El caballero errante. Por Gregorio L. Piñero. Cuentos estivales.

Cuentos estivales (XXIII).

Fantasma templario errante. Foto Quo

 

El caballero errante.

      Fue la noche del jueves doce al viernes trece de octubre de 1307. –Comenzó el abuelo Gregorio contando aquella noche el cuento a los zagales y zagalas. Hace mucho, mucho tiempo.

      El Rey de Francia, Felipe IV, autorizó esa noche a sus soldados para  los despachos que ordenaban la detención inmediata del gran Maestre de la Orden del Temple y todos los caballeros que encontrasen. Hasta 140 apresaron, aún sin conocer nada de ello el Papa, que era la autoridad superior.

      -¿La Orden del Temple, tío Gregorio? -Preguntó el Tián.

      -Sí, los templarios. Fue una orden de caballería, que se fundó para proteger a los peregrinos de Tierra Santa. Y llegó a ser muy poderosa. Eran mitad monjes y mitad soldados y llevaban hábito blanco. Al igual que la Orden de Santiago después, fue la encargada de la administración de estas tierras hasta que, a partir de esa fatídica fecha que os he dicho, se produjo su disolución. –Explicó el abuelo Gregorio.

      Detuvieron a Jaques de Molay y muchos otros caballeros en toda la cristiandad, bajo acusaciones falsas de herejía. En realidad, lo que sucedía es que Francia tenía tal deuda con la Orden, por los préstamos que le había concedido al padre del Rey para el pago de su rescate al ser capturado en la Cruzada, y éste decidió destrozarla para no pagarles. Un sinvergüenza –apostilló.

      En España, fueron de algún modo protegidos por Jaime I de Aragón, que se había educado con ellos y por las órdenes castellanas, donde se pudieron integrar bastantes caballeros, sobreviviendo pues, a muchos otros. Especialmente en Francia, los ajusticiaron quemándolos en la hoguera.

      Uno de aquellos caballeros franceses, pudo huir en el último momento y librarse de las insufribles torturas a que fueron sometidos en Francia, y alcanzó estas tierras, que eran frontera con los musulmanes y, por tanto, el último reducto cristiano de Europa y se refugió en el castillo de Cehegín. Pero había sufrido tanto que, aunque estaba muy débil después de tan largo viaje, tenía el alma destrozada y pidió permiso para poder retirarse de eremita a esta Sierra de Burete, y así tratar con su oración salvar la vida del resto de sus hermanos de orden.

      No fueron del todo efectivas sus oraciones, pues el Maestre, Jaime de Molay, fue quemado en la hoguera y en su suplicio le lanzó una maldición al Papa Clemente VI y al Rey Felipe IV: “antes de un año compareceréis conmigo ante el Altísimo”. Y así fue, pues el papa falleció poco después y el rey, en unos meses.

      Más el caballero que se dio a la oración en alguno de los refugios de estos parajes, tuvo simultáneamente la revelación del sacrificio en el patíbulo de su Gran Maestre y varios caballeros más, quemados atados a una gran estaca cada uno en la plaza de la Catedral de París y, sintiéndose arrebatar su alma por el dolor, prometió que todas las noches del 12 al 13 de octubre, hasta la extinción de los tiempos con el Juicio Final, haría cabalgada por toda la Sierra, para que no se olvidase la injusticia, al grito de “¡Somos inocentes!”, falleciendo acto seguido. Hay quien cree haberlo visto.

      Dicen que su cuerpo nunca se ha encontrado y, efectivamente, cada año en esa noche, especialmente cuando silba el viento, pueden oírse los cascos de su caballo al galopar por esos caminos y, en su errante trayectoria, se oye una voz lejana pero firme que repite constantemente: ¡Inocentes! ¡Fuimos inocentes!

      -Y por todo ello, en muchos países se considera una fecha fatídica la de los días trece que caen en viernes. –Terminó de contar el abuelo Gregorio.

      -Dura historia la de los templarios. Otra injusticia en la Historia. Por si acaso, no pasaré una noche de esas en Burete. No tengo gana de sufrir ningún sobresalto. Bastante timorato soy -he pensado antes de dormir.

      (Continuará…)

 

Gregorio L. Piñero

(Fantasma de un templario. Foto Quo)

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