Antología del silencio y la nada.
Las cosas que ocurrieron en nuestra oprobiosa Guerra Civil y posteriores años de posguerra, lamentablemente, ocurrieron; y eso no se puede cambiar. Pero se pueden relatar, en sus diferentes versiones, para evitar que caigan en el olvido y contribuir a mejorar el conocimiento histórico actual. Lo que podría llegar a afectar a la visión presente y futura de cómo acontecieron las cosas en aquellos tiempos. Recordar es un derecho de todos. Pero para muchos, por una u otra razón, también es un deber; porque esta es la única forma que tienen de intentar cerrar sus viejas heridas, abiertas todavía pese al paso de tanto tiempo. Porque víctimas fueron todos; independientemente del lado o lugar donde ocurriera su pasión. De modo que recuperar sus historias, y exponerlas usando la primera persona; es decir, contando sus horrores ellos mismos, puede suponer un ejercicio de tolerancia y comprensión sumamente enriquecedor para el lector.
Porque con esas historias resulta fácil llegar a comprender que no hay verdades ni razones objetivas. Existen las razones de cada cual; justificaciones de sus actos que cada uno mantiene como “su propia verdad”. Por eso es importante escuchar las de unos y otros. Porque ello nos ayudará a entender mejor, a comprender, a tolerar, aunque no pueda ayudarnos a superar el dolor, y menos a perdonar.
Utilizar la memoria y el recuerdo como fuente de estudio, desde luego, conlleva serios inconvenientes. Porque la memoria siempre es inestable: se puede borrar, modificar, ampliar; y se puede, además, tergiversar intencionadamente aquello que ocurrió. Pero pese a todo ello, continúa siendo una herramienta válida de reconstrucción de los hechos del pasado a través de una mirada surgida desde el presente. La persona que rememora, matiza su experiencia, la dota de peculiaridades; saca a la luz una memoria colectiva oculta durante décadas a espaldas de la versión de la historia oficial. De esta manera, el conjunto de relatos que componen esta obra, diversos y heterogéneos en lo que respecta a sus historias de vida, mantienen, pese a todo, un elemento común: con ellos es posible ampliar la historia conocida para entrever un nuevo contexto social que, probablemente, desconocíamos.
No es una reconstrucción fácil, ni tan siquiera pacífica, pues siempre surgirán controversias, desencuentro sociales y políticos que vienen a demostrar que el conflicto vivido ochenta años atrás, de alguna forma, continúa latente en la sociedad. Recuperar la memoria, por tanto, se convierte en una labor pedagógica esencial. Es el contrapunto al silencio. Un silencio que aviva rencores, e imposibilita el cierre de las heridas.
La presencia de la memoria, por tanto, nos brinda la posibilidad de que aquellos testimonios que no quieren ser escuchados, o que son rebatidos, puedan ser expresados; puedan ser oídos. Esto es lo que pretende este texto: aportar un mínimo de conocimiento más a la recuperación de esa memoria. Ojalá que el futuro lector lo considere como tal, sin buscar dobleces o segundas intenciones. Porque si eso fuera así, esta obra habría fracasado en su intención.
Las historias de vida, como relatos en primera o tercera persona con fines científicos, han sufrido a lo largo del siglo XX un movimiento de flujo y reflujo: magnificadas durante algunas décadas, posteriormente cayeron en descrédito y desuso. Sin embargo, en las ciencias sociales, la crisis del naturalismo volvió a replantear el papel de las historias de vida, al igual que de otros tipos de documentos personales.
Las historias de vida constituyen el relato de vida de una persona, pero puede afrontarse desde distintas perspectivas: el de la historia de vida total, en la que se trabaja con toda la vida del sujeto; el temático, en el que se sigue un tema a lo largo de toda la vida del personaje; y por último, según el criterio de biografía preparada por el investigador o escritor. En este caso se reacomoda y recorta la narración seleccionando lo que interesa a fin de dar un formato manejable a la publicación. En todo caso, el hecho de dar la palabra, y darla, además, para ser publicada, a quienes no tienen otras formas de tomarla por las circunstancias que fueren, siempre implica una recompensa hacia ellos que equilibraría la situación.
Trabajo, por tanto, de investigación social y de método científico específico: el de las historias de vida contadas desde las perspectivas temática y de biografía preparada por el investigador para hacer asequibles las narraciones. Pero historias verificables y reales al cien por cien. Que se hallan elegido nombres ficticios para encabezarlas, y tratado de omitir al máximo los lugares donde ocurrieron, son una elección del autor, que busca con ello evitar en lo posible reavivar las llamas del odio y el rencor. Aunque dudo mucho que este deseo se pueda alcanzar.
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