Que Gilberto me llamara desde el aeropuerto y se autoinvitara a cenar en mi casa no me sorprendió en lo más mínimo. Ni siquiera pude negarme, porque me dejó con la palabra en la boca en el mismo instante en que empecé a titubear.
Que Gilberto me llamara desde el aeropuerto y se autoinvitara a cenar en mi casa no me sorprendió en lo más mínimo. Ni siquiera pude negarme, porque me dejó con la palabra en la boca en el mismo instante en que empecé a titubear.