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9- Hombre sobre puente. Por Detritus

     Franz Kafka es un hombrecillo espigado, no muy alto, enjuto, con cara de niño y orejas de soplillo. Es reservado, elegante, pulcro, educado.

      Está ingresado aquí porque su cuerpo es pasto de la tuberculosis. No es casualidad. Este lugar tiene fama de milagroso. Pero, si he de serles sincero, Franz Kafka lo tiene realmente mal. Los he visto ingresar en este sanatorio con síntomas más leves que los suyos y han terminado durmiendo con la sábana sobre la cabeza. Espero equivocarme, pero temo que la suerte ya está echada. Sólo es cuestión de tiempo.

  El sanatorio tiene un idílico y cálido jardín en la parte de atrás donde los pacientes pasan sus horas de reposo paseando bajo su arboleda o descansando en  sus numerosos bancos de piedra. Hay un estanque de agua traslúcida que divide en dos el jardín, y un puente de madera que divide en dos el estanque.

        Sobre el puente lee Kafka. De pie, apoyado en el pasamanos. Lee a Flaubert, a Dickens, a Goethe. Me he fijado en su rostro y he llegado a percibir un ligero movimiento en sus finísimos labios cárdenos, distinguir palabras en los frágiles perfiles de su boca. El salto de renglones en sus pupilas cansadas. El final de cada párrafo en la caída de sus párpados.

He oído que Franz Kafka es un escritor frustrado. Ha publicado un libro de cuentos breves y algunos relatos irrelevantes. Además, según tengo entendido, tiene varios manuscritos recluidos en algún cajón de algún escritorio de algún despacho de Praga que nunca verán la luz. Esos manuscritos suelen ser el derrotero final de las conversaciones que Franz Kafka entabla con el doctor Robert Klopstock, su único amigo aquí dentro.

        En el puente, en un banco, en el camino, a la sombra de un ciprés, los veo y los oigo hablar  de la familia, del trabajo,  del pasado, del presente. No del futuro. Para Kafka no hay futuro. Ni para él ni para sus manuscritos. Le he oído decir al doctor Klopstock que antes de ser internado le dio instrucciones precisas a su albacea de quemar hasta la última letra escrita de su mano. El doctor intenta persuadirlo con frases engominadas y muy poca convicción. Después se retira, y Franz Kafka se queda abatido; como si el doctor, al despedirse, se llevase un pellizco de su debilitada salud en algún bolsillo de la bata blanca.

La única persona que parece preocuparse por él, aparte del doctor Klopstock, es una mujer polaca llamada Dora Diamant, acaso su novia, que lo visita asiduamente. Tan asiduamente que en estos últimos días ha sido como una interna más.

      Franz Kafka, murmurando entre gestos rotos, se refiere a ella como “su apreciada condena”, y le habla  incluso cuando está solo. Son palabras carentes  de cariño, resignadas a un futuro compartido que nunca conocerán.

      Nadie más visita a Franz Kafka. Ningún familiar; padre, madre, hermanos.

      Es un don nadie y como tal vive; como tal muere.

Pasan los días y la salud de Kafka pende de un hilo. Ya no pasea por el jardín ni busca cobijo a la sombra de un ciprés. El puente vacío es una alegoría kafkiana al desamparo del tiempo.

He entrado en la habitación donde Franz Kafka pasa sus últimos momentos. Junto a él hay dos personas: el doctor Robert Klopstock y Dora Diamant, que callan y contemplan el resultado de una vida de penumbras errantes, tan insomne y penosa.  Una vida que se apaga en un vetusto camastro de una habitación desnuda de un sanatorio milagroso, a las afuera de Viena.

     Kafka ya no come, sólo engulle líquidos. Habla, pero con la voz extinguida y sólo para pedir morfina. El doctor Klopstock se la suministra en ampollas, pero nunca es suficiente y Kafka se queja de la falta de humanidad de su amigo.

       “Éste lugar es una colonia penitenciaria” dice, “ésta cama es una máquina de tortura y usted mi verdugo”.

       Dora Diamant se une a las quejas delirantes de su amado y el doctor Klopstock accede. Más morfina. Kafka se duerme.

      El momento llega. Un segundo  robado a la eternidad. Franz Kafka pierde el conocimiento y ya no vuelve a despertar.

     “No se aleje Robert”, son sus últimas palabras.

     El doctor Robert Klopstock le dice que no irá a ningún lado.

   “Usted no, pero yo sí”.

  Las campanas doblan en el pecho de Dora Diamant, su garganta se comprime en un llanto contenido. El doctor Klopstock  cubre el rostro rígido de Franz Kafka con la sábana.

     Fin.

Hoy se han llevado el cuerpo de Kafka. Hombres con trajes de funcionarios y rostros curtidos lo han cargado sobre sus hombros. Nadie lo despide. Es sólo un muerto más. Uno de tantos.  No creo que el mundo pierda mucho.

      Por lo que a mí respecta, no me hubiese importado conocer mejor al hombre que ha ocupado mi tiempo estos últimos días. Observarlo en silencio ha sido como vivir en una fábula irracional. Había algo en su rostro que no parecía verdad. En sus pasos, lentos e imprecisos, que parecían ir más allá del suelo que pisaban, como si perteneciesen a un mundo que el resto de mortales no puede llegar siquiera a concebir. Un mundo que, a juzgar por los gestos, las palabras, el desánimo de su único habitante, es un mundo triste y desolado, donde el más sabio de  los hombres es capaz de perderlo todo en la situación más familiar y cotidiana, y sumergirse para siempre en un sueño profundo sin que su nombre encuentre la más mínima repercusión.

