Herencias chungas. Por Ana M.ª Tomás

Ana María Tomás 2011- Herencias Chungas

Herencias chungas

 

Tranquilos. Hoy no pienso torturarlos con un tema tan difícil de digerir como los impuestos de sucesiones o, dicho de otra manera, la pasta que hay que apoquinar para poder acceder a lo poco o mucho que nos hayan podido dejar nuestros predecesores. No. Hoy les vengo a hablar de otra herencia mucho más sutil y que va más allá de las famosas frases de «tiene los ojos del padre» o «ha sacado la nariz de la abuela» o la expresión que hará historia salida de la boca de Marichalar, yernísimo del rey emérito, cuando nació su hijo: «El pobre es igual que la madre». ¡La madre que lo parió! Si mi marido dice eso nada más nacer mi hijo… es lo último que dice, vamos, lo último que le oigo porque lo largo con viento fresco, que nadie vaya a pensar que me decanto por otra cosa. Como les decía, hay otra herencia más etérea que funciona como un relojico y de la que vengo estudiando sus orígenes, causas y efectos desde hace algunos años, pero de la que jamás me hubiese atrevido a hablarles a ustedes a no ser porque, al parecer, ya está emergiendo del reducido reducto de quienes podíamos estar considerados más p’allá que p’acá por prestar atención a cosa tan inasible. Sin ir más lejos, la semana pasada, en la revista Mujerhoy, B. Navazo escribía un atrevido artículo sobre la psicogenealogía o psicología establecida en las relaciones entre los miembros que configuraban un mismo árbol genealógico como forma de entender algunas enfermedades, algunos casos extremos de muertes repetidas en la misma familia como una especie de pacto de fidelidad incluso a quienes no se han conocido jamás y, lo que es más importante, como una forma de curación de lo que no nos pertenece y que, por no tomar conciencia de ello, pasaríamos como molesta mochila a nuestros hijos. Y esto es, quizá, lo que más podría o debería importarnos.

Dice el refrán que «en todos sitios cuecen habas», pocos terminamos asumiendo que «en la mía calderadas» cuando se trata de reconocer algo poco agradable referido a nuestra familia. Es verdad que «la sangre es más espesa que el agua» y que las familias tratan de ocultar las vergüenzas propias ante ojos ajenos, pero cuando ciertas cosas se convierten en un secreto no dicho que, incluso olvidado en la noche de los tiempos, sigue condicionando de manera enfermiza a herederos que no logran entender determinadas reacciones que ejecutan ellos mismos… entonces es, como poco, preocupante y, desde luego, digno de tener en cuenta.

Repetimos como algo lógico: «mi abuela era diabética, mi madre también y ahora me lo han sacado a mí, vaya herencia, porque probablemente mi hija también lo será», sin embargo, es posible detener ese legado generacional, por supuesto hablamos de quienes crean en las técnicas basadas en la lectura del genosociograma que reconstruye la historia del árbol genealógico y puede llevar a descubrir que, tal vez, la abuela tuvo una carencia infinita de dulzura en su vida y generó esa enfermedad, pero ese programa era únicamente de ella y no podemos aceptarlo nosotros por mucha solidaridad que sintamos hacia el sufrimiento de abandono interiorizado en la familia. O no podemos dejar de parir un hijo sólo porque nuestra abuela murió en el parto, y antes lo hizo su abuela y la información que quedó en el árbol generacional fue que para preservar la vida de las mujeres había que evitar parir, y si para ell, tenías que fracasar en una relación tras otra no importaba. Sí, es verdad, puede parecer de locos, pero lo cierto es que la Biodescodificación, la Etioterapia, la Epigenética, etc., son técnicas que están actuando como herramientas eficaces a la hora de comprender, sobre todo, determinados comportamientos enfermizos o que nos conducen a la enfermedad, y, por tanto, ayudando a sanarnos.

Siempre ha estado claro, aun desconociendo todas estas historias de herencias perversas o sanaciones pactadas en nuestro árbol genealógico, que en las familias ha existido un acuerdo tácito de mantenerse fieles a unos determinados parámetros que el tiempo diluyó pero que quedaron en el subconsciente colectivo de esa familia. Si eso no nos condiciona y nos permite ejercer nuestro libre albedrío… nada que objetar, pero si un sufrimiento intenso de uno de nuestros antepasados nos limita hasta enfermarnos y una determinada técnica nos ayuda a sanar… pues qué quieren que les diga. Es posible que haya muchos escépticos al respecto y más detractores si cabe, pero cuando aprieta el zapato… ¿qué se puede perder cuando se tiene todo perdido? Además, siempre resulta muy agradable descubrir parcelas ignoradas de quienes nos precedieron. Pruébenlo. Y ya me cuentan.

Ana M.ª Tomás

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