En el colegio Vasco de Quiroga no tocaban timbre ni campana. Una absurda música sonaba por las bocinas del patio para anunciar cuatro rupturas cronológicas diariamente. Cuatro momentos. Dos odiados y dos amados.
En el colegio Vasco de Quiroga no tocaban timbre ni campana. Una absurda música sonaba por las bocinas del patio para anunciar cuatro rupturas cronológicas diariamente. Cuatro momentos. Dos odiados y dos amados.