”, me dije.

En los días siguientes formalicé un préstamo personal con mi banco. Después, acordé con Julia entregárselo una noche en la terraza del hotel.

Departía con los clientes, pero muy pendiente de la llegada de Julia. El sobre que portaba con cuarenta billetes de quinientos euros me quemaba la piel. La vi llegar acompañada por una chica. “La prima Irene”, pensé. Lentamente nos movimos hacia un lugar discreto de la terraza. Cuando nos encontramos, saqué el sobre y se lo entregué de inmediato.

―    Cuidado, es una cantidad importante.

―    ¿Está todo ahí? – preguntó sorprendida por el tamaño.

―    Los billetes de quinientos no abultan demasiado.

Cuando abrió el bolso me fijé en unos tampones. Ella me miró con una sonrisa maliciosa:

―    Se los guardo a Irene. Te gustaría que fueran míos, ¿verdad?

La miré con condescendencia.

―    Siento no poder acompañarte – mentí.

―    No te preocupes, nos las arreglaremos.

Me besó en la mejilla y las dos partieron sin más.

Tras la barra del bar, Francisco secaba un vaso con un trapo. Con un movimiento de cabeza me indicó que me acercara.

―    ¿Qué querían esas dos?

―    ¿Julia y su prima?

―    Esa no es prima de Julia. Se llama Irene y el año pasado tuve un lío con ella. Ten cuidado.

―    ¿Qué quieres decir con que Irene no es prima suya? – pregunté atónito.

―    Lo hicimos sólo una vez y la preñé. Tuve que pagarle quince mil euros para que abortara en el extranjero.

Me di la vuelta. Con ambas manos centré la pajarita entre las puntas del cuello de la camisa. Caminando tieso como un palo, altivo aunque sin llegar a la impertinencia, postura que solo la experiencia te permite ejecutar con precisión, me dispuse a atender a los clientes. “Este es el juego y hay que saber jugar”.

26 Comentarios a “4- El juego. Por Caos”

  1. Firmin dice:

    Con todos los deseos de que tengas suerte en el Certamen, ahí llevas mi voto.

  2. Pigmalión dice:

    Me gustó cuando lo leí y estrellitas te doy

  3. Nazareno dice:

    Me ha gustado pero un reproche… el final se veía venir. Suerte

  4. Hombre sin abrigo dice:

    Sin pensármelo dos veces te dejo mi voto, apreciable Caos. Me encantó cómo la joven hizo caer a ese experto camarero, a pesar de que, según él, se las sabía de todas todas. Mucha suerte.

  5. Sussan dice:

    El mundo es un gran teatro, pues si 🙂
    suerte Caos

  6. Lotte Goodwin dice:

    Muy buenas las descripciones de la clientela del hotel, especialmente de «la pareja de mediana edad felizmente aburridos el uno del otro». Quizás, como han dicho anteriormente, de un hombre supuestamente listo y preparado no se podía esperar la caída en el engaño. Pero me gustan las historias de cazadores cazados. Entretenida.
    Mucha suerte.

  7. Sol dice:

    Muy buen relato, tienes algunas reflexiones impecables. Bien escrito. Me gusta y mucho.
    Felicitaciones Caos.

  8. Hombre sin abrigo dice:

    Me gusta el giro que gradualmente da este relato, casi puede observarse cuadro por cuadro: el pillo es de pronto pillado, vencido en su propio juego. Esa característica, en mi opinión, permite entrever la disciplina del autor en el oficio de la escritura. Mucha suerte, Caos.

  9. Lennon dice:

    Me has hecho pasar un buen rato. Un relato muy simpático y bien escrito. Felicitaciones y muchas gracias por tu comentario en mi relato.
    ¡Suerte!

  10. Bonsái dice:

    Hola Caos:
    Me he entretenido con tu relato. No será profundo pero está bien. Me ha gustado.
    Ten cuidado con los diálogos los guiones van pegados a la frase. Podías haber profundizado un poquito más algo como que él le pide los exámenes médicos ella le entrega unos, que después resultan ser falsos… no sé… lo veo demasiado incauto a tu personaje central, para la vida que lleva.
    Suerte y un abrazo.

  11. Gael dice:

    Caos, simpático tu personaje, aunque algo desprevenido, ¿no? Y no lo parecía. Me lo imaginaba, además de cínico, astuto como un viejo lobo. No pensé que cayera en tan vieja treta de forma tan fácil. De todos modos coincido con algunos comentarios en cuanto a que el relato resulta previsible. Un detalle: Joaquín nos cuenta: “No te pases”, pensé, “a estos no les gusta un sirviente demasiado listo”. Años atrás cometí el error de discutir sobre música clásica con un cliente, corrigiéndolo en tres ocasiones…:»
    Sin embargo, momentos antes, unos clientes le piden que se acerque y: ―Joaquín, queremos tu opinión – dijo Don Hernán con voz cascada.
    Y luego: ―Mi amigo Alfonso, opina que las personas estamos fingiendo constantemente, hasta tal punto que llegamos a engañarnos a nosotros mismos. ¿Tú, cómo lo ves?
    ¿No sé el porqué de esa inseguridad de Joaquín, si los clientes buscan su opinión? Debería estar acostumbrado. Suerte en el certamen, Caos.