Puede que el hombre no esté preparado para afrontar una realidad tan compleja. Imagino que es algo difícil de comprender,  pero  qué  sabré yo. Hace mucho que dejé de ser un hombre para convertirme en un inclasificable insecto.

16 Comentarios a “9- Hombre sobre puente. Por Detritus”

  1. Edgar Alan Bécquer dice:

    Excelente relato. Me ha encantado de principio a fin.
    Te deseo mucha suerte.

  2. Sussan dice:

    Me ha gustado mucho la idea y el relato de esos últimos días del escritor.
    Bien narrado con una sola palabra que no me cuadra en el contexto y es esta frase: «Kafka ya no come, sólo engulle líquidos.»

    engullir.
    (Del lat. in, en, y gula, garganta).
    1. tr. Tragar la comida atropelladamente y sin mascarla

    Sigue escibiendo, lo hace muy bien. Suerte 🙂

  3. Isótopo dice:

    Me he acercado a este relato atraída por el título, por incluir el nombre de un autor que admiro profundamente. Me ha gustado mucho la melancolía que desprende. Genial el guiño final a una de sus obras más conocidas, que no mi preferida.
    Mucha suerte,
    Isótopo

  4. Lotte Goodwin dice:

    Buena recreación de los últimos días de ese escritor tan admirado y especial. Me gusta el final, esa mezcla de ficción y realidad en la que descubrimos al insecto más famoso de la literatura narrando la muerte de su autor mientras él sobrevivirá a través de uno de los libros más inquietantes y famosos del mundo. Me ha gustado. Está escrito con soltura y con el tono adecuado. Enhorabuena. No creo que haga falta desearte mucha suerte, porque la vas a tener seguro.

  5. Bonsái dice:

    Muy bien escrito. Tus descripciones muy buenas, me han llegado. Se nota que sabes lo que haces.
    Felicitaciones.

  6. Dies Irae dice:

    Un notable ejercicio metaliterario, deliciosamente escrito. Me ha cautivado.

    Comparto, eso sí, la «peguilla» de Colin. En algún momento (y en especial al encontrarme con la palabra «Fin»), me he desorientado. Probablemente no haya sido capaz de llegar al fondo del relato, por lo que me encantaría recibir un rapapolvo y una explicación.

    Mi enhorabuena y un saludo.

  7. sacha dice:

    Soy un lector asiduo de Kafka. Tal como describes sus últimos momentos, parece que hablaras más de Becker (otro ilustre tuberculoso) que del escritor rebelde y genial que tanto admiro. No me gustó el párrafo final, lo encuentro pueril y oportunista. La muerte sólofue para Kafka su última muerte, su autética metamorfósis: se convirtió en leyenda.

  8. Aljibe dice:

    Muy didáctico, a la par que perfectamente escrito y descrito.

    Suerte!

  9. Rulfo dice:

    Los últimos momentos de la vida de Kafka vistos por él mismo convertido en el insecto de su, probablemente, mejor obra literaria: La metamorfosis. Y, claro, la visión del insecto no iba a ser mejor que la que él mismo tenía de él. ¿O, quizá si? Alguien que detesta el mundo y sus moradores, a lo mejor creía estar por encima del resto. En los últimos párrafos ¿se deja caer? algo de eso; aunque es sólo el parecer del insecto, no sabemos si él también lo pensaba: “Había algo en su rostro que no parecía verdad. En sus pasos, lentos e imprecisos, que parecían ir más allá del suelo que pisaban, como si perteneciesen a un mundo que el resto de mortales no puede llegar siquiera a concebir”. En fin, difícil de saber. Bien contada, me parece correcta la utilización de frases cortas y rápidas, en determinados momentos, que intensifiquen el drama.

    Suerte Detritus

  10. Colin dice:

    Buen cuento. Bien narrado y con momentos lúcidos, como la alusión a «En la colonia penitenciaria». Se columpia con acierto entre lo ficticio y lo real.
    Si me permites poner una pega, a mi modo de ver, en algún momento se confunden narrador y autor; me refiero a que hay cosas que el narrador no podría saber y que, por tanto, son intromisiones del autor.

    Para mí, debería estar entre los mejores.

  11. Abuelo dice:

    No es nada sencillo escribir mejor. Me ha encantado leerte. Mucha suerte, colega.

  12. Lovecraft dice:

    Detritus:

    Siento tener que dirigirme a tí por ese seudónimo, porque reconozco que tu relato es de lo mejor que llevo leído hasta ahora. No es la primera vez que escribes, eso es indudable. Se adivina mucho oficio en los pocos párrafos que nos has regalado. Hacía tiempo que no leía una descripción tan lograda, utilizando un estilo tan sencillo, como la de la escena en que Kafka lee sobre el puente.

    Y el final: el final, para quien conozca La Metamorfosis de Kafka, es una auténtica explosión.

    Enhorabuena

  13. Avril dice:

    Una buena narración sin duda. Algún párrafo algo largo, pero es sin duda una buena narración. Suerte.

  14. Hóskar-wild is back dice:

    Atormentado, incomprendido, complejo. Quién sabe si hubiera sido mejor que se cumpliera su última voluntad acerca de terminar con sus obras no publicadas aunque, por ota parte, mucho crítico de pacotilla, como el que escribe este párrafo, se hubiera quedado en el paro. Bien narrado. Suerte.

  15. caos dice:

    Interesante narración de los últimos momentos del escritor, con una acertada referencia a su relato «La metamorfosis». Suerte

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©Joaquin Zamora. Fotógrafo oficial de Canal Literatura

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