  12. Ms Rioja dice:

    Una comedia que me ha enganchado del principio al fin. Un cínico a quien le paga con la misma moneda una chica igual de mala que él. Pero en la descripción de sus relaciones con los clientes del hotel entendemos que quizás, en parte, es el trabajo en el hotel que le ha hecho tan hipócrita y caradura. Mucha suerte

  13. Dies Irae dice:

    Un saludo, Caos.

    Lo mejor para mí, la construcción del ambiente y de los personajes. Sin ser especialmente originales, los he encontrado creíbles. La escritura pulcra, no dejes espacios entre la raya de diálogo y el principio de la frase, ni tampoco en el inciso. De acuerdo en que es previsible, pero está bien resuelto por medio de los diálogos.

    En mi opinión, le falta un poquito de tirar hacia algo concreto: más intriga, más humor, más drama… Me parece que se queda un poco en tierra de nadie.

    Suerte en el concurso, Caos.

  14. jazzmina dice:

    Tienes el relato tan lejos ya, que me ha costado encontrarlo. Es divertido y lo he leído con facilidad. Bien escrito y una historia que engancha, sobre todo por que no se sabe que puede ocurrir hasta el final. Un tipo listo, pero que, como ocurre a menudo con los excesivamente listillos, acaba trasquilado.
    Suerte Caos

  15. La señorita Bennet dice:

    El problema de la gente que se cree muy avispada es que parece olvidarse de la astucia de los demás.

    Buen relato. Aunque, realmente, no entiendo porque quiere sacarle el dinero justo a él. Pues, la chica es la «hija del jefe» me habría parecido más divertido el relato si hubiera sido la chica que se dedicaba a pasar la fregona. Creo que esa chica podría haber tratado de engañar mejor a un cliente adinerado del hotel, que a un empleado de su padre.

    Pero igualmente, muy ingenioso el relato, y muy bien redactado. Además, yo al menos no me esperaba ese final. Sorprendente. ¡Buena suerte!

  16. sacha dice:

    Bien escrito, pero previsible.
    Manido, pero divertido.
    En fin, tres estrellas. Dos menos que las del hotel

  17. Rulfo dice:

    Jefe de sala de hotel de lujo, cincuentón y habitual del donjuaneo, que se liga (y la empolva) a la hija del director. Además de pelotilla, entiende de todo: literatura, música, habla del gran teatro del mundo como si fuera la Merkel…. Pero se le olvida que no es el adinerado Tiger Woods, y lo empolvan a él; acaba teniendo que pedir un crédito para pagarle los vicios a la niña. Entretenida comedia de ligoteo, aunque bastante previsible, no se intenta esconder nada. Desde que aparece la veinteañera a contarle que está embarazada, sacándole los colores en el propio hotel, puede intuirse por donde irá la historia. No parece lógico que, si le mueve el amor, se acerque para la segunda semana al hotel, a plantarle que el casquete se ha resuelto con un churumbel. Aunque él también…, dejarse liar con una solo escarceo. No parece que fuera tan listo como creía.
    Suerte

  18. Aljibe dice:

    La vida es una aprendizaje con demasiadas asignaturas. Imposible sacar matrícula de honor en todas.

    Un relato fresco, divertido y bien escrito.

    Suerte!

  19. Abuelo dice:

    Caos, soy Abuelo, la competencia. (Esto parece saludo entre espías). A mi me ha parecido un relato adictivo desde la primera linea. Me llevaste hasta el punto final sin dejar de mirar la zanahoria. Y el «recao», palmario: cuando nosotros aún andamos con el aperitivo, ellas ya digieren el postre. Axioma cromosómico.
    Te deseo mucha suerte, (en el X Certamen). ¡Ánimo!

  20. Lovecraft dice:

    Fariseo. Ladina. Ingenuo.

    Excelente relato, muy bien escrito. No tengo nada negativo que decir en cuanto al estilo y la forma. Quizás sólo que encuentro una ligera descompensación (o al menos un llamativo contraste) entre la parte introductoria en la que el protagonista se nos presenta y describe, con la segunda parte, marcada por los diálogos, donde se introduce el verdadero nudo del relato. En cualquier caso, un buen relato que merece mis mejores deseos para el certamen.

  21. lectora dice:

    Desde luego Joaquín das todo el perfil del «perfecto» cínico.La «Precisión» a la hora de ejecutar el «Polvo»( un polvo es un polvo) no fue muy acertada y la «niñata_estúpida» se adelantó a tu jugada.Como dicen en mi pueblo…Te la metió hasta el patio trasero.Quien juega con fuego se puede quemar( no es de Wilde)

    Bueno y ahora me centro en el relato de forma integral.Me ha enganchado desde la primera línea hasta el punto y final.

    Muy bueno

  22. Fugitiva de la cárcel del tiempo dice:

    ¡Y sin duda es un juego peligroso!
    Enhorabuena Caos. Muchas suerte 😉

  23. Avril dice:

    En el juego del amor un mínimo de cautela es imprescindible. Este consejo me lo dio mi abuelo hace años. ¿Sería por propia experiencia? ¿Quién sabe?
    Suerte.

  24. Caos dice:

    Ella preguntó: ¿Qué es peor la ignorancia o la indolencia?
    Él respondió: Ni lo sé ni me importa

  25. Hoskar-Wild is back dice:

    Sólo podemos dar una opinión imparcial sobre las cosas que no nos interesan; sin duda por eso las opiniones imparciales carecen de valor (posiblemente no lo dijo Óscar Wilde, pero ¿a quién le importa?) Suerte

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